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Domingo, 21 de julio de 2013

INTERNET › METHOD TO THE MADNESS OF JERRY LEWIS

Prohibido no decir que es un genio

Algunos lo pudieron ver en el Bafici, pero quienes se lo perdieron ahora pueden bajar de la red con subtítulos este retrato sobre el único, auténtico anarquista de Hollywood.

 Por Horacio Bernades

“Cada vez que alguien se pone a hacer muecas frente al espejo del ascensor, ahí está Jerry”, dice Jerry. Seinfeld habla de un tocayo. El protagonista y cocreador de la serie que llevaba su propio apellido es uno de los mayores fanáticos y exégetas de Jerry Lewis, a quien considera “la esencia misma de la comedia” (sic). Seinfeld no es el único famoso que se rinde ante el rey de la comedia. Otro tanto sucede con Billy Crystal, Eddie Murphy, Carol Burnett, Alec Baldwin, Chevy Chase y siguen las firmas de los convencidos de que como él no hubo ninguno. No hay, mejor dicho. A los 87, Joseph Levitch, nativo de Nueva Jersey más conocido como Jerry Lewis, sigue saliendo de gira, presentando sus shows a sala llena. De todo ello –la rendida admiración de sus pares, la historia del chico judío que saltó de un barrio de Newark al superestrellato internacional, los shows que aún hoy sigue ofreciendo– da cuenta Method to the Madness of Jerry Lewis. Se la vio en el último Bafici y no va a estrenarse ni editarse en DVD. ¿Dónde puede vérsela, entonces? En casa, torrent mediante: está para bajar en Internet y hay subtítulos en castellano dando vueltas.

Producida por la televisión estadounidense y puesta al aire un par de años atrás, nadie espere de Method to the Madness... algo distinto de la yuxtaposición de fragmentos de archivo + materiales en vivo (tour mundial 2009/2011) + cabezas parlantes de Seinfeld & Cía. Es más: nadie espere nada demasiado lejano de una oda a sí mismo, que el propio Lewis produjo y que, teniendo en cuenta su probada reputación de control freak, debe haber vigilado bien de cerca. “Prohibido no decir que es un genio”, debería decir algún cartel luminoso en el set donde se hicieron las entrevistas. El tema es que el tipo es, efectivamente, un genio. Sí, uno quisiera que alguno de sus hijos (seis varones y una mujer, esta última adoptada; uno de los varones murió de sobredosis en 2009) dijera que le daba bronca que el padre se la pasara de gira, que alguien se queje de su egomanía o que algún colega deje constancia de que filmar con él era una pesadilla. Todo eso quedará, de ser así, para una futura biografía no autorizada. Esta es la oficial, la que preserva el mito. Un mito construido, como todos, sobre una base estrictamente real.

“Debuté a los cinco años, y el público enloqueció”, dice Jerry a los ochenta y pico, sin que le sobre falsa modestia y luciendo una camisa en la que, como en los títulos de crédito de sus películas, el rojo se enseñorea. Jerry es hijo de gente de music hall (su padre ruso, Danny Lewis, supo ser muy conocido en EE.UU.) y junto a ellos debutó, en un teatrito de las Catskill Mountains, estado de Nueva York. La mamá lo vistió con smoking. “¿Alguien puede no reírse de un chico de cinco años en smoking?”, pregunta retóricamente Jerry, ahora sí con la modestia implícita de reconocerle a la mamá un alto porcentaje de las risas logradas. Salto a un teatro de Las Vegas, o estilo Las Vegas, aquí y ahora. Entre 2009 y 2011, para ser más precisos. El tipo toca un falso solo de trompeta, digno de Gillespie (Dizzy), de espaldas al público. Termina el solo y empieza a escupir dientes también falsos, uno por uno. Carcajada general, festejos, aplausos: el teatro se viene abajo y uno se hace encima de risa: el gag es buenísimo.

“Dicen que había espectadores que se caían literalmente al piso de risa”, comenta alguien por allí, refiriéndose a otro show de Jerry... que tuvo lugar hace casi setenta años. Producto de un país que, a diferencia de otros, no quema o echa a perder sus archivos, los materiales en vivo con los que Method to the Madness... ilustra el genio de Lewis arrancan cuando Jerry no tenía cinco, pero sí quince. A esa edad la pegó con el número conocido como “Record Act”, simple acto de playback sobre canciones del repertorio popular, que actuado por él dejaba de ser simple para volverse espástico. De ahí a mediados de los ‘40, comienzos de su dúo con Dean Martin. Dueño de una memoria que le gusta lucir, Jerry hace números: “En seis meses, pasamos de ganar 450 dólares semanales a 20.000. La gente nos preguntaba cómo hacíamos”.

Ahora estamos a comienzos de los ‘50. Martin & Lewis se presentan en Broadway. Otra que Violetta: ocho shows diarios durante dos semanas. El señor Levitch vuelve a hacer números: “ganamos 600.000 dólares”, se enorgullece. “El fanatismo era tal que el intendente de Nueva York vino a pedirnos que hiciéramos algo: entre un show y otro se juntaban en la calle 15 o 20 mil personas, produciendo un caos de tráfico monumental.” No miente: ahí se los ve a los dos, asomados al balcón de su hotel room, frente a multitudes en un estado intermedio entre la felicidad y la histeria. Uno piensa en la beatlemanía, y Alec Baldwin va y lo dice: “Martin y Lewis eran Los Beatles de los ’50”. Otro fan desaforado de Jerry, Quentin Tarantino, prefiere hacer otro paralelismo: “Eran los Elvis, el rock and roll de la comedia. No sólo por las groupies, sino por su anarquismo. Sacando el rock and roll, no hubo nada tan anárquico como Jerry en los Estados Unidos de los ’50”.

¿Alguien supone que Tarantino exagera más que de costumbre? Vean el final de The Patsy, dirigida por él (1964), que en Argentina se conoció como El suplente. Jerry está en una terraza junto a una chica, tropieza y se cae. La chica no sale de su estupor, el muchacho reaparece y le explica que no pasa nada, que es todo un decorado, que el cine es así de artificial. ¿Y el decorado de El terror de las chicas (1961), una de sus obras maestras? Uno de los pocos casos en la historia del cine en que podía verse un interior completo en un solo plano. Con lo cual lo que se veía era que se trataba de un decorado. A la vez le daba trabajo a la grúa, que lo recorría en largos planos secuencia. Por algo, a comienzos de los ‘60 Godard dijo: “Hoy en día, el único cineasta valiente en los Estados Unidos es Jerry Lewis”. Claro, cómo no iba a decirlo, si Jerry hacía lo mismo que él: deconstruir el espacio cinematográfico clásico. Pero lo hacía matando a la gente a carcajadas, en lugar de hacerlo con pomposas autorreflexiones.

“Lo primero que pensé cuando empecé a actuar y dirigir fue que mientras rodaba necesitaba verme.” ¿Qué hizo? Inventó, con treinta años de anticipación, lo que hoy se conoce como video-assist: una cámara de video que filma durante el rodaje y reproduce en un monitor instalado en el set, permitiendo que el director vea cada plan antes de dar cámara. “En cada monitor de video-assist debería decir: ‘Creado por Jerry Lewis’”, afirma Steven Spielberg, otro de sus fans. ¿Eso también inventó? Sí, eso también.

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Jerry Lewis, “el único cineasta valiente de EE.UU.”, según Godard.
 
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