Mar 08.05.2012
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CULTURA › OPINIóN

Hay motivos para brindar

› Por Carlos Díaz *

¿De dónde sacar energía y tiempo para escribir esto? ¿Cómo me lo piden justo los últimos días de la feria, cuando saben que estamos todos como locos y fundidos? Estos pensamientos, reprimidos en el momento en que amablemente Página/12 me invitó a escribir esta columna, reflejan bien el estado en el que los editores terminamos la feria. Y si acepté es para contar que con ella finaliza, hasta el año siguiente, uno de los momentos más lindos e importantes para la industria editorial y sus alrededores: pienso en los docentes, las bibliotecas populares, los periodistas culturales, etc. Es un mes al año en que el libro, los autores, traductores y editores son protagonistas de la vida cultural del país.

Todo comienza unos días antes de la apertura al público, cuando la feria abre exclusivamente para recibir a miles de profesionales del sector de nuestro país y del exterior. Allí abundan las reuniones formales, informales, los cafés, las cenas y los cócteles. Luego comienza “la otra feria”, la del público, y con ella las presentaciones, mesas redondas, firmas de autores, siguen las cenas y los encuentros (o las promesas de aprovechar para juntarnos antes de que termine la feria) con todos nuestros colegas. Con un sector que no es muy proclive a compartir información de ventas, los pasillos y los umbrales de los stands se convierten en los lugares estratégicos para desarrollar el ojímetro y el intercambio de información para tratar de descubrir una tendencia.

Terminada la feria, las ventas medidas en ejemplares, en pesos, desagregando los aumentos de precios y cantidad de visitantes, se vuelven anecdóticas. A las 22 de ayer, pusieron el clásico tema de Dire Straits que cierra cada día el evento y todos celebramos con los compañeros y con los laburantes, que terminaron extenuados y “engentados” después de semanas de encierro en el predio. Inmediatamente comencé a sentir algo de nostalgia. Debería haberme hecho más tiempo para recorrer la feria y prometo el año próximo agendarme las actividades que no me quiero perder y todos los años me pierdo. Y el optimismo es lógico. En mi caso, Siglo XXI reabrió en Argentina el día posterior a la renuncia de Carlos “Chacho” Alvarez. Era el fin de una época, que se despidió con una crisis salvaje que dejó una profunda huella en mí. Tan rápido como sorpresivamente, el país se recuperó y comenzó una época positiva para el sector editorial. Con años mejores que otros, con noticias más alentadoras que otras, los editores hoy seguimos teniendo motivos para estar conformes y terminar la 38ª edición de la Feria del Libro de Buenos Aires levantando la copa para brindar a la espera de la edición 39ª.

* Editor.

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