Sábado, 6 de agosto de 2011 | Hoy
CULTURA › LAS ESCULTURAS SONORAS DE LEóN FERRARI, OTRO ATRACTIVO DE TECNóPOLIS
“Cualquiera puede tocar mis obras con las manos, con un arco de violín, como quiera, y ver qué pasa”, dice el artista plástico, que se alegra de que Macri no haya autorizado Tecnópolis “así la muestra les queda cerca a los que viven en el conurbano”.
Por Facundo García
La tradición conservadora dicta que la música es para los oídos y la escultura para la vista, o a lo sumo para el tacto. “Pero yo creo que las divisiones así son adecuadas en botánica, donde existe una necesidad de poner etiquetas”, pincha el globo León Ferrari. “En el arte eso es dispensable. Cualquiera puede tocar mis obras con las manos, con un arco de violín, como quiera, y ver qué pasa.” Quienes estén interesados en esos experimentos pueden acercarse a Tecnópolis (Gral. Paz entre Balbín y De los Constituyentes, Vicente López) y disfrutar de los recitales programados para que distintos intérpretes interactúen con las creaciones del maestro este fin de semana. No interpretarán temas sacros. Paloma Zambrano –nieta de León– fue una de las responsables de armar el ciclo: “Las esculturas estaban en las terrazas del Malba y yo recordé que de chica había visto en Brasil cómo mi abuelo les aplicaba sonido. Ese recuerdo me movilizó”, explica. La pieza más grande es A los derechos humanos y Ferrari ya la donó para el Parque de la Memoria de Costanera Norte. “Hay otra, una especie de medusa colgante, que originalmente no estaba. La vimos en una foto y decidimos reconstruirla con la Fundación. Me encanta, porque hubo invitados que se engancharon y se largaron a tocar encima al toque. Supongo que se debe a que son objetos transpersonales, que invitan a compartir.”
Escuchar con el cuerpo, tocar con el oído. Sentir con órganos que no hayan sido imaginados aún. Ferrari reivindica la posibilidad de que todos hagan música y lo alegra –“es una suerte”, insiste– que el gobierno de Mauricio Macri no haya permitido el emplazamiento de Tecnópolis en la Capital, “porque así la muestra les queda cerca a los que viven en el conurbano”. En su trayectoria, la fusión estética entre lo sonoro y lo escultórico se inició a principios de los ochenta. En esa época armó –en la Biblioteca de San Pablo– una instalación que fue sede de conciertos “abstractos”. “La música no sólo está en mis esculturas o en una orquesta”, sostiene. “Nos rodea. Y esto es una invitación a comprobarlo. Que toque el que tenga ganas, y no solamente aquel que ‘sabe’.”
A los 90, Ferrari no para de cruzar límites. “Es que la comprensión racional no lo es todo”, subraya. “A medida que el tiempo pasa me pregunto qué es lo que verdaderamente estaré descubriendo, porque premisas antes importantes para mí van perdiendo su poder.” En esa voluntad de no cristalizarse en la figura de “pope”, la presencia de un público de clase media y obrera como el que se acerca a la feria de Villa Martelli sirve como brújula. “El arte está en cada persona. Se remonta por encima de las divisiones que puedan plantear las elites. Hay quien lo lleva a las galerías y quien lo lleva, aunque no sea completamente consciente, en cada expresión de su cuerpo o de su pensar. Por eso en las esculturas cabe la música. De hecho, la música –no lo olvidemos– es también aquello que no se oye”, sentencia.
¿Cómo navegar esas profundidades de la percepción? En Conversaciones con Goethe (2005), Johann P. Eckerman cuenta que el genio alemán consideraba que la arquitectura era “música congelada”. No es exactamente lo que sugieren las invenciones de Ferrari. Acaso porque la escultura es una disciplina más “cálida”, capaz de insuflar vida al germen sonoro. Se intuye, en cambio, la sintonía de lo aparentemente dispar cuando se junta. La sintonía que nace de reconocerse en un mismo trasfondo humano. Por esa zona se pasean los más de treinta músicos que participan de la experiencia. Ya hicieron la prueba Miss Bolivia, Villa Diamante y Soema Montenegro, entre otros. Alejandro Franov –compositor, productor y multiinstrumentista– se alegra de haber encontrado un ámbito de exploración. “Hacer sonar las esculturas te conecta con sensaciones muy antiguas. Por más que no ‘te tiren’ un ritmo o una melodía, sí te llaman, te convocan a encontrarles un sonar. Te motivan y te hacen entrar en el terreno que elijas, en mi caso, el de las músicas contemporáneas electroacústicas”, define. Franov descubrió que le gusta que sus amigos se sumen al ritual y que lo acompañen desde el círculo de estructuras microfoneadas. “Es como un vehículo que te permite irte al carajo, retornar y volver a irte”, resume.
* Tecnópolis está abierta hasta el 22 de agosto, martes a domingos de 12 a 21. Entrada, actividades y estacionamiento son gratuitos. Los días de lluvia cierra. Más información en www.tecnopolis.ar.
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