Sábado, 28 de mayo de 2011 | Hoy
DANZA › FEDERICO VUEGEN Y NATALIA FRANCHI HABLAN DE CASAS DE PAPEL
A partir de las estructuras montadas con naipes como eficaz metáfora, los bailarines, coreógrafos y docentes armaron una obra breve pero contundente sobre las relaciones interpersonales. “Solos no nos sostenemos. Necesitamos del otro para construir”, postulan.
Por Carlos Bevilacqua
¿Cuán fuertes son las relaciones que tejemos a diario? ¿Cómo se pueden mantener o fortalecer esos vínculos? ¿Por qué parecen tan frágiles? En torno de esas preguntas, tantas veces cruciales, giran las acciones de Casas de papel, una obra de danza-teatro de apenas 35 minutos que resulta original ya desde su metáfora axial: la de una relación de pareja representada en una de esas improbables estructuras montadas sólo con naipes. Desde principios de mayo, la idea cobra graciosas formas en Pata de Ganso (Zelaya 3122), donde tendrá nuevas funciones hoy y todos los sábados de junio, a las 19.
“Se supone que una casa es un lugar de abrigo, de descanso, aunque no siempre lo sea”, argumenta Federico al referirse al título de la obra. “Esas casas se sostienen porque están en equilibrio dos o más cartas. Con una sola es imposible. De la misma forma que solos no nos sostenemos. Necesitamos del otro para construir”, acota Natalia, entregando una clave de la ideología que sostiene la puesta.
Un espíritu lúdico, pícaro, por momentos de competencia infantil, mueve a los dos únicos personajes en la mayor parte de las escenas. “Si bien todo está cruzado por el juego, hay una segunda lectura sobre lo que se pone en juego en una relación: cuándo ganás, cuándo perdés, qué te equilibra, qué te desequilibra. Lo que en los chicos nos parece ridículo cuando quieren imponerse a toda costa o cuando no quieren compartir, los grandes también lo tenemos, a veces con un nivel de violencia y de salvajismo mucho mayor. En la obra, planteamos el comienzo de una relación con mucho de desafío mutuo, de lucha por el poder dentro de la pareja”, explica él. “Los dos se esmeran por ganar, pero para poder construir con otros siempre se necesita ceder algo. Si yo sólo quiero ganar, me voy a quedar sola”, observa ella.
Aunque con un fuerte valor simbólico, la interacción con las barajas españolas es un recurso más de la obra, cuyo lenguaje mestizo porta genes del contemporáneo, el contact y el tango, entre otras disciplinas que se combinan con lo meramente teatral. En ese contexto, se destaca un pasaje en el que el personaje de Vuegen lucha por controlar una mano que se mueve como con vida propia. Cuenta el intérprete: “El público se ríe, pero mi personaje lo vive como algo dramático porque está viviendo un conflicto interno. Para colmo, después esa mano pasa a ser un punto de atracción para ella, que no se interesa por mí como persona, sino por mi mano en una actitud de-sesperada, casi masturbatoria”. Es que esa mano, a la que él reta como si fuese un perro, sigue sus instintos y busca a su compañera sin inhibiciones. “A nivel físico, las posibilidades kinéticas de la mano son fascinantes –se entusiasma el bailarín– por todo lo que se puede descubrir investigando. Por otro lado, no es casual que la mano sea también la que construye, hace, forma, acaricia.”
La génesis de la obra tiene mucho que ver con las historias de sus intérpretes, a la vez creadores y directores. Cuando se conocieron, en el IUNA, hace cinco años, Federico venía de trabajar como bailarín de tango en la ciudad de Mendoza, de la que es oriundo, y Natalia, porteña, había cumplido diversos roles teatrales y coreográficos en Buenos Aires. Tras probarse como pareja con buenos resultados en varios trabajos conjuntos, decidieron probar el camino de la autogestión. Así fue como el año pasado lograron estrenar Casas de papel en Il Nuovo Teatro Della Comedia, de Livorno, Italia, como parte de una de las giras docentes que con frecuencia realizan por Europa. “Obviamente que armar algo propio es difícil, pero vale la pena. En la danza independiente pasa algo muy particular. Hay muchísimos bailarines talentosos, muy bien formados, que están esperando ‘la’ audición de ‘ese’ coreógrafo famoso en vez de atreverse a un proceso de creación propio”, lamenta Vuegen.
A tono con esa mentalidad inquieta, se propusieron desplegar las secuencias de la obra no sólo en teatros sino también en espacios no convencionales. A lo largo de 2010 actuaron en la Villa 21-24 de Barracas como parte del programa Entramados Culturales de Prodanza (organismo del que además reciben un subsidio para producir la obra), en la Casa Torquato Tasso de La Boca para sus alumnos adolescentes del taller de tango y en un comedor popular de Monserrat para chicos con problemas de vivienda como parte del programa Puentes Escolares del Ministerio de Educación porteño. “En todos los casos, se dio un intercambio porque ellos también nos mostraron algo artístico que vienen haciendo y después nos quedamos charlando entre todos. Encontramos una calidad y una calidez increíbles”, cuenta él, dándole pie a ella para explicar: “No nos interesa encerrarnos en el círculo de la danza. Quisimos llegar a otros lugares, a otros públicos, a ver qué pasaba. Obviamente que a las 3 de la tarde, sin luces y sobre un piso de baldosa, la obra se modifica. Pero justamente ahí está la riqueza del asunto”.
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