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Sábado, 24 de septiembre de 2005

TEATRO › DANIEL FANEGO Y UNA PUESTA EN EL CERVANTES

“Este es un ser brutal, un villano como de Shakespeare”

En Una pasión sudamericana, el actor es un Brigadier que, mientras espera una batalla decisiva, debe definir el destino de Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez, dos figuras que desafiaron a la sociedad de su época.

 Por Hilda Cabrera

Imaginar que el Brigadier de Una pasión sudamericana es Juan Manuel de Rosas no le ayuda demasiado a Daniel Fanego. Prefiere pensar que su personaje es un “hombre de campo abierto” que resume lo esencial de un líder sudamericano. Esa indefinición no es capricho: surge de la obra de Ricardo Monti y de poner a resguardo su universo mítico. “Intento elaborar una síntesis con las características del líder y no quedar atrapado en la anécdota histórica. No quiero que mi actuación se tiña de política y aparezcan rosistas y antirosistas en pugna”, aclara Fanego. Lo de “campo abierto” se refiere al hipotético lugar en el que transcurre la acción. En el texto original es un casco de estancia y en la puesta que acaba de estrenarse en el Cervantes es un teatro abandonado. Se sabe, sí, que es un espacio arrebatado al enemigo y que el Brigadier habrá de prenderle fuego. La historia, real o soñada, se desarrolla en la noche previa a una batalla decisiva. Monti –prestigioso autor, entre otras, de Historia tendenciosa..., Una noche con el señor Magnus e hijos, Visita, Marathon, La oscuridad de la razón y No te soltaré hasta que me bendigas– estrenó y dirigió esta obra en 1989. Esta vez, la directora es Ana Alvarado, calificada actriz, titiritera y autora. Acompañan a Fanego Guillermo Angelelli, Fernando Llosa, Guillermo Arengo, Joselo Bella, Pablo di Pascuo Gal, Pablo Finamore, Daniel Kargieman, Claudio Martínez Bel, Damián Moroni y Patricio Zanet. Según el actor, “Monti descoloca”. Lo que se cuenta sugiere la existencia de estadios oníricos y no hechos concretos. Es posible, sin embargo, acercarse a una etapa de la historia, el segundo gobierno de Rosas, aun cuando la geografía resulte inasible. Fanego la califica de “geografía de la anomalía” habitada por Locos, Escribientes y un músico popular italiano, enigmático y fiestero, que dice llamarse Farfarello.
–¿Cómo trasciende lo histórico desde la actuación?
–Respetando el texto de Monti, su lenguaje, que es una unidad sellada. Todo está ahí: el contenido y la forma. La pasión que experimenta mi personaje sobre el poder es equivalente a la que viven Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez, quienes no aparecen pero se los nombra. Esa misma noche el Brigadier deberá decidir qué hace con esos amantes que se atrevieron a romper códigos. La pasión de este líder es también la de un pueblo que necesita organizarse como nación.
–Un futuro que aquí será más soñado que real.
–Porque la atmósfera onírica los envuelve. El Brigadier pregunta a los Escribientes si están dormidos o despiertos. Le responden rápido pero piensa que lo engañan, que si les abriera la garganta se desangrarían en sueños y la sangre flotaría en el aire como humo. Aun así les ordena que escriban y no dejen de hacerlo.
–¿Por qué este líder demora su juicio sobre Camila y el cura?
–Ellos desafían a la sociedad y al poder instalado. Prefiere, por unas horas, correr de lugar el conflicto y pasar la noche entretenido con el teatro que preparan los Locos, comicastros de cuarta que disfrutan de los malos chistes y obscenidades. Y de las invenciones de Farfarello. La única voz que proviene del mundo de lo real es la del Edecán que intercede por los jóvenes que serán fusilados.
–¿Qué tienen de sudamericanas esas pasiones?
–La oscuridad, la turbulencia. Se padecen, como el amor. Farfarello hace esta comparación: “Es preferible soñar con el amor que padecerlo. Y es de esas pesadillas que nacen estos sueños”.
–¿Por qué este poderoso necesita de bufones y locos?
–Sólo a través de ellos, y en compañía de ellos, el Brigadier puede repasar su decisión de entrar en batalla, fusilar a Camila y Ladislao y reflexionar sobre la condición del más fuerte. Está inmerso en una oscuridad –como dice– donde es difícil ser justo y guiar a la manada.
–Eso porque cree haber nacido para construir pueblos...
–Es un líder, especie de dios creador. La oscuridad de la pasión es semejante al caos. Una situación en la que se puede gestar otra. Monti revisa el pasado desde los mitos y el temor de la gente a la libertad. El Brigadier es un ser brutal, un poco al modo de los villanos de Shakespeare que se complacen con lo prohibido.

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“La oscuridad de la pasión es semejante al caos”, señala Fanego sobre su personaje.
 
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