CULTURA › FERIA > BALANCE DE LA 38ª EDICIóN, QUE TERMINó AYER
Más visitantes, más ventas. Esos parámetros tranquilizan al mercado, pero no alcanzan para dimensionar el fenómeno de la Feria, que este año ofreció, además, plataformas de encuentro entre lectores y escritores ajenos al target “best-seller”.
› Por Silvina Friera
Un zumbido casi crónico puede empujar fácilmente a despotricar contra la Feria del Libro. Es –dirán unos cuantos– un paseo o sitio convencional, un acontecimiento masivo donde se produce un fenómeno tan curioso como saludable: el flirteo de cientos y miles de personas con el libro. Difícil discernir en ese vasto universo de 1.300.000 visitantes cuántos sólo compran libros en estos días y cuántos continúan su idilio de lectores y lectoras –más o menos voraces– en las librerías, el resto del año. Una tarea del mañana es trazar una especie de tipología o perfil del visitante. El desconocimiento en cualquier materia es el mejor abono para elevar los prejuicios, una levadura poco permeable hacia un imaginario que aún es un enigma. Gabriela Adamo, directora de la Feria, lo sabe. Y por eso prometió poner manos en el asunto. Tal vez una encuesta en profundidad –cualitativa más que cuantitativa– pueda aportar más información sobre gustos, expectativas, inquietudes, lecturas preferidas. Incluso, en una vertiente optimista, hasta se consiga rastrear la trama de los discursos sobre la lectura: cuán inclusivos o exclusivos son. Inclusión, integración, visibilidad son tres sustantivos que podrían condensar el semblante del rostro de esta edición. Cuando un cuerpo empieza a mutar, conservando los huesos y los músculos para garantizar su supervivencia, las viejas tensiones no se disuelven automáticamente en el aire. Aunque la mirada no esquiva esa coyuntura, se entrena y afila para mirar aquello que antes no se podía ver. Simplemente porque no estaba. Eso que emerge es la conexión literaria con autores que están escribiendo aquí y ahora (ver aparte).
Un balance consigna la temperatura ambiente que registran los protagonistas. Los expositores, especialmente los sellos editoriales, suelen destacar cuánto vendieron y cuáles fueron los títulos más solicitados. La 38ª edición de la Feria Internacional del Libro, que terminó ayer bajo el lema “Un futuro con libros”, dejó un saldo positivo. Desde los grandes grupos hasta las editoriales más pequeñas coincidieron en subrayar que los primeros días de La Rural arrancaron tímidos y tibios. Pero el tiempo vence a la timidez. El fin de semana largo –con el feriado del 1O de mayo incluido– arrimó a muchísima gente. Y las ventas explotaron. El incremento osciló entre un 10 y un 55 por ciento en pesos y entre un 10 y un 30 por ciento en ejemplares vendidos respecto del año pasado. Siglo XXI, por ejemplo, con Los hijos de los días, el nuevo libro de Eduardo Galeano –que se presentó en el predio de La Rural y agotó 42 mil ejemplares en 35 días–, logró ese 55 por ciento. Otro sello que incrementó más de un 50 por ciento sus ventas es Ediciones Continente, de la mano de Un grito en el desierto, de Víctor Hugo Morales.
En el stand 717, que comparten Eterna Cadencia, Bajo la luna, Caja negra y Mardulce, Pablo Braun, de Eterna Cadencia, pondera como “positiva” la performance en esta edición. “Nosotros hicimos una movida de mayor riesgo: pasamos de un stand de 16 a uno de 32 metros cuadrados. En el doble de espacio, vendimos el doble de libros, un ciento por ciento más.” Eterna Cadencia es la tercera vez que participa en La Rural. Braun plantea que en esta edición se empezaron a notar los cambios que está proponiendo la directora de la Feria. “La programación estuvo mejor, más cuidada, se notó mayor nivel literario. La gente pudo conocer a otros autores y no estaban sólo Ricardo Fort y otros mediáticos presentando libros. Es entendible que se pretenda continuar con la masividad, por más que a mí no me guste porque no es el público de Eterna Cadencia. Pero hubo charlas y ciclos de mayor nivel. Y eso me alegra mucho.” El sábado pasado los bibliotecarios arrasaron con uno de los caballitos de batalla de la editorial, los Cuentos reunidos, de Felisberto Hernández. Pero también –agrega Braun– se vendió muy bien Hijo de hombre, de Augusto Roa Bastos; y Sangre en el ojo, la última novela de Lina Meruane, una de las narradoras chilenas que participaron del Diálogo de Escritores Latinoamericanos (ver aparte).
Las Bibliotecas Populares de todo el país compraron libros por más de ocho millones de pesos –gracias al Programa Libro por ciento, impulsado por la Conabip– en los stands de más de doscientos editoriales adheridas. Entre los títulos más pedidos por los bibliotecarios se destacan La Pachamama y el humano, de Eugenio Zaffaroni; Los hijos de los días, Las venas abiertas de América Latina y La canción de nosotros, de Galeano; Cartas marcadas, de Alejandro Dolina; Diario de invierno, de Paul Auster; Blanco Nocturno, de Ricardo Piglia; El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq; La cocina de la escritura, de Daniel Cassany; Simone, de Eduardo Lalo (autor portorriqueño que participó del Diálogo de Escritores Latinoamericanos); Inés y la alegría y El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes; El ángel impuro, de Henning Mankell; y 1Q84, de Haruki Murakami, entre otros.
Domingo a la noche; en cinco minutos comienza el ciclo “Mandinga”, en el espacio Zona Futuro, curado por el trío de escritores y editores que integran el sello Clase Turista: Iván Moiseeff, Lorena Iglesias y Esteban Castromán. Félix Bruzzone está por subir a escena junto con los poetas Silvio Mattoni y Alejandro Crotto, acompañados por la música de Florencia Braier. El autor de 76 y Los topos no es o no era un habitué de la feria. “Al menos este año, noté más participación de escritores que antes no estaban. Lo que parecía muy tensionado se volvió más poroso, más interconectado. La feria dejó de ser ajena a las nuevas tendencias. Incluso, la directora me escribió un mail para invitarme. Eso es algo que no pasaba; son gestos que hacen que sea más dinámica y plural”, revela Bruzzone a Página/12. Moiseeff cuenta que Zona Futuro le dio visibilidad a ciertas escenas que hay en Buenos Aires –ciclos de lecturas, de filosofía y de pensamiento–, por las que circularon Leonardo Oyola, Gabriel Reches, Hernán Vanoli, Alejandra Zina, Leandro Avalos Blacha, Francisco Garamona, Fernanda Laguna y Oscar Fariña, entre otros. “Todas estas actividades fueron una oportunidad para que la gente pudiera encontrarse en la feria con aquellos autores que, en el mejor de los casos, están construyendo canon a futuro. En términos de visibilidad es muy positivo, ¿no? En este gran universo del mercado del libro que es la feria, tuvimos una plataforma para espiar lo que está pasando en una escena que se mueve por debajo del agua.”
Además de la visibilidad, se analizaron las plataformas de manera más radical. “La feria se abrió a otras disciplinas; por acá estuvieron cineastas como Javier Van de Couter, dramaturgas como Mariana Levy, guionistas como Alejandro Quesada y músicos como Santiago Motorizado, que compartieron sus influencias y gustos. Nuestro pensamiento es que si abrís el escenario, no sólo a escritores, finalmente generás mejores lecturas. Si uno escucha cómo piensa un músico o un cineasta, va a leer mejor. Lo emergente, las escenas alternativas, están vinculadas con lo interdisciplinario”, asegura Moiseeff, que calcula que más de 3000 personas circularon durante las conferencias, ciclos y charlas, sin incluir los que visitaron la muestra “Veinte hechos que están cambiando la lectura en la era digital”. “La mayoría de los escritores que pasaron por Zona Futuro no venía a la Feria”, confirma el editor de Clase Turista. La escritora mexicana Paola Tinocco presentó en Zona Futuro un libro digital que reúne relatos de cinco escritores mexicanos de la escena contemporánea: Alberto Chimal, Valeria Luiselli, David Miklos, Luis Jorge Boone y Paola Tinoco García. Y de las charlas con Tinocco surgió la idea de “irradiar este concepto por Latinoamérica; que uno pueda leer más literatura mexicana actual, como allá puedan leer lo que produce Entropía, Pánico el pánico y otras editoriales chicas argentinas, que arriesgan más por los nuevos autores”, agrega Moiseeff.
Uno de los personajes de Cacería, magistral libro de cuentos de la escritora cordobesa María Teresa Andruetto, dice que la razón “es como un vidrio que estalla ante los ojos y sólo quedan fragmentos, millones de fragmentos, cada uno guardando su pedacito de verdad”. Los fragmentos de la Feria del Libro, con sus pasiones y verdades a cuestas, comienzan a transitar ese largo camino del diálogo y la convivencia, donde es factible imaginar nuevas y mejores alternativas para construir puentes entre la masividad y la producción literaria contemporánea. El desafío no es fácil. Tampoco imposible. Aunque haya sordos y ciegos muy campantes, con sus pedacitos de verdades apoliyadas en los bolsillos.
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