Desde Chiapas

Subió la temperatura en Palenque: el día inaugural del Primer Seminario Iberoamericano de Periodismo y Patrimonio Cultural se fue entre las formalidades de la apertura, el buen sabor de la charla de Germán Rey, el por demás ilustrativo taller de Google a cargo de Ana Paula Blanco y algún escarceo surgido en la mesa de “El periodismo como documento histórico y la historia como fuente del periodismo actual” (en la que, quizá por el repaso del periodista Héctor Feliciano de su soberbio libro El museo desaparecido, sobre el robo de obras de arte por los nazis, el eje se fue corriendo hacia algunas particularidades del pillaje de bienes culturales en la historia). La sobremesa nocturna del lunes permitió el primer cruce de conversaciones realmente relajado entre periodistas de dos continentes, diálogos en los cuales quedó claro que, más allá de banderas, pertenencias, lenguajes y singularidades de cada uno, hay problemáticas del periodismo que saltan toda frontera. Y allí quedó flotando algo que iría explotando en las mesas del día siguiente, dando la sensación de que el seminario organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia va cobrando nervio.

En ello tuvo mucho que ver un combo de paneles de debate que se extendió desde la mañana y hasta bien pasado el mediodía, y que en rigor podría seguir sumando palabras en este mismo instante. “El ejercicio del periodismo frente al patrimonio cultural” reunió al puertorriqueño Feliciano, el mexicano Ariel González (editor de Cultura en el diario mexicano Milenio), Soledad Semprún (de la Oficina de Patrimonio Nacional de España) y el español Rafael Fraguas, miembro fundador del diario El País y ex vicepresidente de Reporteros sin Fronteras, con moderación de David Roselló (de la Nexe Cultural de Cataluña). “El periodismo cultural en los nuevos formatos y plataformas tecnológicas” convocó a Fraguas, Blanco (por Google Latinoamérica), Sergio Uzeta (director de la agencia Notimex) y Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano, con Francisco de Anda (del INAH) como moderador. Y ambas mesas dispararon un jugoso recuento del rol del periodista, el estado de las cosas a ambos lados del Atlántico y los riesgos y ventajas del uso de nuevas tecnologías.

Es que, más allá de las temáticas específicas de cada mesa, la necesidad y el disfrute del debate sobre el oficio viene atravesándolo todo, dotando al seminario de la sustancia necesaria para que no quede en mera actividad llena de palabras, pero vacía de contenido. Esa transversalidad entre las mesas de debate de ayer encontró un poderoso aliado en Fraguas, no sólo por participar de ambas, sino también por el espíritu de provocación –en el buen sentido del término– que llevó a buenas participaciones de panelistas y asistentes, una búsqueda de análisis que fueran un poco más allá de la mera queja o la pintura del modo en que la palabra se ha bastardeado en los medios, o cómo la tendencia a priorizar lo frívolo se asoció con la precarización laboral para dar un periodismo de inferior calidad. Esos temas, columna vertebral de la primera charla, abrieron aún más el horizonte con la segunda mesa, en la que el uso y abuso de tecnologías y la responsabilidad final del ser humano (periodista o no) en la utilización de esas herramientas ocuparon el centro.

La cuestión de no terminar de aprender cabalmente una plataforma antes de caer en “lo nuevo”; el control del conocimiento, las diferencias entre la información y la comunicación; cómo construir un sentido con la ingente masa de información disponible, y el debate sobre si es realmente democratizador en sí que exista toda esa masa flotando en la red; la potente teoría de Fraguas acerca de que la “democratización” de la información ha servido mucho más a la globalización de la renta financiera que a la globalización de los derechos humanos; la necesidad de que el periodista nunca deje de tener presente la interpretación de tanto dato desde un rol responsable y basado en la credibilidad; la tecnología buena, la tecnología mala... un ida y vuelta que se prolongó con nuevos matices que surgían desde el público, y que hubo que detener por la simple obligación horaria.

Más temprano, Sergio Uzeta, director general de Notimex, tomó la palabra en solitario para analizar “Los medios del Estado y la difusión del patrimonio cultural”, en una charla que detalló el modo en que la Agencia de Noticias del Estado Mexicano pasó de suerte de repartición municipal a una generadora de contenidos con presupuesto y directorio independiente, con presencia de los tres poderes; por supuesto, Uzeta no quiso pecar de ingenuo y admitió las dificultades y trabajos que supone mantener el delicado equilibro en una agencia estatal. Por la noche, al cierre de esta edición, en Palenque se combinaban dos expectativas, una seria y otra rayana en la frivolidad: por un lado, se esperaba con ansiedad la proyección de Nabusímake, memoria de una independencia, documental realizado por el videasta indígena colombiano Amado Villafañe (quien vino a presentarlo) y el antropólogo Pablo Mora, que cuenta cómo en 1982 el pueblo arhuaco expulsó a los monjes capuchinos de Sierra Nevada de Santa Marta por considerar que atentaban contra su cultura. La curiosidad e interés por semejante tema se complementaba con la otra expectativa: la de si finalmente, siendo martes por la noche, el bar del Hotel Villa Mercedes abriría sus puertas. El periodismo tiene esas cosas.

Se puede acceder a las ponencias completas, videos y audios, en http://seminario.cultura-inah.gob.mx