Lunes, 25 de julio de 2016 | Hoy
CHICOS › PEPPA PIG. LA BúSQUEDA DEL TESORO
Por Karina Micheletto
Qué raro es ir al teatro a ver la tele. Más raro es ir al teatro a ver un dibujito que tiene como marca ser plano, de líneas rectas y simples, sin matices en los colores ni en los trazos. Así es Peppa Pig, como bien saben hoy muchos padres y madres del planeta, y podría decirse que esa marca es parte del encanto de la serie televisiva. Llevada al teatro, ha logrado conservar todas estas características. Perdiendo, por las mismas y otras razones, todo su encanto. Claro que los chicos, como los grandes, quieren ver a sus héroes en vivo y en directo, y por eso Peppa Pig. La búsqueda del tesoro, con funciones diarias en el teatro Gran Rex, es uno de los espectáculos que más tickets vendió en estas primeras vacaciones del segundo semestre. Así las cosas, la sección Chicos se embarca en La búsqueda del tesoro.
Anunciado como un “arrollador éxito” en venta de entradas, los productores avisaron que, ya antes del comienzo de las vacaciones, este espectáculo teatral basado en Peppa Pig –el “show oficial”–, había vendido más de quince mil entradas, que se sumarían a las más de 25 mil que ya lo habían visto con teatros llenos en Córdoba, Mar del Plata, Rosario y Mendoza. Es así uno de los más convocantes de la cartelera porteña de vacaciones de invierno, solo superado por Disney on ice (con hasta tres funciones diarias en el Luna Park, un estadio de mayor capacidad) y Peter Pan. Todos podemos volar, que en el mismo Gran Rex sigue agregando funciones y colmando la capacidad de este teatro de 3300 butacas.
Pero yendo a lo que pasa sobre el escenario, allí aparecen Peppa y su hermanito George, los amigos Danny Perro, Suzy Oveja, Pedro Pony. Y la Señora Coneja, que maneja todos los medios de transporte (“tengo más de un trabajo”, aclara en uno de los diálogos). No falla con los chiquitos, que adoran ver pasar el tren, el colectivo (el autobús, según ya han aprendido en el neutro), el auto. A menos que también vean al señor de técnica que está tirado moviéndolos desde atrás, como ven todos los que ocupan las bandejas del Pullman. O que, en un pequeño error de cálculo en la escenografía, los muñecotes no entren en los transportes diseñados (“mirá, mamá, ése se quedó corriendo atrás del autobús, ¡no lo dejan subir!”, comentó, preocupado, un espectador de tres años a esta cronista).
La búsqueda del tesoro es lo que hacen Peppa y sus amigos, y termina en el barco del Abuelo Perro. Otro clásico: el encanto del mundo pirata, la aventura de seguir las pistas, imaginar el tesoro (¡¿qué será, qué será?!). En los distintos medios de transporte (y siempre con la sobreexplotada Señora Coneja al volante) los personajes van a la montaña, a la playa, al bosque, mientras siguen las pistas. Finalmente descubren que han estado girando en redondo, y que el tesoro consiste en un cofre del que salen globos dorados “¡para todos!”. Hay que avisarles a los guionistas que los niños suelen tomar literalmente lo que les dicen, y además recordarlo cuando es algo que les conviene, así que si no va a haber globos dorados “¡para todos!”, o al menos no los van a vender a la salida, sería útil que cambien esa línea argumental.
Para hacerlo tendrían que re-grabar una pista en continuado, que es la que suena durante todo el espectáculo, con las canciones y las voces para el playback de todos los muñecotes, y también de Daisy, el único personaje humano que se agrega, con una humana capacidad para bailar, moverse e intercatuar, que se agradece. Hay papis y mamis que, aprovechando el hambre que despierta el horario de la función (va al mediodía), han convencido a sus hijos para partir en el entre acto. Si son muy chiquitos, también les pueden decir que terminó ahí. Los que se quedan asisten a los únicos momentos que despiertan aplausos, porque en la segunda parte (¡al fin!) se introducen nuevos recursos, los del teatro negro, con los animalitos acuáticos. La función termina y hay un modo de calmar a los niños que siguen pidiendo su globo dorado: ¡vamos a casa a ver Peppa Pig!
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