Domingo, 29 de julio de 2007 | Hoy
TEATRO › ESTE LUNES, EN EL METROPOLITAN, SE LANZA LA EDICION 2007 DE TEATRO POR LA IDENTIDAD
Las actrices Cristina Fridman y Susana Cart, y Erika Holvarsen, autora de la obra Vic y Vic, detallan cómo será esta nueva versión del ciclo de teatro auspiciado por Abuelas de Plaza de Mayo. Y lamentan la resistencia del Gobierno de la Ciudad a entregar un subsidio de apenas 30 mil pesos.
Por Hilda Cabrera
Nació en junio de 2000 y a partir de entonces Teatro por la Identidad instaló en la escena una búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo: recuperar a los chicos apropiados, hijos de asesinados y desaparecidos por la última dictadura militar que viven con la identidad falseada. La tarea unió a actores y dramaturgos, y directores y técnicos que recibieron el apoyo de algunos dueños de salas. Al primer trabajo, denominado A propósito de la duda –un semimontado con dramaturgia de Patricia Zangaro y dirección de Daniel Fanego, armado sobre testimonios de Madres y Abuelas, hijos y otros familiares de las víctimas– le sucedieron numerosas obras, un promedio de veinte en cada edición. Mañana se lanza el séptimo encuentro, con más ideas y nuevas participaciones. La inauguración será en el Metropolitan, a las 20, con la presentación de los elencos y artistas invitados, entre otros Marilú Marini, Enrique Pinti y los grupos La Chilinga (percusión) y Yotivenco, de Rodrigo de la Serna. El actor y director Claudio Gallardou coordinará el espectáculo inaugural “organizado en décadas, porque las Abuelas ya tienen biznietos: son los hijos de los que fueron apropiados”, según apunta Cristina Fridman, actriz e integrante de la comisión directiva de TxI, al igual que Susana Cart, también actriz, en diálogo con Página/12, y Erika Holvarsen (Guiness, Identikit), autora de Vic y Vic, una de las obras de “temática directa” seleccionada por concurso.
Estos ciclos son en última instancia preguntas a la comunidad y, por su nivel de convocatoria, respuestas de una sociedad aún solidaria. Los organizadores renuevan su entusiasmo pero no olvidan aportar un dato negativo que proviene del actual Gobierno de la Ciudad y se relaciona con el subsidio otorgado por decreto en setiembre de 2006, con participación de Cultura y Derechos Humanos y Sociales. “Estamos a días del comienzo del ciclo –se inicia el 6 de agosto y finaliza el 24 de septiembre en diferentes salas, con funciones los lunes a las 20– y el dinero aún no fue depositado en el banco”, precisan las actrices. Se recuerda que –-además de las obras– se ha incluido el segmento Espacio abierto, del que participan destacados artistas y al que se accede también de forma gratuita. “Cubrimos en parte esta falta con el aporte del Ministerio de Educación, que ayudó en la impresión de los programas y editó el libro Teatro por la Identidad, que reúne obras de los ciclos 2002 y 2004 y lo presentó en París, en la Muestra de Derechos Humanos.” La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo (pionera e impulsora de TxI), que preside Estela de Carlotto, colaboró a su vez con la impresión de los afiches. “Este desinterés del Gobierno de la Ciudad nos produce angustia. Saben que no lucramos con esto, que la gente puede ver las obras sin pagar, que siempre fue así en TxI y lo seguirá siendo, porque no queremos que alguien se prive de asistir a las funciones por no tener dinero.”
–¿A qué suma asciende el subsidio?
Susana Cart: –A 30 mil pesos. En realidad, nuestros gastos de infraestructura son de 50 mil por año, porque necesitamos una oficina, una computadora y una empleada. Nosotros teníamos un subsidio acordado en el 2004 por el Gobierno de la Ciudad (entonces a cargo de Aníbal Ibarra) de 30 mil pesos anuales, que utilizábamos para impresiones de afiches, programas, publicaciones y pagos de luz, gas, y otros gastos, pero en los últimos meses del 2006 comenzaron los problemas.
–¿Esa fue la razón para que en 2006 no se presentaran obras en Capital?
Cristina Fridman: –Había una decisión previa de que fuera itinerante, pero también queríamos hacer algo en Capital. No logramos concretar nada.
–¿Acaso no se reconoce el trabajo de la asociación?
C. F.: –De palabra sí, pero en los hechos es otra cosa. Una gestión cultural como la nuestra, desarrollada en Capital, en varios puntos del país y en el exterior, no la ha hecho ningún gobierno. En España se organiza por tercera vez, y se han realizado funciones en Francia. Varios elencos franceses quisieron venir a la Argentina, pero no pudimos darle cabida. El tema de la identidad es muy amplio e interesa en todo lugar. Se hicieron funciones en Inglaterra y se interesaron investigadores de Estados Unidos, Canadá, Israel y Holanda. Emigrados hay en todas partes, y ayuda mucho la edición de las obras.
S. C.: –La impresión que nos dejó una conversación en Derechos Humanos de la Ciudad es que algunos funcionarios no tienen idea de qué es Teatro por la Identidad. Nos dijeron que si el Gobierno de la Ciudad paga los gastos es el dueño de la entidad. Les tuvimos que responder lo que es evidente, que si pagaran a las 700 personas que trabajan gratis no les alcanzaría los 30 mil por año.
–¿Comienzan, de todos modos?
S. C.: –Nos largamos porque sacamos préstamos personales. Todavía creemos que nos van a pagar. Como no siempre recibimos todo gratis, tenemos urgencias: alquilar un sonido, pagar a un técnico, ocuparnos del flete... Dedicamos un tiempo precioso a ver quién nos cobra menos, cuando debiéramos ocuparnos de los jóvenes apropiados para que se acerquen con menos miedos a Teatro por la Identidad. La gratificación llega cuando aparece un nieto.
–¿Cuál fue la respuesta de los artistas y técnicos?
S. C.: –Llamamos a China Zorrilla para el lanzamiento, porque haremos una recordación de cada década. Se entusiasmó tanto que lo comunicó a todo el mundo.
C. F.: –Será un escalonamiento: desde biznietos de cuatro años hasta Abuelas. Participan Dalma Maradona, Julieta Díaz, Virginia Innocenti, Arturo Bonín, China Zorrilla, y conducen Ernestina Pais y Ronnie Arias, que debía estar en México pero cambió el pasaje para no faltar.
–¿Qué les ofrecen en lo personal estos ciclos?
S. C.: –Nos permiten cumplir un rol social; incentivan el pensamiento y las emociones. Creo que un antecedente fue Teatro Abierto.
C. F.: –Reúnen a personas de toda edad y toda preferencia artística, y eso es muy valioso. Erika, por ejemplo, es una dramaturga y directora muy joven (codirectora de Fuimos todos, obra en cartel). Ella presenta en el ciclo Vic y Vic, una obra seleccionada por concurso.
–Que denominan de “temática directa”. ¿Por qué?
Erika Halvorsen: –Es teatro documental. No inventé nada. Tomé una historia real, la de Victoria Donda, y la cuento desde su amistad con Victoria Grigera, que es hija de un desaparecido. Ellas se conocen casualmente militando en la Facultad de Derecho y después descubren que Donda es apropiada, que nació en la ESMA, probablemente cuando el padre de Grigera, militante desaparecido, fue llevado allí. Victoria Donda es hija de padres desaparecidos. Fue apropiada por su tío (Adolfo Donda Tigel), vinculado a la represión y responsable de la detención de sus padres.
–¿O sea que es “directa” sólo por el punto de partida?
E. H.: –Sí, porque la encaré desde el humor. Tengo 26 años, vengo de Santa Cruz y estrené mi primera obra, Identikit, en un ciclo de Teatro por la Identidad. Me di cuenta que me interesa el teatro político y el humor negro, siniestro. En TxI se me respetó siempre: nadie me pidió que bajara línea. Las Abuelas tienen una apertura mental increíble. Yo pensaba “qué cara pondrán cuando escuchen mis chistes”, y después, al verlas, me asombraba que los celebraran. Ellas no quieren que se victimice a las víctimas.
–¿Cómo trabajó en Vic y Vic?
E. H.: –El caso de Victoria Donda tiene muchos vericuetos, porque los apropiadores pertenecen a su familia biológica. Me permite contar que todo no es tan negro ni tan blanco; entender la contradicción en la que entran los nietos al momento de hacerse el ADN. La historia de Donda es muy particular (una historia que está contada también en el documental La escuela, de Eduardo Yedlin) porque ella descubre que lo peor y lo mejor está en su familia biológica. Lo mejor es que se reencuentra con su abuela Leontina Puebla de Pérez, una de las fundadoras de Abuelas. Sé que hay mucho prejuicio sobre TxI, que se piensa que cada integrante forma parte de un movimiento artístico y político limitado, y nosotros tenemos mucha libertad.
C. F.: –Cuando una escucha los testimonios no puede dejar de remontarse al origen de todo esto, a las discusiones de hace siete años, eternas, que se repetían año a año, a las llamadas de Abuelas... Era y es como volver a crecer.
–¿Les molesta que se califique al ciclo de “teatro político”?
S. C.: –No. Para algunos autores “teatro político” es mala palabra y nosotros estamos orgullosos de lo que hacemos. Todos los años revisamos errores para no cometerlos nuevamente y levantar la calidad. Pienso en el teatro del brasileño Augusto Boal (que a comienzos de los ’70 concibió su Teatro del Oprimido, que influyó en Argentina, donde se exilió entre 1971 y 1976, en otros países americanos y en los europeos). Hay chicos que vienen a los ciclos, no tienen costumbre de ir al teatro, pero agradecen, porque en sus casas no se habla de estas cuestiones o se dice que es asunto de otros.
E. H.: –En mi familia jamás se habló. Mi hermana me llevó a ver La noche de los lápices. Yo era muy chica entonces. Tengo militares en mi familia. Recién tomé contacto en 2000, cuando vine a Buenos Aires a estudiar teatro.
–¿Cómo fue la experiencia de TxI en el interior?
S. C.: –Nuestra costumbre es juntarnos con los grupos de teatro para incentivar los trabajos a nivel local. La intención es no exportar nuestras obras. Algunos grupos nos comentaban lo difícil que era escribir obras en las que se criticaba a los militares cuando éstos eran vecinos o familiares. En estos casos, el apoyo logístico de Abuelas es invalorable.
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