Viernes, 29 de julio de 2016 | Hoy
CHICOS › LA ETERNA VIGENCIA DE LA OBRA DE HUGO MIDON
Por Karina Micheletto
Te quiero contar, que después de tantos años,
volverse a encontrar, es muy necesario…
Casi tres décadas después de cantar estos versos por primera vez, Roberto Catarineu y Carlos March vuelven a entonarlos sobre un escenario. Lo hacen ahora en un trío protagónico que comparten con Laura Conforte, en el lugar que ocupaba Andrea Tenuta. Vuelven los payasos Rocat y Camar, y ahora los acompaña Lauco. Vuelven la genial obra de Hugo Midón y Carlos Gianni, hoy convertida en clásica. Vuelve Vivitos y coleando. Lo que es más impresionante: lo que cuenta y lo que cantan sus canciones, no solo se mantienen frescos y potentes con el paso del tiempo, sino que hoy relucen especialmente, más vigentes que nunca.
Y el problema es plantearse los problemas
y quedarse sentadito sin buscar la solución.
El problema, el mayor de los problemas,
es hacer la vista gorda, y que gane el más mejor…
Esta es la segunda temporada para este clásico de regreso, que en su recorrido ya cosechó reconocimientos como el Ace al mejor infantil y cuatro Premios Hugo el año pasado. El teatro El Picadero (en ese pasaje que parece irreal, zigzagueando en plena Corrientes y Callao) sigue lleno, y se siguen agregando funciones. Además de dos de sus actores originales y de Gianni, con su música, sigue respaldando esta obra el habitual equipo creativo de Midón: Doris Petroni, a cargo de las coreografías, Mónica Toschi en el vestuario. Y talentosos actores y actrices como Julián Pucheta, Flavia Pereda, Rodrigo Cecere y Vicky Barnfather. Todos ellos hacen honor, con oficio y ductilidad, a la nariz colorada que portan como estandarte midoneano.
Si cada cual cuida su quintita
sin pensar en los demás…
cuando necesite agua
ni una gota encontrará.
Yo no me arreglo solito,
yo no me quiero arreglar.
Yo no me arreglo solito,
necesito a los demás.
“Todos los que estábamos ahí sentados sabíamos que veníamos de resucitar hacía muy poquito, y necesitábamos volver a mirarnos a los ojos y reencontrarnos para decirnos lo que solamente el genio de Hugo Midón pudo traducir con su habitual simpleza”, recuerda en el programa de mano Manuel González Gil, que hoy es el director de la obra, sobre aquella primera experiencia de fines de los 80. Pasaron los años, pasó Vivitos y coleando primero por la tele, luego en sus tres ediciones en el teatro, ya en los 90 pasó Locos ReCuerdos, otro fruto de aquel germen. Quedó una obra que hoy sigue emocionando, divirtiendo y diciendo con potencia, y que –qué cosa con los clásicos– pareciera pensada para estos tiempos que corren hoy.
Si cada cual cuida su casita
y sus cosas, nada más...
y se cierra con candado,
nunca nadie le abrirá..
Yo dejo una puerta abierta
para que se pueda entrar.
“Yo sé que hay muchas cosas que los chicos no van a entender en toda su profundidad; a lo mejor lo entienden literalmente. Por eso a veces los niños se ríen con una cosa con la que los padres lloran”, decía Midón en una nota a este diario. Y es que él pensó su teatro, y Gianni sus canciones, para hacer reír y llorar a todo público. Pero en estas funciones hay más lágrimas (muchas), por otros motivos: para toda una generación de los que hoy son padres, madres, y también abuelos y abuelas, este regreso, y de este modo, es un ataque directo al corazón. Así que lloran, nomás, y se ríen, como sus hijos y sus nietos. Se sorprenden con el oficio de los protagonistas, animales de escena. Se enamoran con “Y sé por qué”, se enternecen con “Botella al mar”, se ríen con “Mi padre no tiene corazón”, se ven descubiertos en “El teléfono”. Cuentan los velos de los estereotipos sociales que se corren, mientras cantan y bailan con un balde, con un cepillo de dientes o con una brocha gorda. Se suman al coro del final: vivitos y coleando, como un barrilete, siempre buscando... Ah: los chicos también la pasan muy bien.
Te veo bien. Estás siempre buscando. Te veo bien.
Vivito, vivito y coleando.
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