Domingo, 17 de diciembre de 2006 | Hoy
TOMAS DE MATTOS, ESCRITOR URUGUAYO
El director de la Biblioteca Nacional del Uruguay sostiene, como “hombre de la cultura”, que las dos partes en conflicto por las pasteras deben hacer concesiones. “Me aflige la paralización de la interrelación argentino-uruguaya en todos los demás campos”, dice.
Por Silvina Friera
Lo primero que pregunta el escritor Tomás de Mattos a su interlocutora es en qué lugar nació. Pero anticipándose a la respuesta plantea: “Mientras no seas de Gualeguaychú, acepto la entrevista”. El autor de La puerta de la misericordia, actual director de la Biblioteca Nacional del Uruguay, remata su afirmación con una carcajada estentórea. Aunque vino a participar del II Encuentro de Bibliotecas Nacionales del Mercosur, sabe que se impone como cuestión de fondo el conflicto por la instalación de las papeleras en Fray Bentos. Y, de entrada nomás, cuenta que habla como “hombre de la cultura”, no como miembro del gobierno de Tabaré Vázquez. “Yo soy argentinófilo porque vengo del norte de Uruguay, de Tacuarembó. No estoy a favor de la rivalidad entre Montevideo y Buenos Aires, que es una disputa rarísima porque somos hermanos. Acá me están tratando tan bien como siempre.” De Mattos se pone serio, levanta el tono de su voz y dice que lamenta que dos gobiernos tan próximos ideológicamente estén atrapados en una telaraña de hostilidades, amenazas más o menos veladas, y que tengan tantas dificultades para entablar un diálogo que pueda destrabar las tensiones y permita alcanzar un acuerdo.
“Los uruguayos pensamos que es responsabilidad argentina y los argentinos piensan lo mismo respecto de los uruguayos. Kirchner dijo que Tabaré Vázquez es intransigente, pero nosotros tenemos la percepción de que el gobierno argentino ha quedado cautivo de un compromiso tardíamente asumido con la comunidad de Gualeguaychú”, explica el escritor y director de la Biblioteca Nacional del Uruguay en la entrevista con Página/12.
–¿A qué se refiere con lo de cautivo?
–Hubo tres informes de tres consultoras diferentes, la última prácticamente recomendada por la Argentina, y en las tres se confirma que no hay contaminación. La comunidad de Gualeguaychú está con un miedo irracional, que además es muy difícil de combatir porque es un temor previo a una situación que no se ha dado. La gente de Gualeguaychú iba a Fray Bentos para hacer turismo o la de Fray Bentos a Gualeguaychú para abastecerse de productos argentinos, o al famoso Carnaval. Eran ciudades muy amigas, con muchos fraybentinos alojados en Gualeguaychú que hoy se quejan de una intolerancia muy marcada del gualeguaychense. Es una situación gravísima, totalmente atípica, donde lo que es absolutamente lamentable es que gobiernos muy próximos ideológicamente, como nunca existió en nuestra historia, hoy estén atrapados en este conflicto, que ojalá tenga salida a través del diálogo. Hace poco Joaquín Sabina nos criticó a los uruguayos por haber acudido al rey de España, al que se nota que no le tiene mucha simpatía. Dijo que le extrañaba que fuéramos a Washington, a Madrid y a La Haya dos pueblos que en un mundo natural serían un solo país. Y esta frase me parece absolutamente certera.
De Mattos se queda pensando en la frase de Sabina, en ese mundo natural en el que Argentina y Uruguay podrían haber sido un solo país. “Concibo que Artigas es un caudillo argentino y no tengo problemas en decirlo porque además lo he leído en la historia. A Artigas se lo invita a volver al Uruguay cuando es la República Oriental del Uruguay, y Artigas contesta: ‘Yo no voy porque no tengo patria’. No es la Banda Oriental su patria, pero tampoco las Provincias Unidas. No concebía las Provincias Unidas sin la Banda Oriental y a ésta sin las Provincias Unidas. Y también cuando los paraguayos lo invitan a un alto cargo militar, Artigas dice: ‘No creo que le convenga a nuestro país’, como si ‘nuestro país’ también fuera el Paraguay. Artigas tenía un concepto de las Provincias Unidas aún más amplio que el que registró la historia.”
–¿Es posible seguir sosteniendo esta visión de Artigas?
–Sinceramente me siento artiguista en este sentido: cuando voy al Paraguay es mi patria, cuando vengo a la Argentina es mi patria, por eso me duelen los desaprovechamientos históricos. Y hay personalidades argentinas que me resultan profundamente adversas. Me encanta Dorrego, no me gustan Lavalle ni Mitre, y Urquiza me defraudó. La última oportunidad que tuvimos de formar parte de la Confederación fue con Urquiza, pero por razones externas claudicó, y eso les costó muy caro al Uruguay y al Paraguay.
–¿Fue sólo responsabilidad de Urquiza el desaprovechamiento de esa oportunidad de unidad?
–No, también hubo responsabilidad del Uruguay, que paulatinamente se fue alejando del ideario artiguista. La propia cruzada libertadora de los 33, que nosotros la queremos tanto, empezaba como una proclama que decía: “Argentinos orientales”, dirigida a los orientales uruguayos de Lavalleja, y que ya implicaba un alejamiento del ideario de Artigas porque mantenía los colores, pero renunciaba a la bandera y marginaba a determinados líderes artiguistas que resultaban un poco molestos. Incluso habla bien de Buenos Aires, donde se gestó toda la conjura de los 33. Después Rivera hizo todo lo que no quería Artigas: el exterminio de los indios, el reparto de las tierras. Una excelente historiadora uruguaya, Ana Riveiro, ha dicho que Artigas, para los uruguayos, es el que nos indica “lo que deberíamos ser”, mientras Rivera nos indica “lo que somos”.
–Esa distancia entre el deber ser y lo que se es, también presente en la Argentina, no habilita mucho espacio para el optimismo...
–Sin embargo soy optimista a largo o a mediano plazo, en la medida en que los gobiernos no caigamos en el análisis que hizo un alemán que estuvo en la Argentina y en el Uruguay hace cuatro años. “¿Cómo somos los uruguayos”, le pregunté. “Como los argentinos”, me contestó. “Acá en el Río de la Plata hay una morbosa tendencia a convertir lo que es el disenso en un estrecho margen de la realidad social en factor absolutamente inhibidor de acciones en común.” A mí me aflige la paralización de la interrelación argentino-uruguaya en todos los demás campos. Creo que tenemos que buscar emprendimientos grandes, simbólicos, con fuerte impacto social en una etapa en la que el progresismo está avanzando. Es un momento en el que los países tienen que sentarse y decir: “Bueno, vamos a dejar este tema pendiente de resolución judicial”, pero ofreciendo concesiones desde ambas partes.
–¿Y qué concedería Uruguay?
–Uruguay siempre ofreció el monitoreo, pero Argentina no lo aceptó. Creo que Argentina tiene que aceptar el control de calidad, y si encuentra otras garantías de no contaminación o de mantener los niveles adecuados, que los exija. Aparte de eso, tenemos que dejar de pensar en esos puentes con cortes y tendamos puentes abiertos al diálogo.
–Pero los cortes son una herramienta para manifestar, para expresarse.
–Lo que nos preocupa a los uruguayos es que notamos un apoyo por parte del gobierno argentino. A mí me llaman la atención las instalaciones laterales que están levantando los piqueteros de Gualeguaychú en las carreteras. Una cosa es reprimir un corte y otras es permitir que se instalen como se han instalado, que hayan hecho baños, cocinas. Habría que preguntar, por referéndum, cuál es la posición real de Gualeguaychú, Colón y Concordia. No estoy pidiendo una represión con sangre, que no se confunda por favor y que quede bien claro mi postura, pero sí que haya una tolerancia menor. Me parece que es un exceso de tolerancia del gobierno argentino permitir que se hagan esas instalaciones. Además, últimamente hemos visto cortes con 40 o 20 personas. ¿Estos piqueteros representan la opinión de los pobladores de Colón, Concordia o Gualeguaychú?
–¿Qué opina de la medida que tomó Tabaré Vázquez al enviar al ejército para “proteger” a Botnia? ¿Considera que fue un exceso?
–Creo que no, fue un grupo muy pequeño y es una medida que se ha adoptado a nivel interno, por ejemplo para la custodia perimetral de las cárceles uruguayas en el interior del país. No es una afrenta a los argentinos, como ustedes lo han visto, no es una afrenta ni siquiera a la mayoría de los pobladores de Gualeguaychú. Cuando se anunció en Washington que había una señora de edad que estaría dispuesta a un ataque suicida, cuando hace cuatro meses oímos, inmediatamente después del fallo del tribunal de La Haya, a un piquetero que dijo: “Tenemos que llegar a acciones directas”, tú tienes que tomar medidas elementales de prevención. En Uruguay, tanto en la derecha como en la izquierda, hubo personas que estuvieron en contra de la medida. El diario Brecha tituló “Al santo botón” y El Observador usó la palabra papelón.
–Pero un gobierno progresista que manda a los militares a cuidar una empresa resulta un poco molesto y contradictorio, más si se piensa la historia en común que se padeció en los ’70 con las dictaduras...
–“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, decía Luis Sandrini. Una cosa es el pasado y otra el presente. Soy partidario de la verdad y la justicia. Pero a este ejército actual hay que apoyarlo e integrarlo a la sociedad civil. En las Fuerzas Armadas uruguayas hay mucha gente que no tiene pasado que ocultar, y que por lo tanto debe ser tratada como ciudadanos comunes.
–Más allá de las soluciones que se puedan encontrar a partir del diálogo, ¿cómo piensa que quedará la situación entre las ciudades argentinas involucradas y Fray Bentos?
–Sueño que Botnia funcione con las concesiones o modificaciones que se puedan aprobar como salida, y si se comprobara que no hay contaminación, entonces se diluiría el problema. Pero si se comprobara que hay contaminación, el gobierno uruguayo estaría dispuesto a suspender la autorización. Me duele esa desconfianza de pensar que el Uruguay está sometido a Botnia. Creo que una vez que funcione Botnia, se va a distender la situación después de un momento de gran agresividad y tensión.
–¿Qué reacción tuvo el ambiente intelectual uruguayo?
–El intelectual uruguayo es duro, es hipercrítico, y te diría que uno de los sectores más hostiles con el gobierno uruguayo, sobre todo porque esperaba mucho del primer presupuesto, es el sector cultural. El gran nombre de la literatura uruguaya que estuvo en contra de Botnia fue Eduardo Galeano, que participó en alguna marcha inicial. Pero después no lo he visto participar.
–¿Y qué imagina que diría Artigas ante el conflicto de las papeleras?
–“Ay, Entre Ríos, otra vez complicándome la vida” (risas).
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