Miércoles, 3 de marzo de 2010 | Hoy
CULTURA › UNA BIOGRAFíA LANZADA EN POLONIA CUESTIONA AL PERIODISTA
En Kapuscinski-Non Fiction, el periodista polaco Artur Domoslavski sostiene que varias crónicas son un híbrido entre realidad y fantasía y que el cronista nunca conoció al Che ni a Lumumba. El libro levantó una polvareda difícil de asentar.
Por Tony Paterson *
En buena parte del mundo occidental, Ryszard Kapuscinski fue ensalzado como el más perceptivo y brillante reportero de su tiempo. Como corresponsal extranjero, aseguró haber hecho amistad con el Che Guevara y haber escapado por poco a la muerte a manos de un escuadrón africano. Salman Rushdie dijo de él una vez que “vale por mil escritorzuelos llorones y fantasiosos”. A pesar de esos reconocimientos, la biografía de Kapuscinski que apareció esta semana en su Polonia natal retrata a buena parte de su trabajo como “una invención”. Kapuscinski-Non Fiction, escrito por el periodista polaco Artur Domoslavski, dice que “él construyó conscientemente su status de leyenda” y que “corrió las fronteras del reportaje hasta las tierras de la literatura”. Domoslavski dice que el periodista famoso por libros como La guerra del fútbol e Imperium nunca conoció a Guevara ni a muchas otras figuras que aseguró haber conocido en su trabajo como reportero trotamundos. Su historia del escape a la muerte en Africa es desestimada como una fantasía; su insistencia de que su padre fue prisionero de guerra en Rusia, una mentira.
Kapuscinski murió como héroe nacional en 2007, a los 74 años. De manera predecible, el ataque de Domoslavski desató en Polonia respuestas duras, cuando no directamente coléricas. El ex ministro de Asuntos Extranjeros Vladyslav Bartoshevski comparó a los editores de la biografía con “madamas de prostíbulo”. La viuda de Kapuscinski, Alicja, intentó en vano conseguir la prohibición del libro.
Y sin embargo, el trabajo de Domoslavski es plausible. Por muchos años fue colega y amigo personal de Kapuscinski, a quien llama “Richi”. “Solía llamarme para invitarme a ir a su casa a charlar”, dice Domoslavski, que trabaja para el respetado diario de Varsovia Gazeta Wyborczca. El autor dice que las sospechas sobre su colega crecieron porque habitualmente daba respuestas evasivas cuando se lo presionaba sobre los detalles de sus libros. Para investigar su biografía tuvo acceso al archivo privado de Kapuscinski, pero también siguió sus huellas y entrevistó a algunas de las figuras que aparecen en sus escritos. Su conclusión es que hay notorias inconsistencias.
Kapuscinski nació en Bielorrusia y creció en la Polonia comunista de posguerra. Tras estudiar en la Universidad de Varsovia, empezó como periodista en un periódico juvenil, antes de unirse a la agencia estatal de noticias PAP a fines de los ’50. Por décadas estuvo en la extraordinaria y privilegiada posición de ser el único corresponsal extranjero de la PAP. Pasó buena parte de su tiempo en Africa, cubriendo 27 revoluciones y golpes en todo el continente. Luego siguió cubriendo esa clase de conflictos en Asia y Latinoamérica. Uno de sus libros más célebres, La guerra del fútbol, es un recuento de la guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras, disparada por dos partidos de fútbol. En Gran Bretaña, The Emperor, el relato de Kapuscinski sobre el derrocamiento del emperador de Etiopía Haile Selassie, se convirtió en obra teatral y fue presentada en el Royal Court Theatre londinense. Pero Domoslavski concluye que Kapuscinski manipuló su cobertura para acentuar el efecto dramático. En su biografía cita a una conocida periodista etíope que, consultada por ese reportaje, responde que la mayor parte de esa cobertura se vería efectivamente mejor en un teatro que en una crónica sobre hechos reales.
Según Domoslavski, hay una manipulación similar en el caso del Che. Las solapas de algunos de los libros de Kapuscinski sobre Latinoamérica señalan que el periodista conoció personalmente al revolucionario argentino. Pero cuando fue interrogado por un biógrafo estadounidense de Guevara, el cronista admitió que la aseveración sobre Guevara era “un error” de su casa editora. De todos modos, los editores nunca removieron esa afirmación de los libros y Kapuscinski siguió sosteniendo en entrevistas posteriores que había estado con Guevara en peligrosas misiones. Domoslavski también cuestiona el relato del supuesto encuentro con Patrice Lumumba, rebelde congolés de los años ’60: su investigación muestra que Kapuscinski nunca pudo verlo en acción porque hizo su primer viaje a Africa tras el asesinato de Lumumba. También niega como “fantasía de autoimportancia” la historia de haber sido rescatado de la muerte en el Congo.
El escritor señala que la habilidad para manipular los hechos no se detuvo allí y ataca directamente la imagen de héroe de guerra que Kapuscinski atribuyó a su propio padre. Como prisionero de guerra de los soviéticos, le atribuyó haber escapado por poco de la masacre de Katyn durante la Segunda Guerra, en la que la policía secreta soviética asesinó a cientos de oficiales polacos. En la Polonia poscomunista, de catolicismo acérrimo, la historia parecía probar que Kapuscinski venía de una familia noble y patriótica. Pero aunque sostiene que su padre se las arregló para escapar de un transporte de prisioneros, Domoslavski mantiene que nunca fue capturado por los soviéticos.
Otras secciones de Kapuscinski -Non Fiction se internan en la relación aparentemente dudosa del reportero con las autoridades de la Polonia comunista. Domoslavski apunta que Kapuscinski tuvo el carnet de afiliación al Partido Comunista durante la mayor parte de su vida. Su reportaje sobre los países del Tercer Mundo ayudó en ese momento a convencer al público liberal de Occidente de que los problemas de la región eran producto del colonialismo occidental, y el autor dice que en ese sentido ayudó a la causa comunista. Pero el extremo de que Kapuscinski haya servido de manera indirecta al régimen comunista es apenas insinuado. El renunció al PC durante la era polaca de Solidaridad, pero Domoslavski sugiere que el régimen le permitió hacer eso para mostrar que no tenía intención de perseguir a una figura de reputación internacional. Señala, además, que la idea de abrir su expediente policial secreto le producía pánico. Pero es en el terreno de las crónicas de Kapuscinski donde Domoslavski deja caer su critica más ácida: “Algunos de sus libros no pertenecen al estante de no-ficción”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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