Domingo, 30 de mayo de 2010 | Hoy
CULTURA › A LOS 74 AÑOS MURIO DE CANCER EL ACTOR Y DIRECTOR DENNIS HOPPER
Se hizo famoso con Busco mi destino. Compuso grandes villanos y fue un referente de la contracultura norteamericana.
Por Luciano Monteagudo
Su imagen siempre será la de Busco mi destino (1969), arriba de una chopper recorriendo las rutas del sur profundo de los Estados Unidos como si fuera el cowboy de la Era de Acuario, con su sombrero polvoriento y su chaqueta de flecos al viento. Pero la vida y la obra de Dennis Hopper –fallecido ayer en su casa de Los Angeles a los 74 años, después de una larga batalla contra un cáncer de próstata– fueron mucho más que ese poster que colgó en las paredes de toda una generación. Como actor, como director e incluso como fotógrafo, Hopper no sólo llegó a definir la iconografía de una época sino también a marcarla con su espíritu iconoclasta, rebelde, en algún momento incluso subversivo, al que Hollywood nunca pudo domar del todo.
De Nicholas Ray a Francis Ford Coppola, de David Lynch a Wim Wenders, pasando por Sam Peckinpah, Alex Cox, George A. Romero y Edgardo Cozarinsky, fueron muchos los directores de primera línea que convocaron a Hopper a lo largo de su extendida, irregular carrera, que suma casi 120 títulos en 55 años. Se diría, sin embargo, que nunca lo hicieron para que asumiera personajes que ya estaban formateados y definidos en el guión, sino más bien para que Hopper se interpretara a sí mismo, para que aportara su extraño, perturbador magnetismo, esa rara electricidad que parece atravesar su cuerpo y su mente cada vez que aparece en una pantalla. Casi nunca fue protagonista, pero tampoco un secundario en sentido estricto: le bastaba una escena para que sus pequeños ojos azules destellaran una luz de locura que amenazaba con incendiar toda la película.
Como director filmó un puñado de títulos pero alcanzó apenas la primera, la legendaria Busco mi destino, para cambiar de una vez y para siempre la manera en que Hollywood solía concebir el cine. La era de los grandes estudios y el sistema de estrellas ya estaba en crisis cuando apareció Easy Rider, pero la opera prima de Hopper terminó por derrumbarlos, de un golpe. La película, producida de manera independiente por menos de 400 mil dólares, recaudó más de 50 veces esa cifra y se conectó en todo el mundo con un público nuevo y joven que no se veía representado por el viejo Hollywood. Entroncado en el ánimo de la beat generation de Jack Kerouac y Allen Ginsberg, Hopper supo sintonizar con el espíritu de su tiempo y abrió las puertas para toda una nueva generación de cineastas, de Coppola a Scorsese. El nuevo Hollywood había nacido.
A su vez, la fecha de nacimiento de Dennis Lee Hopper está establecida el 17 de mayo de 1936, en Dodge City, estado de Kansas. La familia de clase media se mudó a Kansas City, Missouri, donde el adolescente Dennis asistió a los cursos que dictaba en el Art Institute de la ciudad el legendario muralista Thomas Hart Benton, quien con sus pinturas del viejo Oeste estadounidense contribuyó a forjar el imaginario del país. En el secundario se interesó por la actuación y se fue a estudiar al Old Globe Theater de San Diego y de allí directamente al célebre Actor’s Studio en Nueva York, justo en el momento del apogeo del célebre Método de Lee Strasberg, que fue su maestro durante cinco años. Allí Hopper conoció a otro alumno aventajado, James Dean, de quien se hizo muy amigo. Tanto que fue Dean quien lo convenció de que viajara a probar suerte en Hollywood, donde le consiguió su primer papel cinematográfico, en un film clave de la época: Rebelde sin causa (1955).
En la película dirigida por el gran Nick Ray ya se puede ver en el joven Dennis al futuro Hopper: como miembro de la pandilla que integraba Natalie Wood, trepado al techo del auto de Dean, feliz de ser parte de esa banda de chicos malos. Ese mismo año, la Warner incluyó a Hopper en el elenco de la siguiente película protagonizada por la nueva estrella del estudio, Gigante, que se convertiría en el trabajo póstumo de James Dean. El accidente fatal a bordo de su Porsche, cuando la película aún estaba en posproducción, fue todo un shock no sólo para Hollywood en general sino también para Hopper en particular, que admiraba enormemente a Dean. Fue Dean quien contagió a Hopper la idea de ponerse detrás de las cámaras, cuando le contó acerca del proyecto que tenía como director. Y fue Dean el que lo estimuló a profundizar en su pasión por la fotografía, al punto que Hopper desde entonces siempre cargó consigo una cámara, con la que llegó a hacer famosos retratos de Paul Newman, Andy Warhol, Tina Turner y Martin Luther King, entre muchos otros.
Algunos biógrafos adjudican a la repentina muerte de Dean la conducta errática y violenta que adquirió Hopper por aquellos años. El director Henry Hathaway lo echó del set del western From Hell to Texas (1958) después de haber tenido que repetir una misma toma 85 veces y le prometió que “nunca iba a volver a trabajar en Hollywood”. Hopper encontró refugio en las series de televisión, apareciendo –muchas veces como villano– en casi todas las más famosas de la época, desde La dimensión desconocida hasta Bonanza, pasando por Combate, El hombre del rifle y Cheyenne.
Volvió al cine de la mano del mismo director que lo había echado, Henry Hathaway, con el western Los hijos de Kathy Elder (1965), al tiempo que empezó a pintar y a coleccionar arte moderno, empezando por las serigrafías de su amigo Andy Warhol. El aire de libertad que respiraba por entonces el ambiente de cine de Nueva York –y la experiencia en The Trip (1967), el film motoquero-lisérgico de Roger Corman– lo llevó a imaginar que quizá no era tan difícil reproducirlo en Hollywood y fue así como empezó a desarrollar el proyecto de Busco mi destino. Junto a Peter Fonda y Terry Southern, Hopper escribió el guión y asumió la dirección, dejándole a Fonda la producción. Cuenta la leyenda que la relación entre ambos fue más bien problemática, lo mismo que el rodaje, pero para cuando la película aterrizó en el Festival de Cannes de 1969 se convirtió en un éxito instantáneo, con la historia de esos motociclistas fumones desafiando las convenciones y el orden establecido para terminar asesinados por una sociedad que, como dice el personaje de Jack Nicholson (en su primer papel consagratorio), “se llena la boca hablando de libertad pero le teme a cualquiera que la ejerza”.
La mezcla de amor libre, vida en comunas y celebración de las drogas que ya estaba en Easy Rider convenció a Hopper de que podía ponerla en práctica de manera literal en su siguiente película como director, The Last Movie. Rodada en 1970 en locaciones de la selva peruana, Hopper no tardó en gastar el millón de dólares que le adelantó la Universal y a cambio les entregó una obra en su momento incomprensible, con un montaje psicodélico sugerido por su amigo, el cineasta, escritor y tarotista Alejandro Jodorowski. A pesar del premio de la crítica que se llevó de la Mostra de Venecia ’71, The Last Movie –también conocida como Chinchero– fue un fracaso absoluto de público, una película maldita, que narraba sus propias condiciones de producción: la alienación que causa en una comunidad completamente ajena al mundo del cine la irrupción de un equipo de rodaje de Hollywood.
Hopper tardaría casi diez años en volver a dirigir. Entre tanto, se refugió en el cine de sus amigos off-Hollywood. Participó de The Other Side of the Wind (1971), el mítico proyecto inconcluso de Orson Welles; encarnó a un legendario pistolero australiano en Perro Rabioso Morgan (1972); se asomó como un espía en Les apprentis sorciers (1977), la primera película francesa del argentino Edgardo Cozarinsky; se lució como el personaje del título en El amigo americano (1977), la obra maestra de Wim Wenders, que reunía a varias generaciones de cineastas estadounidenses y europeos, y personificó al fotógrafo loco de Apocalypse Now (1979), en la que Francis Ford Coppola le soltó la correa y le permitió ser él mismo, un cronista alucinado de Vietnam y la demencia de su época.
En 1980, Hopper volvió a dirigir. Y a interpretarse a sí mismo. La película se tituló Out of the Blue y narraba la historia de un padre alcohólico y nihilista. Por ese entonces Hopper consumía dos litros de ron, tres gramos de cocaína y más de treinta cervezas por día. Coppola lo volvió a convocar para un personaje muy similar en La ley de la calle (1983), donde interpretaba al padre de Matt Dillon y de su hermano, el famoso Motorcycle Boy de Mickey Rourke. Pero quizás uno de los picos más altos de su trabajo como actor haya sido Terciopelo azul (1986), de David Lynch, donde provocaba escalofríos como el siniestro villano que acosaba las noches de Isabella Rossellini. “Es un hombre muy enfermo y peligroso”, lo definía el ingenuo protagonista, interpretado por Kyle MacLachlan. Y no era difícil creerle cuando Hopper aparecía como en una pesadilla, aspirando quién sabe qué sustancia a través de una máscara de oxígeno y susurrándole al oído a la Rossellini: “Mommy, mommy, baby wants to fuck!”
Después de un intensivo programa de rehabilitación, Hopper se puso otra vez en la silla del director y sacó Vigilantes de la calle (Colors, 1988), un preciso retrato de las distintas bandas que habitan el sur de Los Angeles, con Robert Duvall y Sean Penn como un policía veterano y otro novato. El paso siguiente fue Zona caliente (1990), un film noir con Don Johnson que trascendió básicamente por su banda de sonido, un histórico dúo entre Miles Davis y John Lee Hooker. Le siguió Camino de retorno (1991), que le trajo tantos problemas con sus productores que prefirió sacar su nombre de los créditos y firmar Alan Smithee, como Hollywood resuelve los litigios entre un director y su estudio.
Como actor, en los ’90 se hizo notar en Máxima velocidad y en Waterworld, donde interpretaba a los respectivos villanos. Y ya en esta década se dejó guiar por George A. Romero en Tierra de los muertos (2005), una feroz sátira política en la que su personaje –un cretino codicioso y racista– parodiaba deliberadamente al secretario de Defensa de la época, Donald Rumsfeld. Lo curioso del caso es que Hopper siempre estuvo afiliado al Partido Republicano, aunque en las elecciones de 2008 anunció públicamente que respaldaba a Barack Obama.
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