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Sábado, 23 de noviembre de 2013

MUSICA › HECTOR “POMO” LORENZO PRESENTARA SU SEGUNDO TRABAJO SOLISTA, BINARIO, EN VELMA CAFE

“Hacer un disco siempre es riesgoso”

El álbum tiene una inevitable ligazón con Jade, la banda de Spinetta de la que el notable baterista formó parte. “Tengo hecha carne la cantidad de años que colaboré con Luis Alberto y su forma de registrar es lo que intento ahora”, asegura.

 Por Cristian Vitale

De cuarenta años como músico de profesión, casi la mitad la dedicó al universo Spinetta. Todo Invisible. Casi todo Spinetta Jade y varios discos cosecha solista (Spinettalandia y sus amigos y Mondo di cromo, entre ellos). El resto se le esfumó entre los primeros y caóticos pasos de Los Abuelos de la Nada; uno de los mejores discos del rock argentino de la década del ’70 (Pappo’s Blues III), variados aportes entre Pedro Aznar, Andrés Calamaro o Fito Páez, y catorce años de estadía en España, donde acompañó a Rod Stewart y Joe Cocker, por citar dos estrellas que le orbitaron cerca. “Habrá sido por eso que no arranqué antes”, especula Héctor “Pomo” Lorenzo, y ríe con un tono grave, intenso, contagioso. “O por culpa de él, ¿no?”, puntualiza, sin abandonar la sonrisa. “La verdad es que a Luis le entregué absolutamente todo desde el día que lo conocí. Y creo que fue una entrega mutua.” Así explica el baterista de los mil recursos por qué inició su devenir solista bien entrado el siglo XXI. Por qué Primario, su debut en tal condición, salió en 2010, y por qué Binario, su sucesor, acaba de salir ahora que Pomo tiene 63 años. “Tengo hecha carne la cantidad de años que colaboré con Luis Alberto y su forma de registrar es lo que intento ahora: un disco tiene que tener un contenido y, al mismo tiempo, elementos que lo hagan envejecer lo menos posible.”

–Requisitos difíciles de cumplir...

–(Risas.) Bueno, sí, ahí va otra de las razones que explican por qué cuesta tanto armar un disco. Porque, además de sonar lindo, tiene que tener otros ingredientes... No sólo se trata de tocar bien, sino también de saber qué es lo que suena, las canciones, las melodías, hasta dónde los solos, y la letra como paso ineludible. Soy de los que piensa que el repertorio, una vez que se edita, una vez que uno le da la parida a ese hijo, le pertenece a la gente que lo oye, aunque a veces esa cronología no coincida con la del artista.

Pomo presentará Binario junto a su banda El Don (Pablo Suárez en bajo eléctrico, Javier Viñas en guitarras y Guillermo De Medio en teclados, más los cantantes Diego Mercado y Damián Oliver) el miércoles 27 de noviembre a las 21 en el Velma Café (Gorriti 5520). Y no queda mal, claro, entrarle por la vía spinetteana. Su perfil ecléctico se encuentra con cierta estructura que remite a Jade. A ciertos aires de aquella banda fina y genial, en rigor, que deja entrever una pieza de alto vuelo instrumental como “Binaria pasajera”, o la fusión químicamente impura de “BA Jungle” o los cortes jazzeros y viajados de “Polvo de estrellas”, por nombrar tres de las doce piezas que pueblan este collage musical. “La verdad es que hacer un disco es como meterse en camisa de once varas, un riesgo, pero a la vez es la única manera de honrar la vida. Y para mí esta profesión es vida. Me conformo con que el disco sea una música para el futuro, que alguien lo desempolve de una batea, como si desempolvara un libro viejo de una biblioteca y diga ¡que bueno lo que estoy leyendo!”, arriesga el versátil baterista, que también aguantó los palillos en bandas a pulmón como El Huevo, Sr. Zutano y Seleste, proyecto que armó David Lebón a principios de los ochenta.

–¿Asegura el nexo con Jade, entonces?

–No puedo medir lo que llevo puesto, que es todo aquello por lo que pasé, a lo que me dediqué, lo que aprendí... Tener algún tipo de sello, alguna marca, algo que reconozcas inmediatamente, que digas “ése es Pomo”. Creo que en cierto sentido suena a Jade, porque es diseñar un repertorio de acuerdo al auto que tenés para correr, no correr con el auto en cualquier circuito, sino en el que te va... y eso es lo que tenía Jade.

–¿Eso sólo?

–Y el hecho participativo, también. Esto no es Pomo y músicos que se reemplazan entre sí, esto es una banda de cuatro y por eso el espacio para que haya composiciones en conjunto, y de los integrantes. Esta es la manera de trabajar que llevo hecha carne. La única manera de elevar la creatividad es que cada uno, en su departamento, haga lo que se le dé la gana.

–¿Por eso El Don?

–El Don, sí, porque cada persona que está comprometida con este proyecto tiene una muy escueta ficha técnica. Acá no hay vacas sagradas ni vendemos apellidos, acá están los que tienen que estar y están todos dotados por un maravilloso don. Además no hay pinchazos ni ediciones, y responde a mi mejor formación, que es de cuatro.

–Invisible eran tres.

–Pero Jade es la mayor expresión del repertorio que Luis bocetó en Invisible.

–¿Qué nombra el nombre Binario?

–Una continuación del disco anterior al que le puse Primario, porque es como si hubiese ido a la escuela primaria... como si estuviera haciendo los primeros palotes (risas). El primer tema se llama “Buscándote, encontré”, y eso se lo digo a la primera melodía, porque estuve buscándola desde que di de baja a mis alumnos y decidí encarar un disco: apareció ésa, y después “A mi papá” o “Pidan que sea ya”, todas buscadas. La diferencia es que en este disco no las fui a buscar, vinieron solas. Fue un proceso más craneado y hubo mucho tiempo de laburo invertido, en cambio Primario, como su nombre lo indica, es más liviano... Me lo dediqué a mí, muy sarcásticamente (risas).

–Ese disco no sólo fue romper el hielo, sino que aparece el mismo Spinetta poniendo su voz en otro de los temas: “The day at the day”.

–¿Cómo olvidarlo? El estaba cocinando una pizza, le dije que tenía una baladita así y así... “Cuatro notas que son tuyas”, le dije, entonces dejó el horno con la pizza, fue al micrófono, lo cantó y siguió cocinando. Fue una participación muy valiosa para mí y pienso que es una pena que no haya disfrutado de este Binario. El siempre me decía que yo ya tenía que tener cinco discos grabados y, bueno, no sé si llegaré, pero tres clavo seguro (risas).

Pomo se refiere al disco que completará su tríada solista, y que tiene en mente desde que la empezó, con nombre incluido: Histórico. Trata, básicamente, de versiones que recorren cronológicamente todos los proyectos de los que formó parte, desde los primeros Abuelos de la Nada y el Fito Páez de Circo Beat, con invitados a tono: David Lebón, Pedro Aznar, el mismo Páez, Alambre González, Juan del Barrio, Lito Epumer y Ricardo Mollo. “Pero primero tengo que recuperarme... Hay mucho stress, muchas divisiones, pedacitos de Pomo por todos lados”, se ríe.

–Muchos sostienen que con Machi Ruffino han conformado la mejor base de la historia del rock argentino. ¿Adhiere o le parece exagerado?

–Bueno, es un concepto instalado por un determinado espacio-tiempo, porque es imposible comparar el rendimiento de un auto del año ’30 con otro del 2000. Por algo los discos y las bandas se van elevando, ¿no? Pero siempre la elección de los remeros que van a iniciar el viaje es única e irrepetible. En el caso de Invisible, esto se exacerba porque trascendió, porque es una de las bandas eternas de Luis.

–La foto (musical) de Invisible en Vélez es de las más inolvidables de la historia del rock argentino...

–Incluso yo fui uno de los que abogó por que no hubiera ningún tipo de ayuda en Invisible, que fuese un trío, y me enfrenté a eso como requisito número uno... Si eso no sucedía, estaba dispuesto a entregar mi puesto a otra persona. Invisible debía mantener el mismo peso de su época, era más genuino, digamos: las mismas personas con los mismos elementos de aquel entonces. Y ese listón tan alto que dejó Invisible en Vélez se debe a la elección del repertorio por parte de Luis. Me pareció que se respetó la avidez por ver la banda hoy en día, darle lo mismo que sonó en aquel entonces. Que padre e hijo se dijeran “¿Y era así papá?”. “Sí, exactamente igual, pibe.” Eso hubiese sido imposible con Jade. Fue una noche inolvidable, un encuentro desbordante, un sueño.

–Como seguramente lo fue aquel encuentro entre Serú Girán y Jade en Obras, en septiembre de 1980.

–¡El River-Boca del rock! (risas). Fue un día muy especial, sí. Ese día estaba Fattoruso como invitado en la percusión y sonamos como la puta madre. Fue una noche inolvidable, una gran celebración poder compartir ese momento con las dos bandas. Más allá de mi vínculo emocional con García, no he colaborado con él, pero sí he trabajado con David, con Pedro y a Moro lo quise como a nadie en la vida... Fue él único artesano en mi departamento y apenas entraba yo a algún recinto, se ponía a gritar “éste es el mejor”, cuando hoy en día no hay nadie que pueda arrimar a ese tipo de honor implícito. Ya no se escuchan halagos por parte de los camaradas, y creo que eso forma parte de lo que es un grande.

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“No puedo medir lo que llevo puesto, que es todo aquello a lo que me dediqué, lo que aprendí”, afirma Pomo.
Imagen: Arnaldo Pampillon
 
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