DANZA › DOS PROPUESTAS PARA CELEBRAR EL BICENTENARIO
Criollo es la nueva creación de Gerardo Litvak, y Febo asoma, una pieza que Mónica Fracchia estrenó en 2004 y ahora volvió a escena. En ambas, lo arcaico se funde con lo contemporáneo.
› Por Alina Mazzaferro
De pronto, la ciudad se ha vuelto blanca y celeste. Hay banderas, escarapelas en las solapas de los sacos y fiestas de todo tipo se prepararon con motivo del Bicentenario, en las calles o en los teatros oficiales. Desde los circuitos off y con producciones independientes, la danza contemporánea también ofrece al menos dos propuestas que, intencionalmente o no, rinden homenaje a los doscientos años de la patria. Obras con olor a criollismo, con los colores de la Nación, con la reverberación del zapateo del gaucho. Piezas donde el folklore y la tradición sirven de inspiración a los nuevos formatos de la danza.
Se va la primera: En Criollo, la nueva creación de Gerardo Litvak, cuatro intérpretes masculinos con vestuarios campestres se mueven al ritmo del folklore nacional, mostrando las destrezas de sus ágiles pies. Pronto, la competencia de malambo se transforma en una suerte de rave electrónica en la que estos gauchos asumen nuevos desafíos, ahora con un fondo sonoro más urbano. A continuación, sorprende una cumbia y, así, estos criollos se sintonizan cada vez con nuevos ritmos y nuevas reglas de la cultura nacional. Litvak asegura que su punto de partida para idear esta obra fue el intento por descubrir cómo la patria se inscribe en los cuerpos, en qué lugares de ellos se aloja, cómo “se hace carne” la nacionalidad. “La idea era trabajar con los símbolos de lo argentino”, explica. “Empecé desde lo más general: el fútbol, el mate, la pampa gigante y desierta, la concentración poblacional en la capital opuesta al gran territorio vacío. Luego aparecieron los símbolos del movimiento: el folklore y el tango. Me interesó trabajar con el material cinético que estas tradiciones proveían y no con el baile armado y reconocible, con la intención de crear un nuevo lenguaje. Finalmente, descubrimos las transformaciones de estos símbolos, porque hoy está el malambo pero también la cumbia –no la centroamericana sino la del Gran Buenos Aires–, es decir, lo arcaico se funde con lo contemporáneo.”
El resultado de esa investigación ofrece algunas respuestas: los hombres son machos ciento por ciento argentinos, morochos de barba y bigotes que muestran su fuerza, su destreza, su seguridad. Bailan sin detenerse desde el principio hasta el fin, con el orgullo del sudor en la frente. El lenguaje que construye Litvak para estos gauchos modernos es un pastiche que combina el zapateo del malambo –aunque sin botas– o la gracia del pericón con la superposición veloz de movimientos centrados en el detalle, tan minúsculo como indispensable. “Es mi mirada sobre lo argentino, sobre los símbolos nacionales, que son construcciones atravesadas por un montón de factores, políticos, económicos y sociales”, concluye el coreógrafo.
Y se va la segunda: sin duda Mónica Fracchia es la coreógrafa que más ha trabajado la fusión del folklore y el contemporáneo. Con su compañía Castadiva, que sostiene con esfuerzo hace más de una década, elaboró una trilogía dedicada a la argentinidad. La primera obra de esta serie fue Sudakas y en ella reafirmó la identidad nacional desplegando varios de sus elementos más característicos. La última fue Fechas patrias, en la que revisó con nostalgia e incluso dolor algunos de los hitos de la historia nacional, desde el entierro de Evita hasta el golpe de Estado de 1976. En el medio se encuentra Febo asoma, la pieza de 2004 que ahora repone, quizá la más lúdica y divertida de las tres. Aquí, un grupo de estudiantes de delantal blanco cantarán y bailarán los himnos patrios; harán aparecer cada uno de los símbolos de lo nacional aprendidos en la escuela y reconstruirán la relación que el argentino ha tenido con ellos durante la niñez. Además, habrá una competencia entre la urbe y el campo, en un duelo entre el malambo y el tango. Los gauchos de Fracchia demostrarán ser tan resistentes y enérgicos como los de Litvak, pero incluso más virtuosos en su despliegue de piruetas y saltos. Fracchia reconoce su obsesión por lo nacional: “En toda mi trilogía aparece de diferentes maneras –asegura–; Sudakas es cómo nos llaman y también cómo nos ven. En Febo asoma recompongo mi pasado en la escuela pública. Además, siempre me atrajo la oposición entre los prototipos del campo y la ciudad, el típico Patoruzú versus Isidoro. Y en Fechas patrias, que ha sido convocada para participar del próximo Teatro X la Identidad, aparece lo más vergonzoso de nuestro pasado, las dictaduras, los desaparecidos, las Madres, Menem y De la Rúa”. Llega el Bicentenario y poco importa si los signos de la argentinidad tienen doscientos años o solamente cien, construidos por los criollos del Centenario que, ante la ola inmigratoria de principios de siglo, decidieron reivindicar al gaucho y al campo –antes representantes de “la barbarie”– como símbolos de la Nación y así afirmar su clase como dominante, legitimada no sólo por su poder económico sino ahora también por su posición hegemónica en el campo cultural. Cien años más tarde todos esos signos ya son parte de la tradición nacional, la que los manuales de escuela tanto se empeñaron en difundir. Así, el gaucho, el mate, la pampa, el caballo y los pasos de folklore con pañuelo en mano hoy reenvían a nuestros orígenes y se mezclan con las imágenes del Cabildo Abierto, las cintitas de French y Beruti (¿celestes y blancas?), las empanaditas calientes y el grito de una multitud decidida y agitada. Es ése el espíritu que se vive en estos días. Para quienes tengan ganas de seguir con los festejos, estas obras de danza contemporánea tienen todos los condimentos, los olores, los sabores y sobre todo esa pasión que arranca lo nacional. Dos piezas excelentes en las que los bailarines le sacan chispas al escenario, danzando hasta la extenuación. Criollo puede verse los viernes a las 23 en el Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034) y Febo asoma este viernes a las 21 en el Centro Cultural Carlos Gardel (Olleros 3640).
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