Sábado, 23 de noviembre de 2013 | Hoy
DANZA › RETROSPECTIVA DEL GRUPO KRAPP EN EL CENTRO CULTURAL SAN MARTIN
Hasta el 15 de diciembre, la compañía ofrece, los sábados, su Retrocedida Krapp, que consiste en una revisión muy particular de su obra. “La retrospectiva es para nosotros un proceso de investigación en sí mismo”, señala Luis Biasotto.
Por Carolina Prieto
Son una de las pocas compañías de danza-teatro que existen en la escena local y, desde su irrupción en el 2000, presentaron una serie de espectáculos que provocaron de todo menos indiferencia. Lo hicieron con un lenguaje potente: una energía física extrema, desaforada, basada en el choque y la velocidad antes que en el contacto; un humor absurdo y desfachatado; una total libertad para mezclar actuación, movimiento y música en vivo creando atmósferas extrañadas, oníricas o kitsch, muy difíciles de olvidar.
El grupo Krapp, formado entonces por los bailarines cordobeses Luis Biasotto, Luciana Acuña y Gabriela Caretti, el actor Edgardo Castro y los músicos Gabriel Almendros, y Fernando Tur, debutó con No me besabas? y consolidó su estilo con la exitosa Mendiolaza (2002), un drama coreográfico ambientado en un club social decadente poblado de criaturas bizarras. En este montaje, que causó furor en Buenos Aires y en el exterior, ya no participó Caretti pero se sumó otra bailarina notable, Agustina Sario. En Olympica (2007) la compañía comenzó a diluir cierta contundencia en la composición de los personajes en pos de un clima dominante, alucinado, en el que un puñado de ex deportistas intenta recuperar un pasado glorioso. Los dos últimos espectáculos, Adonde van los muertos (Lado B) y Adonde van los muertos (Lado A), del 2010 y 2011 respectivamente, son un díptico sobre el tema de la muerte y revelan la necesidad de salir de un terreno conocido para seguir experimentado. La fisicalidad feroz se tranquiliza, el video y los técnicos entran en escena y la búsqueda se centra en exponer los mecanismos de construcción: ¿Cómo representar la muerte en escena? Pero nada de solemnidad ni golpes bajos. Los Krapp no van por ese lado; estas dos obras generan unas cuantas y agradables sonrisas. Hasta logran que el espectador salga con una sensación de placidez.
Hasta el 15 de diciembre, la compañía ofrece en el Centro Cultural San Martín Retrocedida Krapp: una suerte de retrospectiva muy particular. No se trata de reponer obras como si fueran objetos consumados e inalterados por el paso del tiempo: ellos prefieren confrontarse consigo mismos y con sus trabajos pero desde el presente, con todo lo que implica poner el cuerpo, la cabeza y las emociones para ir hacia esas creaciones de otros tiempos y también hacia ellos mismos. En el bar del centro cultural, los artistas dialogaron con Página/12 sobre esta movida, que los exige tanto como los motiva. “La idea surgió hablando con Mariana Tirantte, nuestra escenógrafa y parte esencial del grupo. Pensamos primero en la posibilidad de hacer el díptico y ella sugirió hacer las otras obras también. Nos pareció un delirio hasta que empezamos a entusiasmarnos al punto de querer hacerlas en un marco que las sostenga”, cuenta Acuña.
–¿Cuál sería ese marco?
Luciana Acuña: –Nos molestaba la idea un poco egocéntrica de la retrospectiva en sí misma, preferimos que sirva para pensar qué es una retrospectiva, cómo se hace por ejemplo una obra que ya tiene más de diez años, qué se resignifica. Pensar una serie de cuestiones que tienen que ver con la danza y el arte en general: ¿Qué sentido tiene intentar reproducir esas obras del pasado?
Luis Biasotto: –La retrospectiva es para nosotros un proceso de investigación en sí mismo.
L. A.: –A medida que fuimos pensando en esto, se nos ocurrió por ejemplo qué pasa si para recuperar nuestra primera obra, ¿No me besabas?, convocamos a tres coreógrafos jóvenes, que hoy tienen la edad que teníamos nosotros entonces, para que aborden esa obra a partir de testimonios, críticas y fotos, pero sin recurrir al registro de video. Y nos hicieron muchas entrevistas a nosotros.
L. B.: –Nos preguntaron mucho sobre cómo estábamos nosotros en ese momento, qué nos pasaba.
Edgardo Castro: –Convocamos a Celia Argüello Rena, Florencia Vecino y el grupo Los Mismos, que van a mostrar tres reconstrucciones muy distintas de nuestro primer trabajo, con estéticas muy marcadas. Y lo interesante es justamente que aparezcan sus mundos personales.
–Los demás espectáculos los van a interpretar ustedes. ¿Cómo es el proceso de recuperar el pasado creativo?
L. B.: –Una mezcla de sensaciones conocidas y a la vez diferentes, porque ya no somos los mismos que antes. Es muy raro: como caminar por un lugar conocido, pero que a la vez cambió y es diferente.
L. A.: –Es difícil de explicar con palabras, es algo muy físico. Es como un déjà vu, como algo medio siniestro también. Lo más difícil no es tanto la recuperación del movimiento en el cuerpo, sino volver a un código de actuación que uno ya abandonó, porque ahora estás transitando otro. Y tenés que anular el juicio del presente y entrar en ese código de antes.
E. C.: –Totalmente, en Mendiolaza por ejemplo, manejamos un tipo de actuación mucho más representativa, más grotesca, con personajes definidos. Un estilo que hoy nos resulta un poco ingenuo.
–¿El paso del tiempo los llevó a modificar las obras?
L. B.: –Desde afuera se debe ver lo mismo. Las mismas coreografías, los mismos personajes. Pero nosotros nos sentimos distintos y es inevitable.
L. A.: –La que más nos está costando es Olympica porque fue un trabajo de transición. No queríamos seguir con la misma estética de Mendiolaza, fue un puente hacia Adonde van los muertos. Todavía no teníamos muy en claro hacia dónde ir. Tiene personajes, pero no tan claros ni reconocibles.
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