Sábado, 25 de agosto de 2012 | Hoy
CULTURA › RESULTADOS DE LA ENCUESTA NACIONAL DE HáBITOS DE LECTURA 2011
El relevamiento de la Universidad de Tres de Febrero arrojó que el 90 por ciento de los entrevistados lee. Entre los materiales se incluyeron diarios, revistas, libros y textos de Internet. Un 88 por ciento de los lectores asegura que lee al menos un libro al año.
Por Silvina Friera
¿Qué es un lector? La respuesta –escribe Ricardo Piglia en El último lector– es un relato “inquietante, singular y siempre distinto”. En el Día del Lector, cuando se cumplió el 113º aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, se presentaron los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura 2011, realizada durante los últimos meses del año pasado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero en localidades de más 30.000 habitantes de todo el país. La lectura, por estos pagos, es casi universal: el 90 por ciento de los entrevistados, nueve de cada diez argentinos mayores de 18 años, lee actualmente. Aunque esta práctica se haga de forma eventual, está presente en la vida de casi todos los que afirmaron que leen de vez en cuando –y por más de 15 minutos seguidos– diarios, revistas, libros, textos de Internet, o algún otro tipo de material. Sólo un diez por ciento declaró que no lee. Un 88 por ciento de los lectores asegura que lee al menos un libro al año, un 77 por ciento dice que lee dos libros al año y más de la mitad de la población lectora (el 58 por ciento) lee de uno a cuatro libros en doce meses. En cuanto a la frecuencia lectora –tomando en cuenta todas las formas de lectura–, el estudio indica que el 53 por ciento de los encuestados lee todos o casi todos los días; lo que representa un aumento de seis puntos respecto del 2001, cuando sólo leía a este ritmo sostenido el 47 por ciento. Se lee más que hace diez años en todos los soportes; apenas un 5 por ciento manifiesta que lee sólo un día a la semana, mientras que hace diez años ese grupo llegaba al 19 por ciento. El 42 por ciento de los consultados lee textos en la web –una década atrás sólo lo hacía el 21 por ciento–; y entre este tipo de lectores lo que más se lee son los mails (72 por ciento), diarios (46 por ciento), libros (13 por ciento) y revistas (10 por ciento).
La indagación –conviene aclarar tanto para los espíritus eufóricos ante ciertos indicadores como para aquellos escépticos por naturaleza– no se limitó solamente a los libros. “El concepto de lector en esta encuesta se entiende como toda persona que declare leer libros, diarios, revistas, textos digitales y otros materiales, aunque sea de vez en cuando y por quince minutos de manera sostenida. La categoría lector no intenta calificar las prácticas y representaciones de lectura de la población”, explicó Alberto Sileoni, el ministro de Educación de la Nación, durante la presentación en el Palacio Sarmiento, acompañado por el director nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi; el director de la Biblioteca Nacional (BN), Horacio González, y los escritores Ana María Shua y Ricardo Mariño (ver aparte). La novedad es que por primera vez se consumó un estudio de este tipo enteramente desarrollado desde un ámbito público. La Universidad Nacional de Tres de Febrero llevó adelante el trabajo de campo, a través de entrevistas domiciliarias y de aplicación personal; una encuesta estratificada según las regiones del país: AMBA, NOA, NEA, Cuyo, Centro y Patagonia. El tamaño de la muestra fue de 3568 casos efectivos sobre un total de 3600 planificados. El antecedente es una investigación similar efectuada en 2001 por la consultora Catterberg y Asociados.
La Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura revela que la franja de edad más lectora –entre quienes admiten leer de cinco a siete días por semana– es la que comprende a los adultos de 26 a 40 años. ¿Cuáles son las razones que esgrimen para entregarse a “esa adicción, esa maravilla” de la lectura, como refiere Ana María Shua? (ver aparte). Entre los lectores de libros, el 79 por ciento (casi 8 de cada 10) de los consultados lee por placer; seguido de un 69 por ciento que lo hace para ampliar sus conocimientos y aprender cosas nuevas. El número de los que leen entre cinco a diez libros al año pasó del 14 por ciento en 2001 al 23 por ciento en 2011. Una conclusión importante es que la lectura digital amplía la cantidad de lectores. “El papel y la pantalla, lejos de competir, son complementarios”, subrayó Hamawi. Una vez traspasado el “umbral de la lectura”, sugieren los números analizados, se tiende a leer en cualquiera de sus formatos. No asombra, en cambio, que la lectura en pantalla sea un hábito de los más jóvenes. El 73 por ciento de los argentinos de entre 18 y 25 años lee habitualmente en pantalla, seguido por un 62 por ciento entre 26 y 40 años.
Se evidencia una diferencia sustancial en el modo de acceso al libro. Mientras que en 2001 sólo un 48 por ciento podía comprarlos, en 2011 el 69 por ciento está en condiciones de hacerlo, casi siete de cada diez personas. El incremento de la compra de libros, destacó Hamawi, es muy significativo: aumentó 21 por ciento en la última década. Otra cuestión relevante es que el 72 por ciento de los entrevistados conoce la existencia de alguna biblioteca. La Biblioteca Nacional tiene un reconocimiento particular: un 17 por ciento de los entrevistados dice que concurrió alguna vez. “Se venden más libros, se editan más libros, se consultan más bibliotecas. Lo que tenemos que hacer es seguir trabajando sistemáticamente para tener más lectores”, agregó Hamawi.
“Los datos de Argentina son satisfactorios y, como ocurre con estas cuestiones son, a la vez, motivadores porque nos permiten saber cómo estamos y también nos dan indicios de nuestras deudas, de las acciones que como gobierno nacional tenemos que seguir realizando”, ponderó Sileoni. “Un país se hace a través de una trama muy vasta de legados –afirmó Horacio González–. Se lee también porque se ha leído antes; las lecturas del presente son lecturas del pasado reinterpretadas. Los planos de la lectura son infinitos. No leemos ahora igual que en 1810, pero leemos.” El director de la BN, parafraseando a Borges, añadió que “nos congratulamos de los libros que leemos, aunque después los abandonemos”. “El que lee se tira a la pileta con lo que tiene a mano y lo que pesca son los productos más críticos y complejos del espíritu. Y al mismo tiempo puede pescar también aquello que lo lleve a convertirse progresivamente en un lector más refinado.”
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