Martes, 28 de julio de 2015 | Hoy
CHICOS › PARCHE, EN BUSCA DE LOS SONIDOS, EN EL TEATRO MéTODO KAIRóS
Por Karina Micheletto
Este musical creado y llevado a escena por muy jóvenes actores, cantantes y dramaturgos –todos, sub-30– es original y disfrutable por varias razones. La primera está por fuera de lo artístico, y es el horario y el lugar tan amables en vacaciones de invierno: las 11.30, en el pequeño y acogedor teatro de Palermo El Método Kairós (ver aparte). Esto es: por fuera del circuito espacio-temporal de esa locura de vacaciones que obliga a correr, sin saber muy bien por qué, temer por la integridad de niños y adultos, y terminar comprando espantosas espaditas luminosas de algún personaje de Disney (sin saber, tampoco, muy bien cómo ni por qué). Pero, yendo a lo estrictamente artístico –que de eso debe tratarse esta crítica– se trata de una propuesta muy bien estructurada y planteada musical y actoralmente, con una sucesión de escenas, recursos y personajes que mantiene siempre un ágil ritmo narrativo, y con un mensaje que, sin ser una bajada de línea ploma, es contundente para grandes y chicos. Hay en esta obra mucho del espíritu de Midón, traído a la actualidad. Así es como, por motivos muy diversos e importantes, Parche, en busca de los sonidos, es uno de los estrenos destacables de estas vacaciones.
Parche es un niño que tiene un sueño: triunfar con su banda de rock junto a sus amigos. Un día como cualquier otro, en pleno ensayo de la banda, Parche pierde inesperadamente sus sonidos y su talento para la percusión corporal y el tap. Con la ayuda de su amiga Linda –linda de nombre y algo más, sentirá él inmediatamente– emprenden un viaje en busca de esos sonidos perdidos, o mejor dicho, de la capacidad de generarlos. Sólo es una vuelta a la manzana, según se sabrá sobre el final de la obra, pero resulta una gran aventura en la que se van sucediendo, con buen ritmo, una gran cantidad de personajes, situaciones y recursos, con mucha danza y movimiento, pegadizas canciones originales y ritmos que van de la chacarera al rock, del dance a la balada o el candombe.
Agustín Morcillo, Brico Spoliansky, Martina Gurevich y en especial Mariangeles Re se lucen cantando, bailando y actuando, y poniéndose, de un cuadro a otro, en la piel de una cantidad diversa de personajes, desde el maléfico señor Mute, el vecino que odia la música porque cree que el silencio es salud, hasta una chiflada vendedora de celulares.
La referencia a Midón, dice Tamara Gurevich, directora y coreóografa de la obra, es cercana a todos los que hacen Parche..., por diferentes motivos: “A mí me toca de cerca, porque trabajo desde hace doce años en la escuela de Gabi Goldberg. Ella ha trabajado mucho con él y lleva su impronta a las clases, las coreografías, el modo en que concibe los espectáculos, pensados tanto para chicos como para grandes, el modo en que transmite un mensaje. Mi hermana Martina, además, trabajó con Midón en uno de sus espectáculos, La familia Fernández: hacía de Vicky Fernández, la más chiquita, era una pioja, tenía siete años. Y yo, obviamente, fui a ver todas las funciones, me sabía la obra del derecho y del revés. Agustín (Morcillo) tuvo toda su formación en Río Plateado, la escuela que tenía Hugo. Y Mariangeles Re, por supuesto, es su admiradora. Así que para todos nosotros, Midón es una referencia y es un norte: siempre tomamos como ejemplo su manera de dirigirse a los chicos, dándoles el espacio que se merecen y sin juzgarlos, pensando que no van a entender porque son chicos”.
A Gurevich y Morcillo les llevó dos años pensar las canciones y la obra, y un vertiginoso par de meses llevarlas a escena, en una jugada independiente. En el tiempo que lleva en cartel, dicen que han recibido un halago que los enorgullece: “Mucha gente nos dice: me lloré y me reí todo. Poder pasar por todas las emociones, es una linda manera de sintetizar la experiencia teatral”, comentan. Esas emociones, puestas en personajes que son niños, son las mismas que llegan a los adultos, advierten: “En un punto, Parche... es bastante autobiográfico, todos nos sentimos reflejados en eso de que nos cuesta mostrar nuestros sentimientos, expresar algo que tenemos adentro, esa necesidad de soltar lo que se siente para ser fiel con uno mismo y seguir tus propios sueños”, agrega Morcillo. “Aceptar las diferencias, tener confianza en uno, decir las cosas que sentimos, de todo eso habla la obra. La verdad, no es algo que incumba solamente a los chicos”.
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