Martes, 3 de marzo de 2009 | Hoy
DANZA › EL BAILAOR RAFAEL AMARGO PRESENTA SU NUEVA CREACIóN
Con un formato más próximo al cabaret, Dardos al corazón promete una velada íntima entre artistas y público. “Pertenezco a una nueva generación de bailaores que apuestan por un flamenco que no esté encorsetado como antiguamente lo estaba”, dice.
Por Alina Mazzaferro
Rafael Amargo llegó a Buenos Aires para vestirse de canalla y ofrecer un espectáculo con aires porteños, en el que la danza flamenca se mezcla con la poesía, los boleros más románticos, la copla española y varios tangazos. Junto a los músicos locales Julián Vat y Leo Sujatovich, el bailaor se presentará en La Trastienda (Balcarce 460) hoy y el próximo martes a las 20 con Dardos al corazón, su nueva creación que, con un formato más próximo al cabaret, promete una velada íntima entre artistas y público.
“No es un espectáculo como los que están acostumbrados a ver quienes conocen mis otras obras, que en general están pensadas para grandes escenarios. Este es mucho más cercano al público”, adelanta Amargo. Y, si bien no quiere contar detalles para conservar la sorpresa, da algunos indicios para imaginar los dardos que lanzará: “Habrá un maestro de ceremonia, Antonio Culebras, de la banda Glamour To Kill, que le dará ese toque cabaretero” y una puesta poco tradicional, que incluye varios escenarios y artistas desplegando su potencial codo a codo con el espectador.
Amargo confiesa que hace rato que quería armar una propuesta de semejante intimidad, mezclando la música, el baile y la poesía y estableciendo con el público una relación de “mano a mano”. Sin embargo, no es la primera vez que el artista fusiona lenguajes; más bien, ésta es su especialidad: desde que presentó su compañía, en 1997, combinó el flamenco con la danza contemporánea, el folk, la poesía de Federico García Lorca y proyecciones audiovisuales en Poeta en Nueva York (2002); se animó a coreografiar una versión más moderna de El amor brujo (2003), el ballet de principios de siglo XX con música de Manuel de Falla, y realizar una versión de Don Quijote con la estética de un videojuego (DQ... Pasajero en Tránsito, 2005). Asimismo, Enramblao (2004) y su segunda parte, Enramblao 2 (2008), fueron espectáculos multidisciplinarios, en los que incorporó multimedia y elementos de breakdance, teatro y circo.
Amargo define su obra como ecléctica. Está muy lejos de ser un purista del género; en realidad, pertenece a una nueva generación de bailaores que apuestan por un flamenco que “no esté encorsetado como antiguamente lo estaba –dice–. Quienes hayan podido ver la muestra de Ruven Afanador podrán darse cuenta, por las mujeres que allí se retratan, que el mundo del flamenco ya no es tan ortodoxo”. La muestra a la que hace mención Amargo es Mil besos (inaugurada con motivo de la Primer Bienal de Flamenco en Buenos Aires, que concluyó el domingo pasado) y puede verse a lo largo del dique tres de Puerto Madero hasta el 23 de marzo. Como las fotografías de Afanador, la obra de Amargo pretende “hacer que la gente llore, ría, se encuentre con sus sentimientos a flor de piel, salga con una energía diferente”.
Quizás Amargo deba su eclecticismo y afán rupturista a su formación, también muy diversa: él no provino de una familia gitana ni de tradición flamenca, si bien su padre era aficionado al cante. Se educó en danzas clásicas, españolas, folklore y flamenco, para luego especializarse en este último. Sus referentes fueron Antonio Gades y Mario Maya, con quienes pudo compartir el escenario. Formó parte durante casi ocho meses de la escuela de danza contemporánea de Martha Graham, una de las más prestigiosas en Nueva York. Pronto se dio cuenta de que el flamenco era lo suyo y no el contemporáneo, porque “siempre me gustó ser el primero de la clase y en flamenco cogía la garrota con más fuerza”. Sin embargo, en sus coreografías, quien tenga la mirada entrenada podrá distinguir la herencia de la gran Martha Graham, “en un pequeño gesto, en una pose, un movimiento de la mano”.
Polifacético y atrevido –así es como él mismo se define–, Amargo sentencia que “en la vida hay que ser arriesgado, sobre todo si uno es artista” y prefiere llevar a cabo sus ideas, por más extravagantes que éstas parezcan, “aunque luego me critiquen”. Esta metodología fundada en la prueba y el error, en la novedad y el afán vanguardista, lo ha llevado a resultados con repercusiones asimismo heterogéneas. Por un lado, recibió numerosos galardones, entre ellos cuatro Premios Max de las Artes Escénicas, el Premio Positano Leonide Massine de la Danza, el de la Asociación de Profesores de Danza Española y Flamenco y actualmente es uno de los nominados a los Laurence Olivier Awards por su coreografía en el musical El Zorro, estrenado en Londres. Por el otro lado, cuando en 2007 fue convocado para dirigir la Gala de Elección de la Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, sus decisiones causaron tal revuelo que el Ayuntamiento de la isla llegó incluso a proponerse demandar a Amargo por daños y perjuicios por haber dañado la imagen de semejante evento.
Más allá de este trago amargo, Rafael continúa con su carrera con la misma intención de renovación, “siempre abierto a nuevas propuestas”. “Quien ha visto mis trabajos sabe en dónde está la diferencia –afirma–. Yo he trabajado siempre de una manera muy amarga, pero en el buen sentido de la palabra.”
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