Domingo, 10 de julio de 2011 | Hoy
CULTURA › COMIENZA MAÑANA LA 21ª EDICION DE LA FERIA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL
Durante tres semanas, el Centro de Exposiciones de la Ciudad será escenario de un encuentro ya clásico. Lecturas, actividades de escritura creativa y talleres se sumarán a diversos espacios lúdicos y a un homenaje especial a María Elena Walsh.
Por Silvina Friera
La cuenta regresiva comienza una semana antes de las vacaciones de invierno. Esta historia, en el país de la infancia, es un juego que se repite. Los principales protagonistas rompen la paciencia, se quejarán padres y madres. Y rompen pantalones, remeras, buzos y otras prendas. Crecer es romper todo. El cuerpo y los sentidos, las ideas hechas, las nociones cristalizadas y los puntos de vista estancados. La 21ª edición de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que empieza mañana en el Centro de Exposiciones de la Ciudad, bajo el lema “Aires de Buenos Libros”, escribirá una página más de esta trama colectiva de crecimientos. La gran madeja de textos exhibidos, de autores y de editores va por más. Serán tres semanas –hasta el próximo 30 de julio– sin respiro para los escritores que participarán de diversos encuentros con los lectores, como Laura Roldán, Alma Maritano, Oche Califa, Adela Basch, Cecilia Pisos, Eduardo Dayan, Gustavo Roldán, Jorge Accame, Liliana Bodoc y Sylvia Iparraguirre, entre otros. Dos capítulos especiales aportarán la novedad “Piedra libre a la palabra”, un espacio lúdico cuya columna vertebral es la poesía; y el homenaje a María Elena Walsh, con un puñado de actividades destinadas a evocar a una autora fundamental de la literatura infantil (ver aparte).
“¿Por qué siempre partimos de enfrentamientos? Blanco-negro, Boca-River, feria-escuela, libros-computadoras. Las cosas nunca son así”, protesta Gustavo Roldán. “La escuela y la feria se potencian de una manera admirable. Ninguna es una maravilla así como está hoy, pero puede llegar a ser mucho mejor. Cada una crea curiosidades y expectativas que se complementan con la otra.” La escritora y docente Sandra Comino afirma que el rol de la Feria y el de la escuela son diferentes. “La escuela, como dice Graciela Montes, es la ocasión para formar lectores. La Feria es un lugar de encuentro ocasional, donde se va por muchas otras razones que a encontrarse con el libro”, plantea la autora del flamante Navidad Blanca (Comunicarte). Adela Basch, escritora y editora de Abran cancha, dice que la escuela y la feria desempeñan distintos roles. “Escuela y feria funcionan de manera complementaria cuando los chicos visitan la Feria después de realizar un trabajo previo con los docentes. No sé si es tan interesante que los chicos hagan una visita a la Feria sin una exploración previa, porque se puede terminar convirtiendo en un paseo donde da lo mismo si lo que se exhiben son libros, juguetes o cualquier otra cosa.” Gloria Rodrigué, que hace 5 años creó la editorial La Brujita de Papel, considera que la Feria es un evento “muy importante” para la promoción de los libros. “La Feria es un espacio extraordinario para mostrar todo el material que producen las editoriales, y el hecho de que las escuelas hagan visitas con los chicos, que éstos se pierdan mirando entre los distintos stands y puedan hojear los libros, incluso leerlos, ver sus ilustraciones o lo que les llame la atención, es algo muy motivador para acercarlos a la lectura.”
En esta 21ª edición, por primera vez chicos y grandes podrán jugar durante los encuentros de poesía “Piedra libre a la palabra”, de la mano de reconocidos poetas –como Basch, Pisos, Graciela Repún y Eduardo Giménez– que participarán de lecturas, actividades de escritura creativa y talleres. Gabriela Adamo, directora ejecutiva de la Fundación El Libro, organizadora de la Feria, cuenta a Página/12 que busca posicionar fuertemente al libro como “centro y eje”. “Es verdad que ofrecemos espectáculos y que somos una alternativa más entre todas las salidas para chicos que hay durante las vacaciones de invierno, pero no tenemos que perder de vista que nuestra misión es generar lazos entre los chicos y la lectura, crear lectores –reconoce Adamo–. En este contexto, pensamos que la poesía es una de las columnas vertebrales de la lectura lúdica o por placer, y que los chicos son sumamente receptivos a todo tipo de juegos lingüísticos. La sociedad actual no fomenta muchos espacios de acceso a la poesía y por eso es bueno reservarle un espacio en la Feria.”
Para ilustrar la “arquitectura” del fenómeno de la literatura infantil conviene repasar algunas cifras de los últimos 5 años que sumunistra el economista Pablo Perelman, director del Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (Cedem), que depende de la Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad. En 2007 se publicaron 1715 títulos y 7.356.670 millones de ejemplares en todo el país; en 2008 bajó la cantidad de títulos lanzados a 1240, pero casi se duplicó la cantidad de ejemplares, que alcanzó 13.493.089; en 2009 los títulos fueron 1592 y los ejemplares 6.431.261; y el año pasado, el momento del “gran salto”, los títulos editados fueron 3368 y los ejemplares 15.649.258. Si la intuición dictaminaba a priori la cotización en alza de los libros infantiles, el asombrado lector podrá comprobar lo que ocurre cuando se compara el porcentaje de títulos y ejemplares sobre el total del “rubro” literatura. Los títulos infantiles y juveniles publicados en 2007 representaron el 37,3 por ciento de los títulos de la temática literatura, mientras que los ejemplares ascendieron al 58,8 por ciento. En 2008 fue 31,1 y 81 por ciento respectivamente; en 2009, el 35,5 y el 67,5 por ciento; en 2010 el 34,2 y el 56,6 por ciento.
Hay preguntas sencillas cuyas respuestas no siempre resultan tan evidentes. ¿Los chicos leen más? “Sin ninguna duda leen más”, responde Roldán. “Un pedacito hicieron las editoriales, otro poco los distintos gobiernos desde que terminamos con las tiranías; la escuela y las bibliotecas se fueron enriqueciendo porque hubo y hay ganas de creer que los libros sirven para un enriquecimiento de los chicos.” Basch también estima que existen más propuestas que arriman los libros a los chicos de maneras innovadoras. “Veo más adultos comprometidos con fomentar distintas actividades, que no necesariamente están relacionados con la escuela –aclara la escritora–. Actividades que no sólo incitan a que entren en contacto amistoso y relajado con los libros, sino que les permiten acceder a las cuestiones más profundas relacionadas con la lectura: el disfrute de los distintos géneros, la libre interpretación de un texto, la experiencia de los textos como provocadores de multiplicidad de significados simultáneos, la estimulación de disparadores que generan el acercamiento a la lectura, la ruptura de modelos de lectura ligados a la escolarización, que por más que hoy sean obsoletos todavía mantienen vigencia en muchos ámbitos, especialmente en las cabezas de muchos adultos.” Desde su experiencia como editora, Rodrigué cree que se revirtió la tendencia a la baja en la lectura y que se está comenzando a leer más. “Creo que han funcionado las campañas que se están haciendo para apoyar la lectura desde la escuela y a través de las bibliotecas, y que se producen muchos más libros infantiles que hace cinco años cuando empezó La Brujita de Papel. Muchos padres han tomado conciencia de que la única manera de que los chicos aprendan y fijen bien los conocimientos es a través de los libros.”
¿Leer más implica necesariamente comprender? “No existe una forma más enriquecedora que leer. Cualquier libro –hasta los malos libros, porque no todos son una maravilla– nos ayuda a pensar, a entender las dificultades, a llenarnos de dudas. Y no hay nada mejor que tener muchas dudas porque de esas dudas sacaremos al final algo que nos inserte mejor en el mundo”, opina Roldán. “El proceso de comprensión es algo que se da con el tiempo y cada lector es único, con un tiempo propio que es importante respetar”, matiza Comino. Basch precisa que leer no siempre implica comprender, aunque sean dos aspectos “íntimamente” relacionados. “Si ponemos la lectura en términos cuantitativos, si pensamos que siempre ‘más es mejor’ y decimos que un chico que leyó veinte libros comprende mejor que otro que leyó solo uno, te digo que no, que no necesariamente es así. Y muchas veces se toma este punto de vista, que para mí es erróneo –subraya la autora de Abran cancha, que aquí viene don Quijote de la Mancha–. Leer ayuda a comprender mejor cuando se crea una situación en la que el lector lee con deseo. Y este deseo le permite descubrir el significado de palabras que no conocía y, más aún, experiencias de la vida que no conocía. Leer más aumenta el vocabulario cuando se lee de un modo que intensifica la capacidad de abrirnos a distintas miradas sobre una misma cosa; cuando si bien hay un adulto que acerca un libro, no hay una imposición de “lo que este libro quiere decir” y cada lector puede masticar y digerir por sí mismo.
La literatura infantil tiene mayor visibilidad. “Los lectores crecen y vienen otros; es un mercado que no necesita de la crítica para sobrevivir”, asegura Comino. Basch pone el foco en el incremento de la demanda por parte de los chicos, “una sed de lectura” vinculada con el trabajo de muchos adultos. “Los chicos ocupan un espacio distinto y empiezan a ser tenidos en cuenta, a ser escuchados un poco más y mejor”. Roldán, autor de Cuentos de Pedro Urdemales y La payada del Bicho Colorado, entre tantísimos títulos, dice que una pata fundamental fue que las editoriales descubrieron que la literatura infantil es un “buen” negocio. “En un mundo donde el factor comercial es más importante que el educativo o el cultural, no cabe duda de que seguiremos haciendo muchos libros y muchas ferias. Como diría mi abuelita, no hay mal que por bien no venga.”
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