Sábado, 5 de julio de 2008 | Hoy
CHICOS › EL 3ER FESTIVAL DE TíTERES DE DON FLORESTO
Desde 1974, María del Carmen Hernández y Miguel Fontana vienen paseando a sus títeres. El repertorio que fueron acumulando es razón suficiente para el festival que presentan a partir de hoy en la Asociación Italiana de Belgrano.
Por Sebastián Ackerman
De los inicios del grupo Los Títeres de Don Floresto a hoy pasaron 35 años. Pero evidentemente esos años dejaron más huellas en María del Carmen Hernández y en Miguel Fontana que en el propio Floresto o los demás títeres de la época: canas y anteojos dan cuenta de ello. Pero también mayor experiencia y conocimiento de un mundo infantil que se niegan a abandonar: “Desde el año ’74 hasta ahora, todos los sábados y domingos ofrecemos nuestros espectáculos al público por lo menos en temporadas de seis meses”, dicen orgullosos. Y ese ritual se reestrena este fin de semana a las 15 y 16.30 en la Asociación Italiana de Belgrano (Moldes 2157) con el 3er Festival de Títeres de Don Floresto. “En todos estos años fuimos amasando un repertorio que nos permite armar un ‘festival’ en los que los únicos participantes somos nosotros: un festival de Don Floresto”, dicen a dúo.
El grupo (que completan Fernando Amarilla y Andrés Olguín) llevará al escenario seis espectáculos, dos de viejos tiempos y cuatro nuevos. Y están convencidos de que la atracción que siente la platea por los títeres tiene que estar respaldada por la fascinación del propio titiritero con lo que hace. Fontana sostiene que tratan de lograr “la atención del chico con el argumento; trabajamos muy poco preguntando ‘¿dónde esta Fulanito?’. Los chicos participan, pero de la historia que contamos. Nosotros, atrás del retablo, somos como ciegos: se nos agudiza el oído, y para mí el fracaso es cuando hay cincuenta chicos hablando. Ahí algo pasó”. Y Hernández cree que atrae “el títere en sí, pero también cómo se lo hace actuar. Si el actor titiritero está enganchado con la platea y logra pasar el retablo y está con el chico, se va a enganchar. Es un poco como el actor: tenemos que lograr conquistar al chico”.
Esta prolongación en el tiempo les permite realizar comparaciones entre un público “de antes” y los pibes “de ahora”: “Los chicos están muy acelerados, tal vez por vivir colgados de las imágenes, que se suceden. Entonces no están dispuestos a estar viendo lo mismo mucho tiempo; necesitan un espectáculo tipo zapping. No-sotros tratamos de que la narración lo vaya llevando, pero no pueden estar mucho tiempo con algo. Y lee rápido la imagen”, reflexiona Hernández. Por su parte, Fontana señala que “a mí me gusta la imagen, me gusta la acción. Me enseña mucho el cine, y por las características de nuestro público trabajamos con poco texto y mucha acción. Si ves a Charles Chaplin, es un gag atrás de otro. Es impresionante. Es un humor físico y en los títeres va bárbaro”, afirma.
¿Qué contarles a los chicos sin dejar de considerar que son niños? Hernández y Fontana hallaron una manera: hablan de diferencias sociales con mascotas, identidad a través de burros, etapas de la vida con pajaritos y, con piratas, de codicia y ambiciones. “Tocamos temas complicados –admite Hernández–, que no son tan del mundo infantil, que debidamente tratados el chico puede entender perfectamente. Pero hay temas como la muerte, a los que yo personalmente tampoco me atrevo. Tampoco sé si quiero ofrecerles a los chicos algo muy denso y pesado, que tienen ganas de reírse y estar con los títeres. Depende para quién y dónde”, concluye.
Ambos coinciden en que es fundamental que los chicos vayan al teatro, más que como entretenimiento –que lo es–, como parte del proceso de formación como persona. Fontana es concluyente: “Lo que hacemos desde el teatro infantil es formar espectadores”, y Hernández amplía desde su experiencia como docente: “Me interesa la educación a través del arte. Cómo el arte te desarrolla la mente. No solamente consumiendo, sino que siendo el protagonista, manejando medios y lenguajes artísticos, al chico se le abren mundos que otras disciplinas no abren. Incluso el desarrollo de la imaginación”, dice, y se ilusiona: “En el arte es todo posible. En el mundo real dos más dos es cuatro, y si le pongo cinco soné. Pero en el arte dos más dos puede ser cinco. Es esa libertad de mente que genera el arte. No subestimamos la educación tradicional, pero me parece que al chico le da muchas más posibilidades de expresión y de logros, porque un chico al que le va mal en Matemáticas puede funcionar genialmente como actor. Suma posibilidades”, apuesta.
Esa importancia que le asignan al teatro infantil puede estar dada por la marca que dejó en ellos, indeleble en su historia. Fontana se recuerda “de muy chico haciendo títeres con los mates, haciendo teatro de títeres sin saber cómo llegué a eso. Siempre tuve una tendencia a dedicarme al espectáculo. Y de esa cosa que no sabemos bien cómo sale, empezamos a hacer cosas, porque cuando empezamos en títeres estaba todo por hacer”. Y cuenta que “cuando no-sotros arrancamos estaban Los Muppets en televisión, y creo que todavía no se superó esa estética. Y con nosotros, en donde presentamos nuestra primera obra (El Teatro del Centro) estaba Ariel Buffano antes de entrar al Teatro San Martín”. El recuerdo de Hernández, por su parte, tiene edad: “Yo había sido fascinada a los nueve años por un espectáculo de títeres, y ahí entré a investigarlos. Me encanta el lenguaje del títere. Era muy chica, pero pesqué algunas cosas del lenguaje titiritero: el encuentro de lo real con lo fantasioso: un borracho con una botella real... algo muy propio del mundo titiritero”, sonríe.
Toda la información sobre las obras en www.titeresdonflores to.com.ar.
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