Viernes, 9 de septiembre de 2011 | Hoy
MUSICA › LILIANA VITALE Y VERONICA CONDOMI ABREN UNA NUEVA EDICION DEL CICLO GRATUITO “LOS VIERNES MUSICA”
Desde hace años, sus voces les dan vida a canciones e improvisaciones, a búsquedas y contrapuntos que convierten cada encuentro en una delicia compartida: “Más allá de lo que cada una haga, hay un dúo que nos posee, un ser aparte que tiene vida propia”.
Por Karina Micheletto
Es extraño lo que sucede con Liliana Vitale y Verónica Condomí: en cierto lugar de la memoria y de la escucha emotiva aparecen como un dúo siempre presente, en continuo desarrollo, por fuera de las trayectorias individuales. Y en rigor eso han sido, juntas, estas dos mujeres, un dúo vocal siempre vigente. Pero no ha ocurrido lo mismo con las grabaciones del dúo, que no se repitieron desde principios de los ’80 hasta el reciente Humanas –voces–, que en cierto modo recupera y actualiza esta historia compartida. Lo que vienen a mostrar Vitale y Condomí, juntas, es que hay proyectos que se sustentan por su propio peso y por su propia fuerza, incluso por fuera de las leyes más básicas del mercado: la de grabar y presentar un disco cada tanto, por ejemplo. Hoy a las 20 podrá escucharse por qué este dúo sigue presente, en el primero de los conciertos del ciclo gratuito “Los viernes música”, organizado por Página/12 (ver aparte).
Vitale y Condomí han avanzado por aquel camino que se escucha iniciado en los discos Danzas de Adelina (1981) y Camasunqui (1984): composiciones de aquellos comienzos de dúo, improvisaciones, contrapuntos y búsquedas de experimentación vocal, las voces como sostenes únicos y abarcadores, capaces de comunicar los más pequeños matices y de iluminar nuevas zonas de “Que ves el cielo”, de Spinetta, o de “Vidala para mi sombra”, de Julio Espinosa. “En el show, igual que en el disco, proponemos un recorrido que invita a conocer la cocina de la música que hacemos con Vero, que tiene mucho de entrelazar nuestras voces, pero también mucha vida compartida y mucho tiempo de haber cantado juntas”, describe Vitale en diálogo con Página/12. “Nunca un show es igual a otro –advierte la cantante– porque hay un gran porcentaje de improvisaciones, y eso ya de por sí dispara siempre situaciones novedosas. De hecho abrimos con una improvisación que cuenta qué sentido especial tiene cantar en ese sitio y en ese momento. En el caso de este concierto, ese comienzo va a tener mucho que ver con el agradecimiento al espacio que Página brinda a un sector de la sociedad que quiere seguir creyendo en los periodistas y, más concretamente, a lo que ayuda a difundir la música popular.”
Vitale tiene a mano ejemplos de cuán diferentes pueden ser estos conciertos –a priori pensados con una estructura idéntica–, según los momentos y las circunstancias. El más movilizante es el que tuvo lugar en el Centro Cultural Haroldo Conti, el espacio de la memoria ubicado donde alguna vez funcionó la ESMA. “Estábamos todos de por sí muy conmovidos, como es lógico, pero cuando te largás a improvisar es como si te absorbiera la tierra, la conexión es inmediata”, recuerda. “Y lo que la música nos dijo, en esa primera improvisación, tuvo que ver con la alegría. Con la alegría de que ese lugar estuviera ahora ocupado por organismos de derechos humanos, de que se estén llevando adelante los juicios de la verdad, y ese día era especial porque se había juzgado a Patti. Nos alegró internarnos en esa improvisación en la que lógicamente aparecían sombras, lugares oscuros, pero enseguida resurgía algo profundamente luminoso: nosotros estamos acá cantando, y ellos están presos.”
La historia de Vitale y Condomí, como dúo y en sus carreras individuales, tiene que ver con aquellas usinas creativas –Donvi y Esther, al frente de la casa de los Vitale– y el colectivo de músicos independientes M.I.A; también con el impulso que le dio al dúo el apoyo de Egberto Gismonti. “M.I.A. era una especie de ‘alero’, como dice ahora el Pepe Mujica, dentro del cual nos juntábamos en dúos, tríos, cuartetos, coros”, recuerdan las cantantes. “Ahí adentro podíamos contrarrestar la falta de libertad que había afuera, con el permiso total para investigar y soltarnos que teníamos adentro. Eramos nenas jugando a que podíamos todo.”
“Si tengo que pensar lo que significa este dúo para mí, es la felicidad”, define Condomí. “Es una reafirmación de algo que vamos tejiendo entre las dos desde hace muchísimos años, y un disfrute total. Nos conocemos musicalmente, pero también somos amigas y compartimos montones de cosas que tienen que ver con la vida, y este trabajo es la síntesis de todo eso. En estos años hubo silencio hacia afuera, porque no grabamos, pero mucha riqueza compartida. La verdad... ¡soy feliz!”, sintetiza. “Y sí, más allá de lo que cada una haga, hay un dúo que nos posee. Es como un ser aparte, ya tiene vida propia”, concluyen. Se ven felices.
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