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Miércoles, 13 de abril de 2011

CINE › ANA KATZ HABLA DE LOS MARZIANO, SU TERCER LARGOMETRAJE

“La familia es un tema infinito”

La directora de El juego de la silla señala que la película que se estrena mañana transita entre la comedia y el drama. Destaca la “armonía del distanciamiento” que se produce entre los protagonistas del film, dos hermanos enfrentados desde hace años.

 Por Oscar Ranzani

Cualquier persona que haya llegado a su etapa adulta sabe de peleas familiares; en algunos casos, pasajeras y, en otros, prolongadas o directamente sostenidas casi hasta la muerte de alguno de los contendientes. De esas historias se nutrió Ana Katz para elaborar su tercer largometraje, Los Marziano, que se estrena mañana en la cartelera porteña. Es la propia directora quien afirma que la génesis de su nuevo film “surgió de una forma compleja y no de una raíz demasiado precisa”. En determinado momento, le vino el deseo de filmar una película donde hubiera puntos de vista distintos acerca de lo mismo. “Y pensando, enseguida surgieron los hermanos como versiones de un mismo hecho”, cuenta Katz en la entrevista con Página/12. La cineasta llegó a elaborar su ficción después de conocer casos de familias peleadas por varios años. Incluso se anima a mencionar algunos que se prolongaron por tres décadas. Y lo curioso es que cuando indagaba en el motivo, muchas veces quedaba en el olvido de alguna o de las dos partes. “Se había vaciado el recuerdo, pero había una necesidad de sostener la pelea. Ese estado de las cosas me parecía muy curioso y muy rico como para investigar”, comenta Katz.

Mezcla de comedia introspectiva y drama, Los Marziano contó con un elenco importante: Guillermo Francella (quien nuevamente vuelve a salir de su etiqueta de humorista liviano para construir un personaje muy rico), Arturo Puig, Rita Cortese y Mercedes Morán. Los Marziano presenta la historia de dos hermanos enfrentados desde hace años: Juan (Francella) es locutor de radio y vive en el interior del país. En el otro extremo del “cuadrilátero” está Luis (Puig), que vive en un country del Gran Buenos Aires y tiene una posición económica desahogada. Pero no sólo la situación económica divide a los hermanos. Hasta que Juan tiene un problema de salud extraño: ve bien, pero tiene dificultades para leer. Entonces, viaja a Buenos Aires para que los médicos puedan descubrir de qué se trata y curarlo. Y de conseguir a los profesionales de la salud se encargará Nena (Morán), la esposa de Luis, mientras que la hermana de ambos (Cortese) oficiará de mediadora para que todo llegue a su cauce. ¿Estarán las condiciones dadas para el reencuentro de Juan y Luis? ¿Y cómo será ese reencuentro? Esa pregunta es la que motoriza la historia.

Katz convocó a su hermano Daniel, que es escritor, para elaborar el guión. “Juntos podíamos construir un guión que retratara una familia lo más compleja posible y que, a la vez, pudiera tener la mirada que compartimos y la que no compartimos en la misma película”, señala Katz. El hecho de que Katz haya escrito la historia junto con su hermano permite conjeturar que podría darle más verosimilitud a una historia de relaciones familiares. La cineasta sostiene que eso no sucedió de manera consciente. “Me gusta mucho cómo escribe mi hermano y la mirada que tiene. Pero después del proceso, cuando las impresiones salieron a posteriori, me di cuenta de que enriqueció nuestro trabajo el hecho de ser tan distintos y tan parecidos en muchos sentidos, que es lo que les pasa a Luis y a Juan. No había nada familiar en relación con el argumento, pero sí el interés y la riqueza de poder mirarla desde lados muy distintos”, explica Katz.

–¿La historia pone en conflicto, a través de un hecho particular, una especie de “armonía del distanciamiento” que hay en la relación entre estos dos hermanos?

–Absolutamente. Y esto está ligado a esos casos donde la pelea se constituye en un estado de las cosas. Luego, los grandes acontecimientos de la vida van poniendo en peligro ese estado armónico de amistad o de pelea, como en este caso. Por ejemplo, las mudanzas, las muertes, los viajes, la llegada de un nuevo integrante. Se pone de manifiesto nuevamente lo que estaba cristalizado pero no en movimiento.

–¿Qué relación puede establecer entre esta película y sus dos anteriores, El juego de la silla y Una novia errante, en torno de la temática de las relaciones familiares?

–No es fácil, eso siempre les sale mejor a los que leen sobre lo que hago más que a mí misma. Sí advierto que hay un trabajo sobre los vínculos más esenciales que son los que más me conmueven y me divierten. Y son los que más grises tienen, porque suponen una historia importante entre dos personas y eso siempre es complejo y requiere muchas idas y vueltas. Si tuviera que identificar o señalar algo, siento que estas películas se vinculan en los vínculos más fuertes.

–¿Y qué la seduce del tema familiar para volcarlo en sus historias?

–Hay algo que ocurre en la familia: es casi una escenografía que pueden habitar millones de elencos y directores y contar siempre cosas distintas. La familia en sí misma es inagotable. Y a través de la familia se pueden contar e indagar los grandes temas. Desde cuando era chica y leía las obras de teatro que veíamos en las clases de actuación hasta lo que yo misma fui observando en mi entorno, hay algo en el disparador de la familia que es infinito.

–La película transita entre la comedia y el drama. ¿Cómo la definiría usted?

–Como la define usted. Estoy de acuerdo.

–No se encasilla en un género...

–No. Y a mí me gusta eso porque implica que no se puede establecer un acostumbramiento de parte del espectador. Mi ideal más grande hacia el espectador es conmover y generar algún tipo de sentimiento vivo en relación con lo que está viendo.

–Que no sea un espectador pasivo, sino dinámico...

–Claro. Y en ese sentido, la comedia y el drama están unidos y se sabe que son una sola cosa. Esa posibilidad de que un hecho en sí mismo es duro o doloroso y tiene también su costado gracioso es algo que a mí, en mi vida, me acompaña y me salva. En la ficción es un canal muy generoso para acercarse al espectador.

–¿Cómo buscó trabajar el humor que, lejos de la solemnidad, tampoco es desopilante?

–Con confianza en lo que estaba contando. El humor es algo que siempre viene en relación a lo que cuento, pero nunca me ocupo de generar la escena de humor. De hecho, cuando noto que algo de eso está pasando o que hay demasiada atención puesta en la gracia aislada, empiezo a desconfiar de lo que estoy haciendo en ese momento.

–Si bien la película los presenta como seres diferentes, ¿qué tienen en común estos dos hermanos?

–Muchas cosas. A medida que se fue escribiendo y filmando, y luego en el montaje, en muchos momentos encontraba esos paralelismos entre ellos porque, a veces, las cosas distintas también son parecidas en el fondo. Uno no puede usar los mismos códigos para entender a ese otro que los que utiliza para entenderse a sí mismo.

–Por los nombres de los actores que participan, parece una película destinada a un público masivo, no así por su temática. ¿Cómo lo piensa usted?

–Como lo dice. Pero eso me gusta porque, de alguna manera, me parece que es utilizar las herramientas más industriales o de mayor peso comercial para barajar y dar de nuevo, pero sin que por eso se rechace lo que se está contando. Yo estimo que muchas personas pueden acercarse, sentir que es distinto a lo que imaginaban y, de todas maneras, conmoverse y llevarse algo nuevo que está bueno. Esa es la apuesta.

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Katz llegó a elaborar su ficción después de conocer numerosos casos de peleas familiares.
Imagen: Pablo Piovano
 
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