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Lunes, 15 de noviembre de 2010

CULTURA › JUANO VILLAFAñE Y LA COLECCIóN DE LIBROS DEL CENTENARIO AL BICENTENARIO

Pensar el pasado, pero mirar al futuro

Los cuatro volúmenes coeditados por el Centro Cultural de la Cooperación y el Fondo Nacional de las Artes concentraron el trabajo de una treintena de investigadores de diversas disciplinas.

 Por Facundo García

Si la conmemoración no sirve para volver sobre ciertas discusiones, es difícil que la realidad cambie. A eso apunta Del Centenario al Bicentenario, colección que coeditaron el C. C. de la Cooperación y el Fondo Nacional de las Artes. Los cuatro volúmenes hacen pie en plataformas literarias, plásticas, teatrales y musicales entre 1910 y la actualidad, desde los análisis de más de una treintena de investigadores de diversas disciplinas. Para el poeta, ensayista y director artístico del CCC, Juano Villafañe, la serie no podría haber nacido en mejor momento. “Los festejos de Mayo instalaron en la sociedad un deseo de reconocerse. Se está removiendo el sedimento mítico del país, en medio de una gran puja distributiva en la que la cultura también está incluida. Es una excelente oportunidad para repensar el rol del arte”, anticipa.

La selección se estructura alrededor de grandes hitos, sin cronologías rígidas. Lógico: basta revisar la calidad de las polémicas que se suscitaron en las instancias más dinámicas de la historia política local para cerciorarse de que el pasado no es liso ni uniforme. Que hay, en efecto, espíritus que es preciso invocar con más urgencia que otros. “Justamente –comenta Villafañe– a lo largo de los textos se observa un reconocimiento de que el debate alrededor del ser nacional ya tiene un camino recorrido. Comprobamos que se ha pasado a una nueva etapa, en la que lo que se intenta asir no es ya la existencia de una identidad sólo argentina, sino un carácter latinoamericano.” Lo desarrolla Susana Cella en la compilación dedicada a las letras, cuando sostiene que para sacarles jugo a la efemérides es imprescindible revisitar los anteriores ensayos de interpretación del “ser nacional”; es decir, retomar “lo nacional y lo social en cuestión y como foco privilegiado de reflexiones signadas por la pregunta respecto de aquello que nos define y diferencia o emparda con otros países y culturas”. El premio es recuperar para el futuro lo que se pensó antes; darles otra vuelta a ideas enterradas bajo un presente cuyo vértigo opone resistencia a cualquier reflexión de largo aliento.

Nadie habla de un jardín de rosas. En una coyuntura en la que el lenguaje efectivo y efectista de 6,7,8 parece haber reemplazado al protagonismo de Carta Abierta –y más allá de las lecciones que se cifren en ese fenómeno–, renovar esfuerzos críticos es una buena noticia. “Carta Abierta es una referencia interesantísima, un proyecto que trajo un gesto nuevo, el de hacer lo posible por socializar capitales simbólicos”, apuntala Villafañe. Según cuenta, los que respondieron a la convocatoria no se quedaron en la retrospección: se preocuparon por avizorar nuevas aventuras teóricas. “Tal es así, que al terminar los trabajos surgió la propuesta de abrir otro capítulo que se concentre en la interrelación de las diferentes disciplinas. Lo tenemos pendiente”, adelanta.

Son páginas donde la polémica es sangre y latido. Metáforas de la Argentina en veinte piezas teatrales estudia obras en que la sociedad se reflejó a sí misma, consciente o inconscientemente. En Imágenes, poéticas y voces en la literatura argentina se actualizan encrucijadas ideológicas de los últimos cien años, sin dejar afuera la rica experiencia de los ’60 y ’70, ni la mordaza que impuso la dictadura. Lecturas, problemas y discusiones del arte argentino repasa, entre otros acontecimientos, los contrastes que se dieron entre los pintores de vanguardia, los tanteos por proyectarse más allá de los límites de las prácticas estéticas y la emergencia de respuestas novedosas antes, durante y después de la crisis de 2001. Sonidos, tensiones y genealogía de la música argentina se atreve con los géneros populares, la relación entre arte y mercado, las sucesivas legislaciones y la posibilidad de que esté asomando un “nuevo folklore” en los albores del milenio. “Para abordar las investigaciones nos interesó reconocer el impacto de las poéticas en la sociedad, la circulación del pensamiento crítico y la elaboración de políticas culturales”, resume Villafañe. Cada rubro tuvo un coordinador del CCC, y en ocasiones también un referente o “padrino”. En el caso de la dramaturgia, la tarea recayó en Jorge Dubatti, con Tato Pavlovsky como prologuista. En música el encargado de reunir el material fue Mariano Ugarte; en tanto que en artes visuales le tocó a Juan Pablo Pérez, Cecilia Lida y Laura Lina –con prólogo de Luis Felipe Noé–; en literatura la responsable fue Cella. Próxima estación, el Tricentenario.

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“Es una excelente oportunidad para repensar el rol del arte.”
 
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