Que la violencia es universal nadie puede dudarlo. Sin embargo, Latinoamérica es una región particularmente atravesada por las violaciones a los derechos humanos y las violencias de todo tipo. Los pueblos de la región tienen marcado a fuego el genocidio de los pueblos originarios (que aún hoy se cobra víctimas), el sangriento terrorismo de Estado orquestado por el Plan Cóndor y la criminalización de la pobreza. La desaparición de personas hoy también se traduce en las víctimas de redes de trata y pibes que mueren en manos de la policía, como Luciano Arruga, cuyo cuerpo aún es un misterio. De eso se trata El manual de la violencia, el disco-libro que acaba de publicar Sonora Insurgente, la banda del Oeste. “Un tema que nunca pasa de moda”, dicen con cierto dejo de ironía Marcos Rodríguez y Marcelo Alonso, cantante y bajista del grupo, respectivamente. Se trata de un disco con diez canciones acompañadas por breves textos surgidos a partir de entrevistas a activistas de derechos humanos, intelectuales y referentes de sectores de la sociedad que han sufrido violencia. Entre otros, ensayan el periodista Osvaldo Bayer; el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; la hermana de Arruga, Vanesa Orieta; Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y el comunicador mapuche Mauro Millán. La presentación del disco será hoy a las 22 en Auditorio Oeste (Av. Rivadavia 17.230, Haedo).

En esa sintonía, la forma más coherente que encontraron para transmitir estas voces fue a través de los ritmos musicales nacidos en estas tierras. Para ello, los músicos, que provenían del rock, se largaron a conocer los pueblos latinoamericanos (Bolivia, Ecuador, México, Uruguay, Colombia, Chile) y exploraron, casi con pasión etnográfica, el origen y las estructuras rítmicas tradicionales de la región. Dice Rodríguez, el vocalista y compositor: “Nos planteamos realmente la búsqueda de ritmos como un desafío. Por eso arrancamos tocando temas de otros autores latinoamericanos, y así empezamos a encontrar información en el toque, en el rasguido de cada canción, en los aspectos característicos, en la instrumentación, en lo purista y lo no purista”. Producido por los Bersuit Pepe Céspedes y Oscar Righi, Manual de la violencia es un disco amplio musicalmente, bien interpretado y prolijamente grabado. Sin desentonar con el eje temático, el clima festivo está presente a lo largo del trabajo. De la mano de Sonora Insurgente, el festejo peruano, el joropo, la rumba, la chacarera y el tinku suenan con distorsión, riffs rockeros y solos de guitarra. “Somos una banda de rock, no de folklore, que agarra esos ritmos para hacer una mezcla”, define Rodríguez.

Alonso suma lo suyo y contextualiza: “Absorbimos desde pibes bandas de rock, pero sentimos la necesidad de ampliarnos culturalmente. Hace diez años está sucediendo que hay mucho más interés por las culturas de Latinoamérica, es decir, por nuestra cultura. Por lo menos en Buenos Aires se está mezclando todo en materia musical y hay mucha más información. Si bien somos una banda de rock, estamos abiertos a informarnos y a aplicar eso a la música”. La intención también fue tomar “ritmos populares para que el mensaje llegue de una manera más copada a un público más amplio, y que no sea aburrido”, dice Alonso. De ahí la festividad de las canciones. “La cumbia tiene la belleza de lo simple y llega a todas las clases sociales. Que el disco sea alegre y tenga rebelión es una mixtura interesante”, entiende el cantante. En esa línea, músicos afines participan como invitados: el Cóndor Sbarbatti de Bersuit, el Bocha Otero de Andando Descalzo, Tatú Garibaldi de los Pérez García y Pura Vida Folklore.

“El sector joven y pobre es continuamente violentado. La criminalización de la juventud tiene que ver con que cada uno de ellos tiene cosas en común: ser pobres, morochos y vestirse de una forma determinada. ¿Cómo se educa, bajo qué valores? ¿Qué pasa si no llegás a un determinado target?”, se pregunta Vanesa Orieta en el texto titulado “Pan y libertad”. La joven encabeza la incansable búsqueda de su hermano, quien desapareció en enero de 2009 después de haber estado detenido en un destacamento policial perteneciente a la comisaría 8ª de Lomas del Mirador. A más de tres años, la causa sigue siendo investigada como “averiguación de paradero” y no como “desaparición forzada” –como lo calificó el Comité de los Derechos del Niño de la ONU–, y no hay ningún imputado. En este sentido, lo destacable del disco-libro fue aportar un granito de arena en el ejercicio de la memoria, con una mirada abierta, poética y sin distinción de clases sociales. En la obra también están “reflejadas las violencias que fueron necesarias en manos de los pueblos oprimidos. El disco hace un pantallazo, no una apología, de los tipos de violencia que fueron generadas en Latinoamérica”, resalta Rodríguez.

Los músicos entienden que lo que une a todas las violencias a lo largo de la historia es un entramado de poder. “La violencia tiene distintas aristas en las diferentes épocas y actores, pero siempre el poderoso oprime al pueblo. Esa connotación se enmarca en todo”, coinciden. El proceso de producción no llevó más de dos años y se gestó como un proyecto comunitario. Para ello convocaron a periodistas de la radio comunitaria Freeway (90.7) de Ramos Mejía para llevar a cabo las entrevistas en profundidad a cada uno de los referentes elegidos. A modo de disparador, a cada uno se le dio una canción vinculada con un eje particular desprendido del tema global: la violencia. “De todas formas, cada uno hablaba de lo que quería, no había nada impuesto”, dice Alonso. Finalmente, en el disco quedaron “plasmados los mejores fragmentos de extensas charlas” que fueron realizadas entre julio y noviembre de 2011.