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Martes, 3 de diciembre de 2013

CINE › ADèLE EXARCHOPOULOS Y ABDELLATIF KECHICHE, ACTRIZ Y DIRECTOR DE LA VIDA DE ADèLE

Cuerpo, sudor, lágrimas y una historia de amor

El film ganó la Palma de Oro en Cannes, donde levantó revuelo por las escenas de sexo explícito entre la protagonista y Léa Seydoux. Es el plato fuerte de la quinta edición del ciclo, que se realizará hasta el martes próximo en el Gaumont.

 Por Ezequiel Boetti

Adèle Exarchopoulos bebe de un saque un copón de leche chocolatada, resopla, garabatea en una hoja, juguetea con su larga cabellera castaña y cuchichea. Es poco habitual una actitud tan desenfadada en medio de la pulcritud de una rueda de prensa, pero tiene la impunidad de sus 20 añitos recién cumplidos. Podría pensarse todo lo anterior, entonces, como la reacción de una adolescente dándose de bruces contra las obligaciones impuestas por la agenda laboral. La seguridad y contención de la infancia explotada y fragmentada por la intromisión de los sentimientos y responsabilidades generadas por el mundo adulto, la certeza de la imposibilidad de controlarlo todo y de que el destino ajeno no se rige por la voluntad propia: por todo eso, quizá, está pasando Adèle aquí y ahora, y por todo eso pasa el personaje homónimo a la que ella le pone cuerpo, sudor y lágrimas en la pantalla grande. Opus cinco del francés de origen tunecino Abdellatif Kechiche (conocido aquí por Juegos de amor esquivo y Cous cous, la gran cena), La vida de Adèle será el plato principal de la quinta edición de la Semana del Cine Europeo, que se realizará desde hoy y hasta el próximo martes en el Gaumount.

Basado en la novela gráfica Le bleu est une couleur chaude (El azul es un color cálido), de Julie Maroh, y ganador de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, donde levantó polémica por sus escenas explícitas de sexo, el film, que tiene pautado su estreno comercial el primer jueves del año próximo, es el retrato madurativo de la chica del título. Maduración que incluye colegio, un trato distante pero cortés con sus padres y, claro está, un poco de sexo con el amigovio de turno. Muchacho que quedará rápidamente en el olvido cuando ella se cruce en plena calle con una chica de pelo azul (la estrella en ascenso del firmamento galo, Léa Seydoux) que se convertirá progresivamente en su objeto de deseo. Un encuentro casual en un boliche hará el resto: primero un trago, después una amistad y finalmente el tórrido romance.

Dicho así, podría pensarse que el film se ladeará hacia el tono machacón y unívoco de un manifiesto a favor del lesbianismo. El mismo Kechiche, conocedor de esos riesgos, decidió volcarse, en cambio, a lo que él define como “una gran historia de amor”. “Yo no tenía –y creo que todos estábamos en la misma sintonía– una conciencia por filmar una película alrededor de lo lésbico, y la mejor manera era no abordarlo frontalmente o de manera militante. Poner la homosexualidad en un plano tan resaltado significaba afectar lo que nosotros queríamos defender. Para mí, la mejor manera de abordar esto era banalizar el discurso de la homosexualidad y lograr que el público se identifique con Adèle para que le importen poco sus preferencias”, afirma el realizador durante la rueda de prensa junto con Exarchopoulos y los coprotagonistas Jérémie Laheurte y Mona Walravens.

–Hay muchas diferencias, tanto desde el tono como en el de-senlace, entre la película y la historieta original. ¿En qué momento se dio cuenta de que iría por un lado distinto?

Abdellatif Kechiche: –Sabía que el cómic iba a ser una herramienta de base y que adaptaría libremente la historia a medida que avanzara con el desarrollo de la realización, el trabajo con la realidad y el encuentro entre los actores. El cómic nos permitió trabajar a partir de un dibujo, lo que ayudaba a armar una escena, pero hay muchas partes o cosas que no están escritas. Por ejemplo, en la imagen del reencuentro bajo el árbol no hay diálogo, entonces imaginé uno. El cómic es una base de trabajo que da mucho lugar a la imaginación. Más que las novelas, incluso.

–Varias secuencias de esta película abordan la tarea de la docencia, algo que también estaba muy presente en Juegos de amor esquivo. ¿Qué implica para usted haberse detenido en el oficio de la enseñanza?

–En Juegos... fue un poco por azar, no me había propuesto profundizar tanto en la enseñanza como tema. Pero durante la preproducción conocí a muchos docentes y me interesé mucho en ese compromiso tan fuerte, noble y bello que ellos tienen, pero que al mismo tiempo está casi oculto. Son personas que están muy implicadas en la vida de los chicos, pero al mismo tiempo no las vemos. Eso me fascinaba. Desde esa película tenía la idea de trabajar este tema. Esa asociación con el mundo de la representación, que en cierta medida también es el mío, es mucho más visible. Hay un paralelo con la enseñanza que en la película se representa de forma más invisible. Quise lograr una confrontación entre la representación del artista y la del docente.

–¿Encuentra algún punto de contacto entre ambos films?

–Sí, hay muchos puntos en común. En ese caso, había una profesora de francés que servía de fuente de inspiración. De hecho, hay un guión que describe qué es lo que ocurriría después de esta película. En La vida de Adèle hay una gran cantidad de temas que retomo, como por ejemplo el encuentro por azar y las diferencias sociales.

–Usted habla de diferencias sociales, y tanto Adèle como Emma pertenecen a clases que, si bien no están ubicadas en las antípodas, tienen algunas diferencias. ¿Cree que las distintas expectativas sobre sus vidas terminan influenciado sobre la relación?

–Sí, provienen de mundos muy diferentes y alejados, de clases para nada parecidas. Traté de mostrar este tema de manera frontal, y creo que esa diferencia es lo que le impide a Emma vivir de formas sincera lo que siente por Adèle.

Piel, corazón y compromiso

La película dura 180 minutos. Exarchopoulos aparece por lo menos durante 170. Hija de una enfermera y un músico, de complexión física más cercana a la curvatura italiana que a la fineza francesa, ella entrega una de esas actuaciones perfectas y justísimas, en las que cada gesto describe y acrecienta la complejidad emocional de su personaje, luciendo además una seguridad escénica que más de una veterana envidiaría. “Vi una magia con algo de metafísico. Hay cosas que se perciben y vibran en ella. Es difícil encontrar en este ambiente alguien que posea algo de esa dimensión, y yo lo capté en su imagen”, justifica su elección Kechiche. La pregunta es, entonces, cómo pudo una chica de apenas 18 años lograr semejante trabajo. Talento, claro, pero también un largo desarrollo vocacional. “Tuve mucha suerte por haber encontrado lo que encontré”, se sincera la actriz de ascendencia griega, y agrega: “Empecé a tomar clases de teatro a los 8 años porque tenía que gastar las energías en algún lado. Una profesora me presentó a una directora de casting y lentamente empezaron a hacer circular mis videos. No tenía mucha idea cómo era esto, pensaba que se filmaba todo de una vez y listo. Recién cuando empecé me di cuenta de que podía ser un trabajo, más allá de que me genere mucho placer. Creo que en los últimos he aprendido muchísimo, sobre todo a aprender”.

La juventud no es impedimento para el escándalo. Durante el Festival de Cannes, parte del público y la crítica enmudeció ante las escenas de sexo explícitas con Seydoux. Ella tiene respuesta para aquellos que eligen limitarse a la exposición física de su trabajo: “Entiendo que todo el mundo se enfoque en esas escenas, pero ése no era el sentido principal. Nosotros realmente nos divertimos mucho haciendo esas escenas; nos dio mucho placer. Relaciono lo que pasó en Cannes con el hecho de que sean poco comunes”.

–Más allá de lo físico, su papel implicaba un riesgo muy grande. ¿Cómo lo trabajó?

–El desafío en nuestro caso era cómo construir esa relación porque Adèle estaba obsesionada con Emma, y las escenas sexuales son fieles a ese sentimiento. No había riesgo porque era como había que actuar esta historia en el sentido de la riqueza. Esto es algo poco común en Francia, e incluso con el equipo técnico había un cierto pudor. La forma de implicarme era hacerle justicia a un personaje que se encuentra con alguien en la calle y le revoluciona la vida. Entiendo que haya salido gente perturbada de las salas, pero yo no sentía para nada que fuera riesgoso, sino la forma en la que tenía que comprometerme con esta historia de amor.

Una selección prometedora

Llegó diciembre y, con él, el combo Ventana Sur + Semana del Cine Europeo. Otra vez con el cine Gaumont (Rivadavia 1635) como epicentro, la selección realizada por Thierry Frémaux es más corta que otros años, pero igual promete. El evento estelar será la primera proyección en la Argentina de la ya mencionada La vida de Adèle, desde esta noche a las 20 (sólo con invitación) y con repetición el sábado 7 a la misma hora. Otra que dividió aguas en Cannes fue La grande bellezza, del irregular Paolo Sorrentino, programada para el viernes 6 a las 20. La Semana del Cine europeo también ofrecerá la posibilidad de encontrarse con un viejo conocido de la cartelera argentina como es François Ozon, cuya Jeune & Jolie se verá el sábado a las 18.15 y el martes 10 a las 20. El quinteto se completa con Borgman, del holandés Alex van Warmerdam (jueves 5 y lunes 9 a las 20); y Miele, de Valeria Golino (miércoles 4 y domingo 8 a las 20).

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Kechiche y Exarchopoulos llegaron hasta Buenos Aires junto a Laheurte y Walravens, coprotagonistas del film.
Imagen: Rafael Yohai
 
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