Sábado, 10 de abril de 2010 | Hoy
CULTURA › LA SEGUNDA EDICIóN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE LITERATURA EN BUENOS AIRES
Pablo Braun, uno de los directores del encuentro gratuito que tendrá lugar del 1º al 5 de septiembre en tres sedes, admite que “el show obviamente acerca a la gente”, pero se resiste a caer en el espectáculo que proponen festivales como el Hay.
Por Silvina Friera
La estrella de la ciudad será la literatura, los libros y los escritores y escritoras del mundo. Se viene la segunda edición del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), que se realizará del 1º al 5 de septiembre, esta vez con entrada libre y gratuita, en tres sedes, el Malba y dos más a confirmar, bajo el lema “Huellas”. Entre las visitas internacionales que ya dieron el “sí, quiero” se destacan el irlandés John Connolly, la italiana Susanna Tamaro, el francés Mathias Enard, el colombiano Santiago Gamboa, el peruano Iván Thays y el joven holandés Arnon Grunberg, autor de El mesías judío y Cómo me quedé calvo (novela que publicó con su heterónimo, Marek van der Jagt, por Tusquets), “un acróbata de la provocación” cuya obra corrosiva y delirante ha desatado un fenómeno en Europa. En el “manual” del festival ideal, sobre todo adaptado a estos pagos, el holandés –comparado nada menos que con Salman Rushdie y Michel Houellebecq– entraría en la categoría del “tapado” que puede eclipsar a las figuras. Los brasileños Milton Hatoum y Luiz Ruffato, los mexicanos Daniel Sada y Guadalupe Nettel y el uruguayo Dani Umpi estarían también entre los invitados. La sorpresa, uno de los platos principales en tratativas, es una importante escritora norteamericana. Pero los directores del festival, Pablo Braun y María Soledad Costantini –prudencia obliga–, no sueltan el nombre. La literatura uruguaya será la gran homenajeada en esta ocasión. Según lo anunciado esta semana, los organizadores están diagramando una programación que promete numerosas conferencias, entrevistas, diálogos, lecturas, recitales, performances y proyecciones.
Al principio fue una ilusión de “adelantados”: inscribir en la arena cultural porteña la tendencia de los festivales literarios en un momento en que se empezaba a sentir que, increíblemente, Buenos Aires se estaba quedando al margen de la corriente aceitada en ciudades como Segovia, Granada y Cartagena de Indias, con sus respectivos Hay Festival. El sueño se concretó hace dos años, en noviembre de 2008, cuando el filósofo italiano Gianni Vattimo inauguró la primera edición del Filba y más de 5000 espectadores asistieron a las actividades programadas. Braun, el muchacho que hace dos años andaba de acá para allá, de la carpa instalada al lado del Malba hasta las salas, subraya la variedad generacional y diversidad literaria de este encuentro. “El Filba fue un hecho trascendente y mucha gente nos alentó a repetirlo –resume uno de los directores ante Página/12–. Mi premio mayor fue que en el mes de noviembre llegaron los libros de Daniel Alarcón y Edmundo Paz Soldán. El festival forzó a las editoriales a imprimir los libros acá o a traer ejemplares, y eso hizo que se conocieran varios escritores, que es el mayor aporte que se puede hacer: acercar autores poco conocidos a los lectores argentinos.”
Otro ejemplo, menciona el director, es el de la escritora irlandesa Claire Keegan. Aunque la editorial Eterna Cadencia publicó el libro de cuentos Recorre los campos azules unos meses antes, el hecho de que haya participado en el festival sirvió para incrementar el bichito de la curiosidad. Y que fuera más leída. “Desde ese lugar se cumplió con creces uno de los objetivos: difundir la literatura. En el caso de Horacio Castellanos Moya –compara–, creo que era más conocido, pero el Filba ayudó a darle más visibilidad.”
El Hay Festival es el punto de referencia ineludible para cualquiera que pretenda emular una experiencia similar. “Los festivales literarios suelen ser bastantes parecidos: concentración de muchos escritores en pocos días. La diferencia es que el Hay abre más el espectro al invitar a músicos. Nosotros quisimos concentrarnos en la literatura, darle una importancia mayor al programa literario, y que no venga un escritor o una estrella de rock solamente a hablar de cualquier cosa. Lo nuestro tiene más sustento”, afirma el director del Filba. “Huellas”, título-consigna de la segunda edición, “remite a cuál es el paso que deja la literatura en la vida de un escritor o en una persona que lo ha leído”, aclara Braun. “La idea es invitar a autores no tan conocidos como Mathias Enard, que tiene dos libros publicados por Norma y me parece muy interesante. La combinación ideal es consagrados con no tan conocidos”, pondera. En una especie de “manual” que leyó sobre los festivales, con recomendaciones de la A hasta la Z, en uno de los puntos decía “que lo mejor que te puede pasar en un festival es que un ‘tapado’ o un desconocido opaque a los conocidos”. Si en 2008 se recordó a Roberto Bolaño, en septiembre el protagonista del homenaje no será un escritor, sino el conjunto de la literatura uruguaya, con charlas sobre los clásicos y raros del país, Felisberto Hernández, Armonía Somers, Juan Carlos Onetti, Mario Levrero, Marosa Di Giorgio, pero también sobre los autores contemporáneos. “La literatura uruguaya ha cobrado una relevancia en estos últimos años a través de la reedición de muchos autores. Es un país vecino muy querido por los organizadores”, admite Braun, un fanático de las obras de Levrero.
En el rubro “novedades” resulta imposible soslayar el contexto de esta segunda edición. El Bicentenario estará presente a través de foros y mesas redondas en las que se polemizará sobre los paradigmas literarios que prevalecieron en este último siglo, en Argentina y en Latinoamérica. Otro aporte será la sección “¡Sale Filba!”. “La idea es que los autores vayan a leer a plazas y librerías en distintos barrios, que el festival recorra un poco la ciudad para que no sea tan estático y haya más interacción”, precisa Braun. En toda inauguración late soterradamente la famosa locución latina veni, vidi, vici (“fui, vi, vencí”); la impresión que instaura es la del mero ejercicio de destreza oratoria del elegido/a. La edición anterior, inaugurada magistralmente por Vattimo, le dejó a Braun la sensación de que “se perdió la posibilidad de que él estuviera dentro del festival, interactuando con los otros invitados”. Así que por ahora está meditando con Costantini y con el coordinador ejecutivo, Patricio Zunini, sobre la manera de inaugurar de un modo distinto el Filba.
“Un festival consigue que la literatura circule y que tenga una importancia que no se le da en otros momentos –plantea Braun–. Para algunos los festivales no sirven; para otros, son muy útiles. Algunas veces los escritores se presentan como si fueran estrellas de rock que vienen a hablar y se pierde un poco el eje de la lectura. Pero a la larga, con algunos sinsabores que genera la organización, el balance es siempre positivo.”
–¿Está insinuando que es necesario un poco de show para que la gente se acerque a los libros?
–Cuando estuve en el Hay de Cartagena, la mesa que más gente llevó fue una charla entre Juanes y Miguel Bosé. En el Filba no hacemos este tipo de actividades, aunque la música tenga un lugar, pero más desde Dani Umpi o Gabo Ferro. El show obviamente acerca. El tema es tener cuidado con el límite, que no sea sólo un espectáculo para que la gente llene un lugar y no quede nada. No hay que ser un renegado y hacer una cosa oscura o híper académica, porque no termina yendo nadie o va una parte de la academia. No hace falta difundir las letras en la academia; hay que difundirla entre la gente. Un poco de show, de descontractura, ayuda a que venga más público. Si una persona que no leía tanto se acerca a un autor y lo termina leyendo, y le gusta un poquito más la literatura que antes del festival, ¡misión cumplida!
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