Martes, 3 de diciembre de 2013 | Hoy
CULTURA › EL PRIMER ENCUENTRO DE ARTE FOLKLóRICO EN MADRID CERRó CON CONCIERTOS NOTABLES
El Dúo Coplanacu, Chango Spasiuk, Luisa Calcumil, Jorge Marziali, Franco Luciani y Joaquín Benítez fueron algunos de los artistas que el fin de semana pasaron por el anfiteatro de la Casa América, a metros de la Puerta de Alcalá.
Por Cristian Vitale
“Aforo completo”, reza un cartelito y una soga roja –celosamente custodiada por un guarda– cruza de par en par la entrada a Casa América. A su anfiteatro, para sumar precisión. Adentro, las reglas dicen que no puede haber más de 250 personas. Afuera hay un desfile de entusiastas del folklore argentino (españoles o no) que pugnan por entrar a como dé lugar. Y no faltan quejas, tensión y cierto intercambio de palabras entre partes. Madrid, abstraída, sigue su curso cotidiano, su impronta de contraste. Señoras que se resguardan del frío bajo cero con sofisticados tapados de piel coexisten con desocupados –efectos de la crisis, claro– que piden monedas en las calles, sosteniendo carteles que legitiman su reclamo: “Español parado, sin lugar para vivir”. Millones de autos de alta gama que, incesantes, embotellan las principales arterias urbanas, colorean el paisaje tanto como pintadas callejeras del tipo “Ni recortes, ni capitalismo”. Bares, cines y tabernas semillenas conviven con protestas en defensa de la educación pública y el trabajo para todos que también atascan la Gran Vía. “Y aquí no es nada: en algunos barrios de las afueras, la desocupación está llegando al 50 por ciento”, señala alguien que vive el cuadro a menudo.
La Casa América, donde tuvieron lugar las últimas actividades del Primer Encuentro de Arte Folklórico en Madrid, está precisamente a metros de la Puerta de Alcalá, ese imponente monumento madrileño construido en la segunda mitad del siglo XVIII, que cobijó a los movimientos de indignados en su fase más intensa. Y pegada a la Fuente de Cibeles, el monumento erigido en honor a tal diosa de la agricultura y la fecundidad, donde los hinchas del Real Madrid festejan sus logros futboleros. La casa se encuentra fácil, además, porque en su entrada principal se elevan las banderas de todos los países de América latina, como un mensaje de su objeto: estrechar lazos entre España y el subcontinente, a través de charlas magistrales, talleres, coloquios, exposiciones, mesas redondas, seminarios y conciertos. En el caso de este encuentro, ocurrieron durante sus días finales (sábado y domingo), luego de la intensa semana de exposiciones, conferencias y clínicas que se llevó a cabo en la otra sede: la del Colegio Mayor Argentino (ver recuadro).
El “aforo completo” del domingo, entonces, tuvo su causa en alternancias entre varios exponentes de la música folklórica argentina. Entre los hermanos chaqueños Hugo y Marcelo Dellamea, por caso, que mostraron a dos guitarras ciertos esbozos de su último disco (Dos más uno), y el genial armoniquista Franco Luciani; entre Joaquín Benítez, joven promesa del bandoneón (17 años), que provocó picos emotivos entre un público emocionado de por sí, a través de ciertos pasajes de “Adiós Nonino” o el Himno Nacional Argentino, y el mendocino Jorge Marziali, que imprimió su impronta a través de “Milonga de Don Quijote” o la pícara cueca “Las cuyanas”, acompañado por Marita Londra y el versátil Martín Castro, en guitarra. Entre el gaucho Omar Moreno Palacios y sus historias, cantadas o contadas, de alazanes, llanuras profundas y rudas labores rurales, y un Chango Spasiuk en clave desenchufada como causa del único traspié del encuentro: el sonido. El misionero de Apóstoles se las arregló para mostrar a tiempo condensado una mezcla entre polcas de su tierra, pasajes líricos, un clásico de alto impacto (“Tierra Colorada”) y esa canción con todos del chamamé (“Kilómetro 11”), que reintegró al escenario a Luciani, a Dellamea y a Benítez, en un final conmovedor.
Tanto como lo había sido el de la noche anterior, también bajo clima de “aforo completo” y cruzada entre géneros, recuerdos y regiones. Un sábado que había comenzado temprano, con cuatro cantoras dispuestas en semicírculo (Marita Londra, Casiana Torres, Mariana Carrizo y Luisa Calcumil) resueltas a escuchar y dejarse escuchar. Casiana, a través de la calma “Huella de ida y vuelta”, de Yacomuzzi y Molina; o “Cosechero”, de Ramón Ayala. Calcumil, la cantora de linaje mapuche, mediante sus cantos antiguos en mapuzungún y sus sonidos en kultrun; Carrizo, con una conmovedora visita a “Vidala de la sombra” más algún esbozo de sus coplas XXX. Y Londra, a través de la chamarrita “Ligera pa’ enamorar”. A las cantoras y su amplio abanico de ritmos le siguió Micaela Chauque, multiinstrumentista del NOA, que hechizó a propios y extraños con una genuina sensualidad de punas y quebradas, para dejar el escenario caliente a dos santiagueños que, en general, lo pisan fuerte: Julio Paz y Roberto Cantos.
El Dúo Coplanacu anudó voces, guitarra y bombo, a favor de un puñado de canciones que encendieron almas, cuerpos y palmas en al anfiteatro. De “La amorosa” saltó a “Mishki Mota”, chacarera trunca de agite; de la antigua y honda vidala santiagueña (“Flor de lirio”) al gato “El 180”, la agridulce zamba “Mientras bailas” y un final con todos en escena para iluminar la bella “Tonada para remedios”, cuya frase final bien podría explicar alguna intención global: “Churo vamos a galopar, copleando por el camino”. Cuando el director de Artes de la Nación, José Luis Castiñeira de Dios –cara institucional del encuentro, junto a Antonio Rodríguez Villar, presidente de la Academia de Folklore, y el consejero cultural de la embajada, Jorge Alemán–, tuvo que poner el broche final al encuentro con un puñado de palabras, dio en un punto nodal. “Lo que se quería demostrar, la vigencia de la música argentina de raíz a través de varios de sus principales exponentes, ha quedado demostrado”.
El Colegio Mayor Argentino de Madrid, la otra sede que cobijó al Encuentro, es, junto a la Casa Argentina de París, una de las dos residencias estudiantiles que el Estado argentino –a través del Ministerio de Educación– posee y solventa en Europa. Es, como tal, el lugar “a escoger” por todo aquel argentino que viaje a España con fines educativos, científicos o artísticos. Ofrece alojamiento con pensión completa a 22 euros por día, precio casi ridículo, y nació en 1947, cuando, con Juan Domingo Perón presidente, el Estado argentino firmó un protocolo con el español. Pero su concreción recién llegó en el segundo lustro de los ’60 –cuando se empezó a construir– y se inauguró el 22 de octubre de 1971. A partir de entonces, el CMA quedó adscripto a la Universidad Complutense de Madrid y se transformó, además, en una construcción modelo de la arquitectura moderna, que la Argentina está revalorizando, refaccionando y poniendo en valor histórico, a través de obras de reconstrucción del perímetro y la fachada del edificio, la rehabilitación de la red pluvial, y el reacondicionamiento de superficies interiores.
En los cuarenta años que lleva de existencia, el CMA ha recibido las visitas del historiador José María Rosa, de Ernesto Sabato, de Jorge Luis Borges, de Juan Falú, de Teresa Parodi y de Rubén Juárez, y ha hospedado a unos 15 mil graduados argentinos, entre ingenieros, abogados, músicos, médicos, arquitectos, sociólogos, economistas, historiadores, químicos y matemáticos. Cuenta, además, con una sala de exposiciones y el auditorio, donde se desarrolló buena parte de esta primera edición del Encuentro de Arte Folklórico Argentino, con capacidad para 120 personas. En la actualidad, el CMA también aloja a la Red Argentino-Europea por el Derecho a la Identidad, motorizada por Abuelas de Plaza de Mayo y la Conadi, que cuenta con una oficina y un teléfono exclusivamente asignados para orientar jóvenes que vivan en España o Europa, y que duden sobre su origen. La residencia tiene lugar para 90 personas y todas las habitaciones tienen baño privado y aire acondicionado. El resto de las comodidades se esparcen por el edificio: hay una biblioteca llamada Luis Eduardo Duhalde, con sala de estudio y computadoras incluidas, una sala de TV, un aula de música, sala de conferencias y máquinas expendedoras de bebidas y alimentos.
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