TEATRO › FESTIVAL MERCOSUR: ENTREVISTA CON EL DIRECTOR ALEMAN ROLAND BRUS
Sobre los que son nadie en un país
El director alemán, una de las figuras del festival, describe aquí a Woyzeck, un clásico convertido casi en performance.
Por Cecilia Hopkins
Una de las propuestas teatrales más atractivas que ofrece la grilla del V Festival Internacional de Teatro Mercosur es la versión del joven director alemán Roland Brus de Woyzeck, de Georg Büchner, un clásico del siglo XIX presentado a modo de recorrido por el interior del Hospital Nacional de Clínicas de la capital cordobesa. El director ya participó de este mismo encuentro en el 2001, cuando montó en el teatro del Libertador (el equivalente al teatro Colón de Buenos Aires) La noche continúa, un polémico espectáculo en torno de la mística del cuarteto cordobés, con la participación de la mismísima Mona Jiménez. Nacido en Wuppertal, formado en artes plásticas y dirección teatral, luego de trabajar en el vanguardista Volks-bühne junto a Franz Castorf, Brus creó en Berlín el grupo de los Ratten (Los sin Casa) un colectivo de actores no profesionales con quienes realizó una serie de acciones teatrales y performances en espacios públicos. En esta oportunidad, Brus quiso traducir a la realidad local la problemática que plantea la obra alemana, inspirada en un asesinato pasional ocurrido en Leipzig, en 1824. Considerada la primera tragedia protagonizada por un personaje proletario, Woyzeck alude al drama del hombre hostigado por una sociedad que lo conduce a la locura y el crimen. Por añadidura, el personaje es una suerte de conejillo de Indias de un científico. A partir de la adaptación de la pieza, realizada por Ana Yukelson, Brus se propuso “reconstruir el caso de un hombre que fue utilizado por la ciencia aún hasta después de muerto”, según define en una entrevista con Página/12. Para realizar el montaje, la elección del espacio fue decisivo: “Inaugurado en 1913, el Clínicas es un hospital-escuela con importantes logros médicos en su haber –afirma el director– y a la vez, fue un sitio donde se gestaron rebeliones estudiantiles y sociales como el Cordobazo”. Brus recuerda también que fue el lugar de trabajo del anatomista español Pedro Ara, a quien Juan Domingo Perón le encomendó el embalsamamiento del cuerpo de Evita, luego de apreciar su obra maestra, la cabeza de un mendigo, hoy la pieza más importante del Museo de Anatomía, que funciona en el interior del hospital.
–¿Cómo es que abandonó su trabajo de director en Berlín para radicarse en la localidad cordobesa de Unquillo?
–En Europa, la gente piensa mucho y actúa poco. En cambio, aquí la gente está en estado de emergencia permanente y está acostumbrada a hacer mucho con poco. Así como ocurre en los países del Este, aquí a nadie le sobra el dinero y esto presiona sobre el individuo para estar creativo todo el tiempo. Y no se trabaja así en el primer mundo.
–¿Cómo se trabaja en Alemania?
–Alemania es un país que funciona como un lavarropas programado para prendas finas. Acá todo es tan inmediato y físico que hay choques permanentes, y ese desafío de crear en ese laberinto es lo que a mí me atrae. Claro que no quiero tener una mirada romántica sobre este estado de cosas, porque ya sé que vivir así es como caminar sobre hielo: hay una lucha constante por mantener el trabajo o encontrar changas en caso de no tenerlo y sufrir, además, las consecuencias de la falta de protección general. Pero es por eso que se tejen redes de solidaridad.
–¿No cree que, desde que comenzaron a atemperarse los efectos de la crisis, hubo un cambio en las respuestas comunitarias?
–Ya estoy viviendo aquí en Córdoba, así que ya dejé atrás la mirada exótica sobre la realidad local que tenía cuando llegué. Es cierto que desde la crisis del 2002 las cosas pudieron haber cambiado, pero creo que acá es diferente a Buenos Aires, porque hay otra mentalidad: la gente es menos melancólica, tiene más estrategias de supervivencia. Además, sabe reírse de sí mismo.
–¿Cuál es su visión del personaje de Woyzeck?
–Para mí el huérfano de Woyzeck representa a una sociedad sin protección. Es la encarnación de los que son nadie en un país, la carne de cañón, el explotado. Cuando no hay Estado los individuos están expulsados de un sistema y corren como hamsters que no llegan nunca a ninguna parte. La idea fue trasladar la obra a la realidad argentina, para que los videos sobre revueltas políticas, los discursos políticos (en la voz de Andrés Rivera, escritor residente en Córdoba), los cadáveres embalsamados y las mesas de práctica de las salas de disección hagan pensar en la anatomía de un país que repite sus historias como si fuera un carrusel.
–¿Qué otras lecturas alienta esta performance?
–La obra permite muchas miradas, porque entreteje una dimensión social y política y otra individual. Y se puede leer como un homenaje al Clínicas o como una crítica a su estado actual de abandono. Es un acercamiento arqueológico a la vida cotidiana y también una vivisección del pasado de los argentinos.