El cine, como arte siempre fascinante, gran motor de fantasías y educador sentimental de todas las épocas, ha dado tela para cortar, también en todos los tiempos. Dos propuestas actuales lo tematizan desde diferentes disciplinas, en ambos casos con el ojo puesto especialmente en el público infantil, aunque sin excluir al adulto. Está, por un lado, Clac! Una obra de película, que en una tercera exitosa temporada (y después de haber cosechado varios premios) sigue mostrando con humor, desde el teatro y el clown, la evolución del séptimo arte, hasta llegar al 3D. Recientemente se editó, por otro lado, El tren mágico, del ilustrador y escritor Javier Peña, editado por Calibroscopio, una manera totalmente diferente y exquisita de abordar la historia del cine, con sus recordados hitos. Una y otra resultan maneras de repasar lo visto y de generar ganas de ver, en las que subyace un amor compartido por esas películas que han hecho este mundo un poco más lindo.

El Clac! al que hace alusión el título de la obra de teatro es, claro, el de la claqueta del director, que en cada Corteee! de una misma escena la va volviendo más y más desopilante, a medida que el tiempo mágicamente va pasando. Desde los comienzos mudos, hasta los posteriores subtítulos, el gran pasaje al cine sonoro, los efectos especiales, hasta llegar al 3D, logrado teatralmente de una forma que despierta carcajadas, se logra contar una historia compleja de manera clara, con los recursos del teatro y el clown. Y se logra, además, algo poco frecuente: reunir en una misma sala a chicos ya más grandes –esos que ya consideran que el teatro es “para chiquitos” y son, por tanto, los más difíciles de seducir– con otros efectivamente más chicos, que tal vez no capten toda la historia, pero a los que los recursos del clown logran mantener atrapados. Las muy buenas actuaciones, el libro y la puesta (que ya le valieron a la obra diez Premios Atina y el Premio Teatro del Mundo), terminan por enganchar también a la otra parte del público, la de los adultos “que acompañan”.

Algo similar en cuanto a esta amplia posibilidad de recepción, desde otro lugar y con un abordaje bien diferente, ocurre con El tren mágico. El ilustrador y escritor Javier Peña tiene cancha en un arte singular: logra retratar a la gente imaginándola de pequeña. Y así hizo en este libro con James Dean, Humphrey Bogart, Marilyn Monroe, Rodolfo Valentino o Charles Chaplin. Lo que hizo es en verdad algo excepcional: captar pequeños grandes momentos de recordadas películas de todos los tiempos, “adaptarlos” desde una lógica que implica muchas veces una mescolanza particular, componiendo una imagen con los personajes de esas películas, pero presentados como niños.

Todo comienza, ya desde la tapa, con Buster Keaton y aquel Maquinista de La General. Ese tren mágico toma envión un poco más atrás en el tiempo, con el Viaje a la luna de George Meliés. Y va avanzando, “descarrilado como la imaginación cuando se libera de la razón”, también en una sucesión temporal. Así recorre Metrópolis, El cantor de jazz, La novia de Frankestein, King Kong, Tiburón, Volver al futuro, ET. Y personas y personajes como Chaplin, Marilyn y su polllera al aire, Rodolfo Valentino, los diferentes monstruos o los robots del cine, o los bailarines, o el mundo del hampa, o del Lejano Oeste. En la vuelta de tuerca del final, los lectores conocen también a los inventores del cine. Lo particular de este viaje mágico es que recorre “un mundo en el que las personas no envejecen y donde ocurren las cosas más estrafalarias”. Justo, justo, como en el cine.

Con escenas más o menos conocidas, guiños y pistas que se extienden hasta las solapas, El viaje mágico logra una travesía emotiva, además de abrir rieles hacia las ganas de saber y ver más, con sus sorprendentes ilustraciones. Desde el teatro, y con el humor y el absurdo como armas, Clac! logra una operación similar. Uno y otro parten de un común amor por el cine que se evidencia, y que se logra transmitir.