Domingo, 21 de julio de 2013 | Hoy
CHICOS › REPOSICION DE FULANOS Y SANOS Y SALVOS
Por Karina Micheletto
Hay una magia especial en el teatro acrobático, en ese idioma que hablan los cuerpos cuando, bien entrenados y entregados a un planteo artístico, son capaces de decir tanto sin una línea de diálogo. Aquí el movimiento es poético pero es también un fuerte movilizador de mensajes, muchas veces con una contundencia que no tienen las palabras. En la Argentina, la Compañía La Arena, dirigida por Gerardo Hochman e integrada por artistas que son a la vez acróbatas, actores y bailarines, con 15 años de existencia, es sin dudas un colectivo de referencia en la materia. Tanto que en estas vacaciones de invierno está reponiendo dos espectáculos que ya tienen casi una década de vida, demostrando la vigencia de esos mensajes escritos en el aire, con tanto de destreza física como de humor de por medio.
Se trata de Fulanos, que se ofrece en el teatro Sha, y de Sanos y salvos, que va en el Konex (ver aparte). El primero fue estrenado en 2004, presenta seis personajes que van construyendo su mundo con escaleras que se vuelven los más variados escenarios, con exquisitas acrobacias de por medio. Tiene varios premios en su haber, lleva unas 250 funciones, aquí y en otros países, y fue vista por más de cien mil espectadores. Sanos y salvos es de 2006, y ha tenido una presencia destacada en varios festivales de circo. Presenta doce acróbatas en escena, con una fuerte marca de clown –a la cabeza el destacado Mariano Carneiro–, más cinco músicos que forman una excéntrica banda en vivo. La locura de un personaje que se cree pájaro y busca la manera de volar para salvarse –en contraste con la eficacia del grupo de los que ya “se salvaron”– sigue siendo la clave para enganchar a un público de todas las edades.
“Creo que esa clave está en la honestidad con que elaboramos en su momento, sin concesiones a lo que estuviera de moda”, reflexiona Hochman sobre la vigencia de estas obras, en diálogo con Página/12. “Ambas aplican una fórmula muy simple y hasta clásica: trabajo con objetos tratados de manera metafórica y poética, la representación de vínculos humanos a través de acciones físicas, y una utilización del espacio en todas sus posibilidades”, describe. La calidad de los integrantes de La Arena –un grupo de trabajo amplio y elástico, que se agranda o se achica según los proyectos– forma también parte de esa clave. “Es un colectivo de trabajo artístico que comparte un lenguaje propio y original, un método creativo y una filosofía y una ética de trabajo que tiene que ver con lo grupal, el entrenamiento y los desafíos constantes”, halaga Hochman.
Como director, tiene claro qué es lo que quiere lograr con sus obras: “Conmover al espectador, hacerlo vibrar con imágenes y situaciones que sólo puedan existir en el teatro, hacerlo olvidar de todo lo que le preocupa, hacerlo soñar, y darle ganas de moverse y hacer cosas por su felicidad.” Y como público, con la perspectiva que da el tiempo, lo que más disfruta de cada uno: “De Fulanos, la risa de los pibes, la emoción de los grandes, el disfrute de ambos, las ganas de los actores de seguir haciéndolo y el trabajo infinito que desplegamos con seis simples escaleras de madera. De Sanos y salvos, la música, el humor desfachatado que despliega Carneiro, la sensualidad de los cuerpos en extrema complicidad, la energía eufórica que se contagia”. Algo que se repite función tras función, aunque pasen los años.
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