Viernes, 22 de junio de 2007 | Hoy
TEATRO › “SEVERINO (LA OTRA HISTORIA)”
Marcelo Camaño debuta en la dramaturgia recuperando un emblema del anarquismo.
Por Emanuel Respighi
“No busqué afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco una vida tranquila. Para mí elegí la lucha. Pasar monótonamente las horas enmohecidas de la gente común, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar, llevar encima una masa informe de carne y huesos. A la vida hay que ofrecerle la exquisita rebelión del brazo y de la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso.” Con esas palabras, escritas horas antes de ser asesinado bajo la ley marcial que imperaba en el país el 1o de febrero de 1931, Severino Di Giovanni condensó su única manera de entender la lucha revolucionaria. Apodado como el “Robin Hood moderno” o el “enemigo público de la sociedad”, según quién hiciera referencia a su persona, el anarquista italiano dividió aguas durante los ocho años que duró su exilio en Argentina. Y aún hoy su figura sigue siendo objeto de análisis, con el estreno de Severino (la otra historia), la obra de teatro que hoy a las 21 se repone en el Teatro Belisario (Corrientes 1624).
Interpretada por el actor Pablo Razuk, Severino... marca el debut en la dramaturgia de Marcelo Camaño, el reconocido guionista televisivo, autor de los libros –junto a Adriana Lorenzón– de ciclos como Resistiré, Montecristo y El capo, entre muchos otros. Pensada como un unipersonal, la obra narra los días en el país del anarquista al que se le adjudican los asaltos al Hospital Rawson y a la empresa La Central, a la vez que sendas bombas colocadas en un banco y en el Consulado Italiano de Buenos Aires, los cuales produjeron varias muertes. “Severino fue una de las pocas personalidades de nuestra historia que le imprimió a sus ideas políticas una correspondencia en acciones en la vida social. Claro que en esa lucha por lo que creía justo, como a todo hombre, le afloran una gama de contradicciones políticas y hasta amorosas que marcaron su vida y en las cuales hace foco la obra que escribí en 2005”, le explica Camaño a Página/12.
–¿Qué lo llevó a incursionar en el medio teatral?
–El teatro me gusta desde siempre. El desafío de la obra era conformar un relato unipersonal. Por mi formación, básicamente televisiva, no estoy acostumbrado a hacer una obra para un único personaje. Tengo incorporada la deformación televisiva y telenovelesca de trabajar con obras corales. El desafío fue condensar toda la información y la estructura narrativa en un único personaje. Pero como no se puede contar todo a partir de un personaje, decidí que la vida de Severino avance a través de la historia de amor que tenía con su mujer Teresa y con América Scarfò, que fue su última pareja y se enamoró de ella cuando tenía 15 años.
–¿Qué le otorga el teatro que no le da la TV?
–Además de contar todo a partir de un personaje, el del teatro es otro medio de comunicación de una historia, un sistema que rompe con el televisivo. Si en la TV el código que une a los espectadores de los programas de ficción es contar una historia como si fuera verdad, en teatro esa convención no es necesaria remarcarla continuamente. Un foco de luz o una canción basta en teatro para crear un clima. En la tele uno no puede traicionar la verosimilitud para que la gente compre. En teatro, el público ya va predispuesto a entrar en una historia.
–¿Cuáles fueron las motivaciones para abordar la vida de Severino Di Giovanni?
–Lo que más me interesó cuando Pablo Razuk me trajo la propuesta fue la diferencia existente entre la práctica política de antaño y la actual, los cambios que se evidenciaron en los mecanismos de participación. Mientras que ahora colocar una bomba está mal visto, en épocas pasadas se trataba de un mecanismo partidario usual. Si bien en los años ’20 estaba penado por los medios represivos, la sociedad no condenaba unánimemente las acciones de Di Giovanni. Había que tener mucho coraje para asumir el rol de sintetizar discurso y acción como lo hizo Di Giovanni, dentro de la organización anarquista.
–Incluso en esa organización, tuvo sus detractores...
–Lo que pasa es que sus maneras formaban parte de la discusión interna. Di Giovanni les reclamaba, justamente, a sus compañeros que además de producir panfletos había que accionar. Lo que plantea la obra es el miedo que a él lo aborda en el momento de cometer algún tipo de acto, el temor a las víctimas inocentes de sus atentados o robos. Di Giovanni no era un loquito que hacía cualquier cosa. Era un tipo que planeaba con visión política cada uno de sus actos, pero que a la vez sufría las consecuencias, las víctimas inocentes que podía generar. Fue uno de los últimos justicieros, que vivía con la misma pasión la política y el amor. Un hombre con convicciones políticas y abierto al amor, capaz de poner una bomba para llamar la atención de los obreros italianos y causar varias muertes, así como también escribir las más bellas cartas de amor a su enamorada adolescente.
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