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Sábado, 9 de agosto de 2014

CHICOS › LIBROS FLAMANTES PARA REGALAR EN EL DIA DEL NIÑO

Cuando la aventura sale de las páginas

 Por Karina Micheletto

Los papis y las mamis no terminan de reponerse del trajín de las vacaciones de invierno, y ya se viene el Día del Niño. La vida del progenitor es así: no da tregua. Resulta que este día puede festejarse de muchas maneras, pero suele tener un condimento

ineludible: el regalo para el niño o niña en cuestión. La sección Chicos piensa que, si se pueden destinar recursos para comprar ese regalo, es seguro que un libro estará entre las mejores opciones. Así que puso manos, ojos y corazón a la obra, y recorrió las librerías seleccionando las mejores novedades en materia de literatura infantil. Esta vez, se esforzó por abarcar también ese universo “juvenil”: el de los chicos que ya no son del todo chicos, pero tampoco son todavía “grandes”, y se sienten un poco chicos y un poco grandes. Nada mejor que la literatura para aportar a la confusión general de esta hermosa etapa. Para los papis y las mamis que dejaron –otra vez– los regalos para último momento van estas recomendaciones, entre muchas posibles, para los niños y su día.

Carmilla

Esta nueva edición del Fondo de Cultura Económica es de esas imponentes, de gran tamaño, tapa dura cartoné y papel que predispone a comenzar a leer algo importante. La novela es del siglo antepasado, del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu, tal vez uno de los iniciadores del horror moderno con sus historias de fantasmas y vampiros. ¿O acaso creen los jóvenes de hoy que los chupasangre nacieron con Crepúsculo o Sangre verdadera? Esta historia es anterior incluso a Drácula, y se dice que su escritura influyó a Bram Stoker para crear su célebre colmilludo. De modo que, fiebre de vampiros y vampirismos mediante, éste es un regalo diferente que seguramente resultará atrapante para chicos y chicas de unos 10 años en adelante.

Las enigmáticas ilustraciones de la española Ana Fran –en un blanco y negro que sólo juega con los toques rojo sangre desde el diseño–, así como la justa traducción de Juan Elías Tovar, dotan a esta historia de nuevos sesgos de interés. La joven Laura vive con su padre, en el castillo familiar, hace tiempo y allá lejos, en Austria. Su vida es un tanto monótona, está prácticamente aislada tras los gruesos muros del castillo. Inesperadamente, conseguirá compañía cuando un carruaje que pasa por allí vuelca, y la dama que lo ocupa le pide al padre de Laura que cuide de su hija: Carmilla. La familia de Laura acoge a la bellísima desconocida. Pasan los días, y la chica comienza a mostrar rareza tras rareza: se levanta pasado el mediodía, se encierra en su cuarto, está siempre agotada y, lo que es peor, parece poder salir de su cuarto sin necesidad de abrir puertas ni ventanas. Hay algo peor aún: en los poblados cercanos varias personas han muerto imprevistamente, sin que los médicos puedan encontrar una razón. Mientras tanto, la amistad que Carmilla siente por Laura se va haciendo cada vez más apasionada y posesiva.

Hay otro dato: hacía mucho, cuando era chica, Laura había despertado en medio de la noche para descubrir que no estaba sola. Desde un costado de su cama, el rostro bello y solemne de una mujer la contemplaba. Hechizada por la sonrisa de su visitante, se había vuelto a dormir. De pronto, dos agujas parecieron hundirse en su pecho. ¡Y ahora Laura parece descubrir en el rostro de su huésped aquella aparición de su infancia! El que no se engancha con esta historia es porque no tiene sangre en las venas.

* Carmilla
Joseph Sheridan Le Fanu, ilustraciones de Ana Juan
Fondo de Cultura Económica
$ 230

El señor de las moscas

En algunos países de habla inglesa, esta novela es de lectura obligatoria en el secundario. Aquí puede llegar como un regalo para esos niños de edad ¡difícil! que algunos llaman “preadolescencia” (y que otros llaman “socorro”). Y además, los padres pueden pedirla prestada para enseguida caer como moscas entre los hilos que va tejiendo esta historia, con la incomodidad creciente que genera a medida que avanza la trama. Primero puede ser algo del orden de lo inquietante, para pasar a ser una molestia y terminar en un concreto dolor de panza. Lo que es seguro es que, una vez abierto, este libro no se puede dejar de leer.

Esta edición gourmet de Libros del Zorro Rojo tiene ilustraciones del argentino radicado en España Jorge González, tan oscuras y densas como la historia misma. Otro plus importante es el epílogo de Ian McEwan, que comienza contando: “Leí El señor de las moscas en el internado cuando tenía 13 años, en una edición especialmente reforzada –sin ironía ni, probablemente, demasiado éxito– contra el salvajismo cotidiano de los colegiales”. Tratándose de un libro importado, su costo es superior al de otras ediciones locales. Pero cuesta menos que cualquier accesorio de la Play...

La historia comienza de sopetón: sin mucha explicación previa sobre las causas del accidente, o sobre el modo en que todos llegaron ilesos allí, unos chicos británicos sobreviven a un accidente de aviación y terminan en una isla desierta y paradisíaca, sin civilización conocida ni adulto alguno alrededor. Más adelante es posible entrever que allí afuera, en el mundo, hay una guerra, o algo así. Pero aquí todo debe comenzar de nuevo, también las reglas básicas de convivencia, si se quiere continuar vivo y buscar alguna manera de ser rescatado.

El modo en que esa treintena de chicos construye esas reglas, ese mínimo acuerdo común para garantizar la supervivencia, habla tanto de la condición humana como de las antiquísimas tretas con que la sociedad construye –o destruye– esa condición. Sumar a McEwan no podría ser más acertado, si se piensa en los dilemas humanos que plantea su Amor perdurable, por ejemplo. Mucho se habló de esta novela en tiempos de Lost, como “inspiradora” de la serie. El autor de este clásico, el Nobel William Golding, escribió ésta, su primera obra, luego de participar en el desembarco a Normandía en 1944. Lo que escribió es un grito a la humanidad, y eligió a los niños para protagonizarlo.

* El señor de las moscas
William Golding
Ilustraciones de Jorge González
$ 440

El inventor de juegos

Aunque ya tiene un par de años desde su primera edición, esta novela vuelve a ser una “novedad”. Es que llegó a los cines en forma de superproducción y desde allí atrapó a los que todavía no la habían leído. Así que ahora es posible comparar ambas tramas, descubrir qué tienen en común y qué ha cambiado, comprobar si Iván Dragó –el chico que protagoniza la historia– es más o menos como el lector se lo imaginaba, o adquiere otras características en la pantalla.

La historia que imaginó Pablo De Santis, con mucho de aventura, misterio y juegos lógicos de por medio, se reeditó por Alfaguara, ahora con la tapa del poster de la peli. Resulta que Iván Dragó, el héroe en cuestión, participa en un concurso de juegos. Al tiempo recibe una carta en la que le dicen que el juego que inventó resultó ganador, y él fue elegido entre otros diez mil chicos que participaron. Este concurso termina cambiándole la vida. Sus padres desaparecen y debe ir a vivir primero con su tía y luego con su abuelo, el famoso inventor de juegos Nicolás Dragó. En la ciudad de Zyl, cuna de los juegos, se abrirá para él un mundo de aventuras y misterios.

“Cuando la aventura supera a la imaginación” es el slogan de la película, que ahora se suma a la portada del libro. Todo un ejemplo del género fantástico, esta novela puede ser devorada junto con su continuación, El juego del laberinto, donde Iván Dragó sigue resolviendo enmarañados misterios en la legendaria ciudad de Zyl. Y también puede ser acompañada por el reciente Trasnoche, en este caso, un libro de cuentos, también de De Santis, y también publicado por Alfaguara.

* El inventor de juegos
Pablo De Santis
Alfaguara
$ 89

Una casa bien abierta

“Incluso los grandes”, se llama acertadamente la colección en la que Pequeño Editor presenta este libro. Así la explica, explicando también por qué suele ser difícil, cuando no imposible, enmarcar la literatura como “infantil”: “Al escribir, dibujar y editar, pensamos en niños. Pero si adultos y jóvenes no les temen a esos libros y los adoptan como suyos, decimos con ellos: incluso los grandes. Buceamos en textos ‘para grandes’, buscando los momentos que invitan a los niños. Decimos entonces, incluso los chicos. En ese vaivén, esta colección”.

Pensada entonces tanto para el “lector inicial” como para el “buen lector” y el “lector experto”, esta poética historia del brasileño Carlos Pessoa Rosa comienza con un niño que está solo en la playa, un día de lluvia. Jugando, piensa en la palabra “casa”, la escribe en la arena, la paladea en su imaginación. Viaja por esa palabra y por las casas, por las familias que la pueden habitar, por su propio nombre. Después, vuelve al juego. Eso es todo, y eso es mucho. La historia es sencilla, pequeña, concreta. La agigantan las exquisitas ilustraciones de Claudia Legnazzi, que son collages hechos con piedritas, caracolitos, fosforitos, pintados con pulso de oro.

En las últimas páginas, aparece el poema completo, en su traducción al español y luego en el portugués original. Y esta nueva lectura trae, de otra manera, Una casa bien abierta.

Q Una casa bien abierta
Carlos Pessoa Rosa
Ilustraciones de Claudia Legnazzi
Pequeño Editor
$ 114

Puatucha Rentes, la leyenda olvidada

He aquí la “guía y catálogo completo de la exposición de la injustamente olvidada y genial artista Puatucha Rentes, creadora del Arte Sobrinal”, según se presenta. La “investigación y curaduría” de esta disparatada serie de retratos está a cargo del diseñador, ilustrador y escritor Istvansch, que con paciencia, arte y obsesión creó cada uno de estos seres. Todos, sobrinos de Puatucha Rentes. Todos, retratados por ella y ahora rescatados por el Museo del Sinalefo Exultante.

Etéreo Rentes, Espantada Rentes, Ensimismada Rentes, Asquito Rentes, Analgésico Rentes y los demás sobrinos van siendo presentados con sus retratos, pero también con una descripción de sus características, su carácter, lo que le deparó la vida, junto a un comentario de “la obra”, al modo de los catálogos de las exposiciones. Es allí donde el lenguaje de la crítica de arte, las convenciones y lugares comunes de esa “alta cultura” museológica –sobre las que Istvansch se revela como todo un experto– derrapan hacia el disparate, forzadas con picante ironía. A esto contribuyen también agregados como “La mano de Puatucha”, las descripciones de “Las tareas de restauración y recuperación” o de las “Instituciones organizadoras”.

Se lee, por ejemplo, sobre el Museo del Sinalefo Exultante: “Es uno de los museos más característicos de Latinoamérica. La importancia de sus colecciones lo confirma, así como el majestuoso carácter del propio edificio, construido en adobe y paja por el primero de los cerditos. El museo tiene una importante colección de diferentes escuelas americanas y europeas, que lo visitan cotidianamente guiados por sus señoritas. Posee además una Cámara del Tesoro y un Gabinete de Monedas, ambos vacíos después de la última crisis”.

Puede temerse que a Istvansch le prohíban la entrada a varios museos y galerías de arte después de la divulgación de esta obra. Puede ocurrir también que el increíble trabajo plástico de cada uno de sus collages “sobrinales” aplaque la ira de curadores y museólogos. Tal vez algún día le levanten la veda.

* Puatucha Rentes,
la leyenda olvidada
Istvansch
Editorial Calibroscopio
$ 114

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