Viernes, 9 de septiembre de 2011 | Hoy
CULTURA › OPINION
Por Pablo Braun *
Hoy, ayer, mañana, antes de ayer, pasado mañana y más para atrás y para adelante (unos diez días, pongamos, en ambas direcciones) son los días que más amo y que más odio del año. Los amo porque se acerca el festival, porque es el festival, porque está por terminar el festival y los odio por las mismas razones. Hacer un festival, o que salga bien, implica que en un lapso de unos pocos días, 59.532 pequeñas, medianas y grandes decisiones que tomamos durante un año de trabajo tienen que haber sido correctas. Que el vuelo, que el remís, el hotel, la charla, el programa, esto, lo otro, aquello y mucho más, pero mucho más. Hacer un festival es un quilombo. Y por eso lo odio.
Pero eso de que del odio al amor hay un solo paso es verdad. Cuando me pongo a pensar que vienen 28 autores de afuera, entre ellos un Premio Nobel y, sobre todo, muchos autores que muchos no conocemos o conocemos de oídas. Cuando veo que en los días previos al Festival los libros de los autores empiezan a llegar (muchas veces por primera vez) a las librerías. Cuando veo actividades llenas de gente. Cuando imagino que este año Filbita, nuestra nueva sección para niños, va a ser un éxito y muchos chicos serán inoculados, un poquito, frente al virus de la televisión. Cuando la prensa pone el foco, un poco más de lo normal, en la literatura. Cuando un montón de cosas más, todas positivas, pasan en estos días, el odio desaparece y pasa a ser sólo una anécdota, o una palabra que me sirve para hacer resaltar el amor que le tengo al Filba.
* Director del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba).
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