Sábado, 21 de enero de 2012 | Hoy
CULTURA › FINALMENTE, MARIO VARGAS LLOSA NO PRESIDIRA EL INSTITUTO CERVANTES
Aunque los medios españoles descontaban que aceptaría el envite del presidente Mariano Rajoy –reforzado por el rey Juan Carlos–, el Premio Nobel de Literatura repitió lo sucedido en 1996 con José María Aznar y prefirió no hacer declaraciones.
Por Silvina Friera
El “candidato ideal” para representar a la lengua castellana en todo el mundo dijo: “no, no quiero...” El desplante del novio en cuestión, alumno aplicado y acólito de la derecha liberal, sorprendió a unos cuantos funcionarios que –engolosinados por lo que estimaban una oferta tentadora– daban por descontado que aceptaría. Mario Vargas Llosa rechazó –una vez más– el ofrecimiento del gobierno español para presidir el Instituto Cervantes, por considerar que el cargo es incompatible con su tarea literaria, aunque ha reiterado su disposición a continuar colaborando con esta institución. La escena, tan tensa como un alambre, se repite. El actor principal es el mismo: el escritor peruano de 75 años que ha elevado su aura de prestigio y proyección internacional después de haber recibido el Premio Nobel de Literatura 2010. En el reparto de roles, otra vez es el Partido Popular (PP) el que se atraganta con la negativa y digiere, como puede, el hecho de no poder usufructuar el capital simbólico y político que representa Vargas Llosa, tan afín al núcleo ideológico del PP. La primera declinación fue en 1996, cuando el entonces presidente José María Aznar convidó al autor de Conversación en la catedral con una propuesta similar. Ahora le tocó el turno a Mariano Rajoy.
El ejecutivo español ha quedado así en una posición rayana en el papelón, que es definido, según el diccionario de María Moliner, como “papel deslucido o ridículo que hace alguien, generalmente por culpa de otro”. Más allá de compartir o no esta acepción del vocablo, lo cierto es que el miércoles pasado se difundió que el rey de España, Juan Carlos –por pedido expreso de Rajoy–, le habría propuesto al escritor peruano que fuera el máximo responsable del Cervantes, institución creada en 1991 para la promoción del idioma español, que cuenta con un presupuesto anual de más de 100 millones de euros y 77 centros en 44 países de los cinco continentes. “Si usted me lo pide, Majestad, lo tengo que pensar”, le habría contestado el escritor. En el diario ABC se puede aún leer en la edición online del pasado miércoles que “es muy posible que el escritor, que tiene la nacionalidad española desde 1993, haya dado una respuesta afirmativa al gobierno”. Y se aclaraba que la aceptación del cargo de presidente –que en el actual organigrama no existe– implicaría una modificación en la estructura del Instituto, todavía encabezado por Carmen Caffarel, quien ocupa el puesto de directora desde 2007.
Vargas Llosa, que está en Londres en viaje privado, le envió una carta a Rajoy en la que argumenta las razones por las cuales rechazó el ofrecimiento. “No va a realizar declaraciones”, dijeron a la agencia Efe fuentes cercanas al autor de La fiesta del chivo. Cuando rehusó la primera oferta, en 1996, esgrimió que podía servir “mucho más a España, a la cultura y al gobierno de Aznar, conservando la independencia y la libertad” que había tenido hasta entonces. El escritor peruano, que desde hace veinte años es miembro del Patronato del Cervantes –un órgano rector cuya presidencia de honor ocupa el rey Juan Carlos–, era el “candidato ideal” para el gobierno español. “Lo lamentamos porque, por su trayectoria, sería una de las personas idóneas para convertirse en embajador de la lengua y la cultura españolas en el mundo”, afirmó la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.
En las elecciones generales que se celebraron el pasado 20 de noviembre en España, el autor de La ciudad y los perros llamó a votar a Unión, Progreso y Democracia (UPyD), liderada por su amiga Rosa Díez, con la que viene colaborando informalmente desde hace un tiempo. El Premio Nobel de Literatura planteaba entonces que era un hecho la victoria del Partido Popular, y subrayó que se alegraba anticipadamente porque el PP “cuenta con el mejor equipo de economistas y las ideas más claras para enfrentar el difícil y sacrificado reto que será llevar a cabo las reformas radicales necesarias”. Vargas Llosa, no obstante, alertaba sobre los riesgos que entrañaría que el ala más conservadora del partido de Rajoy y compañía “aguara, hasta vaciarlas de contenido, las reformas sociales más avanzadas aprobadas por el gobierno de (José Luis) Rodríguez Zapatero”, como la ley que autoriza los matrimonios entre personas del mismo sexo, la ampliación de la ley del aborto y los derechos de la mujer; “temas en los que hoy España se encuentra a la vanguardia”.
A un paso del altar, cuando unos cuantos se entusiasmaban con la melodía almibarada del “sí, quiero”, Vargas Llosa espetó un “no”. Esa negativa retumba en los oídos de escribas y funcionarios como una tormenta de alta intensidad imposible de disimular.
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