Miércoles, 28 de mayo de 2014 | Hoy
CULTURA › HOMENAJEARON ANOCHE A JUAN GELMAN EN EL HAROLDO CONTI
Marilú Marini, Arturo Bonín, Cecilia Rossetto, Jorge Boccanera, Cristina Banegas, Vicente Muleiro, Virginia Innocenti, Rodolfo Edwards y Alejandro Apo “gelmanearon” durante el evento, en el que también leyó un poema Macarena, la nieta del poeta.
Por María Daniela Yaccar
“Seguramente, éste es el lugar indicado para homenajear a Juan Gelman. Porque, como sabemos, fue sede del horror y de la muerte, y estamos tratando de recuperarlo para la cultura, el pensamiento y la dignidad humana”, expresó el director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Eduardo Jozami. Y luego reivindicó al poeta y periodista: “La práctica periodística permite seguir la vida política de Juan. Con el tiempo, sus poesías fueron menos explícitas”, contrastó. Marilú Marini, Arturo Bonín, Cecilia Rossetto, Jorge Boccanera, Cristina Banegas, Vicente Muleiro, Virginia Innocenti, Rodolfo Edwards y Alejandro Apo, entre otros artistas y periodistas, esperaban su turno para “gelmanear” (la licencia está justificada, pues el término lo acuñó el mismo poeta). Macarena Gelman, su nieta, llegó al homenaje desde Montevideo. También estuvo presente el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda.
Jozami fue el encargado de abrir “Magia fantasma niebla poesía” –primer verso del primer libro del escritor fallecido en enero–. La sala estaba llena, el público había hecho fila un buen rato y el acto comenzó con demora, porque se retrasó Marini. El director del Conti hizo un repaso puntilloso por la biografía del homenajeado: los medios en los que escribió (La Rosa Blindada, La Opinión, Noticias, Crisis y, hasta su muerte, Página/12), sus espacios de militancia, sus características como poeta. “Lo conocí en la militancia de los ’60”, contó. Lo llamativo es que destacó la labor de Gelman como periodista. “Fue acompañando lo que pasó en América latina y la Argentina, la influencia de la Revolución Cubana, reflejó el acercamiento de los intelectuales a lo popular. En su poesía fueron menos explícitas las marcas de la política, se hizo más hermética –apuntó–. El dijo: ‘Mi subjetividad no se agota en la ideología’.”
Cuando Cristina Banegas irrumpió en el escenario, la sala tomó un clima de “asamblea de la melancolía”. Un silencio de misa reinó cuando leyó los últimos (y dolorosos) poemas de Gelman, acompañada por la guitarra eléctrica de Wenchi Lazo. Es una médium, Banegas. A Evita también la trajo a la vida en distintos tiempos. Lazo acariciaba las cuerdas de su guitarra mientras la actriz susurraba, enfatizaba, hacía silencio y respiraba. Con ella, un atril, las últimas palabras de Gelman, un hombre y una guitarra, Gelman volvió a vivir. Quedó resonando en el aire una pregunta: “¿Y si la poesía fuera un invento de lo que nunca se podrá decir?”.
Daniel Freidemberg inauguró el segundo bloque. Reflexionó sobre el acercamiento de Gelman a los poetas místicos. “Cuando conoce a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz ocurre no una redefinición de la poesía de Gelman, sino de la poesía misma. Es una búsqueda abierta, desprotegida, el encuentro con la Patria que le resultaba escamoteada”, dijo, refiriéndose al exilio de Juan en tiempos de dictadura. Leyó textos de 1982: “Comentario I”, “Comentario XVI”, “Comentario XLI” y “Cita XVI”, de Citas y comentarios. El homenaje estuvo hecho de testimonios y de lecturas, que en definitiva no son otra cosa que relecturas, porque cada persona que lee aporta su visión del mundo. También en el segundo bloque leyeron Muleiro y Marini. Eligieron escritos de Gelman de los ’90 y de fines de 2000. También apareció Gelman en otras formas de arte, en una performance de Solana Pozzi (un collage de poemas) y en la música de Rodolfo Gómez, Martín Fernández (guitarras) y Gabriela Elena (voz).
“Se vienen sucediendo muchos homenajes y reconocimientos, en el exterior y en la Argentina”, expresó Boccanera. “Pero el que se realiza aquí tiene un significado especial, porque es el lugar donde se entronizó el horror y donde miles de militantes fueron asesinados.” El discurso del escritor hizo hincapié en una palabra: “compañeros”. “Quiero recuperar esa palabra tan de Juan, esa condición de anhelos compartidos, de ideas, voluntades y que está presente en su primer libro, Violín y otras cuestiones (1956), y atraviesa toda su obra. En su poesía él dialoga con los compañeros en un clima íntimo, a veces coloquial, a veces místico. Los compañeros en su poesía arden, brillan, vuelan, crepitan. Y él lo dice en un verso: “Se oye el ruido de los muertos de mi país, peleando contra la vejez del mundo...”, expresó Boccanera, en el tercer bloque, del que participaron Jimena Arnolfi, Innocenti –quien leyó “Aromas”, de Interrupciones II (1988)–, Fresneda y Macarena Gelman.
El secretario de Derechos Humanos de la Nación recordó que en 1995 él y sus compañeros de militancia estaban conformando la agrupación H.I.J.O.S. y un día apareció “un hombre grande, de bigotes y nos empezó a entrevistar a todos”. Era el Premio Cervantes argentino. “Nos toca comprender que existen las despedidas sanas. Se fue y nos dejó todo. Lo homenajeamos porque, por lo menos yo, lo necesito”, sostuvo el funcionario. “Teníamos la necesidad de acercarnos a él, a quien repentinamente se fue dejándonos tanto dolor, lucha, militancia, poesía y palabra.” Y finalmente fue el turno de Macarena Gelman. Todos esperaban sus palabras. Pero ella, que llegó de Montevideo para vivir este homenaje a su abuelo, no dijo mucho, sino que habló a través de él. “El mejor homenaje es la lectura de su poesía”, sostuvo.
Antes de leer “Sobre la poesía”, la joven hizo un preámbulo en el que explicó brevemente por qué eligió ese texto. “Es una poesía que tiene un valor simbólico, porque fue una de las primeras que escuché de él, allá, por el 2000, en Montevideo, en un teatro donde leyó sus poemas. Hacía poquitos días que me había enterado de mi historia. De nuestra historia. Fui escondida a escucharlo. Esta poesía fue de las que más me quedó”, contó. Y leyó “Sobre la poesía”. Una extraña mezcla de emoción y de risa invadió a la sala. “Su velatorio significó celebrar su vida”, dijo su nieta. Este homenaje también.
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