Lunes, 2 de junio de 2014 | Hoy
CULTURA › ENCUENTRO MEMORIA Y DIGNIDAD, EN EL TINGLADO
En la charla realizada ayer, de la que participaron José Sanchís Sinisterra, autor de ¡Ay, Carmela!; Taty Almeida, Alejandro Giles y Cristina Quiroga, el nombre del personaje femenino de la obra fue el signo que nombró a los muertos y desaparecidos de la historia.
Por María Daniela Yaccar
Al grito de “Presente” en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado aquí y en España: así culminó el encuentro Memoria y dignidad, del que participaron ayer el dramaturgo español José Sanchís Sinisterra –de visita en Buenos Aires–, Taty Almeida, el director teatral Alejandro Giles y la investigadora Cristina Quiroga. Terminó así a pedido de la mamá de Alejandro, secuestrado en 1975, cuando tenía veinte años. “La ficción es un reducto de la memoria viva y activa”, sostuvo Sinisterra en una de las salas de El Tinglado, donde se está presentando una versión de Giles de su célebre obra ¡Ay, Carmela!
Escrita hace más de veinticinco años, esta obra versa sobre la Guerra Civil española, pero sólo en parte. El autor ha dicho que, en realidad, es “sobre la tenacidad de la memoria en la lucha contra el olvido”. Carmela y Paulino son actores de variedades que recorren España en una tartana y que atraviesan por error la línea que separa a los dos bandos durante la guerra civil. Se encuentran inesperadamente con las tropas nacionales, que acaban de tomar la Villa de Belchite, e improvisan una función teatral para ellas, debatiéndose su dignidad.
En abril del año pasado, Almeida invitó a Giles a presentar esta obra en el Centro Cultural Haroldo Conti, donde funcionaba la ESMA. “Carmela nos lleva para donde quiere. Nos ha hecho encontrar con las Madres de Plaza de Mayo, Los Niños de la Guerra y las Madres de la Candelaria, en Colombia. Nos ha invadido la temática de la obra: la memoria. Nos conecta directamente con un punto fundamental en el trabajo artístico”, apuntó Giles, al arrancar el encuentro. Más tarde se sumaron los actores, la argentina Verónica Faral y el andaluz Fernando Cueto, quienes representaron el epílogo de la obra.
Sanchís Sinisterra, a quien definen como el dramaturgo y director más representativo de la escena española actual, se refirió a la sorpresa que le causaron los alcances de la obra. “Me ha llevado por paisajes y experiencias que jamás imaginé. La sentía muy local. Esta onda expansiva me sorprende”, deslizó. Escribió ¡Ay, Carmela! en 1986. Tuvo una versión cinematográfica de Carlos Saura, con Carmen Maura y Andrés Pajares en los protagónicos, sobre la cual el autor dijo no estar del todo “satisfecho”. Los actores de la versión de Giles representaron un fragmento de la obra que no está en el film y que, por lo que dio a entender el dramaturgo, es fundamental para la historia.
La charla se puso biográfica y la realidad y la ficción aparecieron como caras de la misma moneda. “Soy hijo de vencidos”, se definió el dramaturgo. Contó que su padre pertenecía al bando republicano. Que era socialista y “bastante conservador” y que solía mantener con él “discusiones violentas”, cuando empezó a “enrojecer”. “Lo metieron en la cárcel. Toda mi vida respiré antifranquismo y miedo”, manifestó. “Cuando llegó la transición a eso que algunos llaman democracia, había una excesiva prisa por pasar la página de la historia y llevar a cabo una transición de guante blanco: impunidad total para los crímenes, las vejaciones y las injusticias del franquismo.”
En medio de la “vaga operación amnésica” que flotaba en España, Sanchís Sinisterra se empecinó en un objetivo: activar la memoria. Es un tópico que aparece en distintas obras que escribió. Estaba de gira en 1985 cuando se le ocurrió el título ¡Ay, Carmela!, “la semilla” que hizo florecer el texto (el título hace referencia a una canción popular durante la guerra civil). Contó el autor que en un momento oyó voces. Eran las de Carmela y Paulino. Paulino le preguntaba cómo era “el más allá de tercera clase que le había tocado”. “El hecho de que los muertos regresan y quieren hacerse oír hizo germinar toda la obra”, contó el autor.
Luego se detuvo en una experiencia que vivió en Medellín, donde conoció la versión de Giles. “Acudieron treinta Madres de la Candelaria”, resaltó, y recordó que le planteaban que tenían “muchas Carmelas”. En la charla en El Tinglado, “Carmela” fue más que el nombre del personaje femenino de un espectáculo: fue el signo que nombró a los muertos y desaparecidos, a esas voces que siempre volverán para hacerse oír. Giles leyó un poema de Alejandro, el hijo de Taty, que tomó la palabra emocionada y emocionó a la platea, en gran parte integrada por invitados suyos.
Y entonces Almeida lanzó esa frase tan pero tan poderosa, que ya ha pronunciado pero que nunca dejará de tener un efecto conmovedor: “Alejandro me parió a mí”. La madre de Plaza de Mayo estaba con conjuntivitis y por eso llevó anteojos negros la mayor parte del tiempo. “Te transmito un abrazo fuerte de todas las Madres Línea Fundadora y en especial de los 30 mil detenidos desaparecidos, que están acá, apoyando y agradeciendo tu carrera, tu pensamiento, tu rojismo”, dijo, y le obsequió al español un ejemplar de Alejandro, por siempre... amor, libro que contiene poemas escritos por su hijo.
“Vos dijiste que toda tu vida fuiste antifranquista”, dijo Taty, mirando al autor y con su pañuelo blanco en la cabeza. “Yo toda mi vida fui antiperonista. Tantas veces Alejandro con su metro ochenta me abrazaba fuerte y me decía ‘gorilita de mierda, sin embargo, te quiero’.” Sobre la obra, a la que elogió por la interpretación, la dirección y la dramaturgia, opinó: “Carmela es una mujer. Va con los ovarios al frente. Me siento identificada como madre. En Carmela está la Azucena Villaflor, están todas las madres... sobre todo las que tiraron vivas al mar, cuyos restos aparecieron treinta años después”.
“Hay que tener memoria. Si uno no trae el pasado al presente no se puede construir un futuro”, reflexionó. “La memoria es una de las patas de nuestra lucha. La otra es la verdad: queremos saber qué pasó con nuestros hijos. Quiero recuperar los restos de Alejandro antes de irme. Los quiero tocar. Y la tercera pata es la Justicia. La injusticia mató a Carmela, pero ella vuelve. Siempre vuelve. Siempre están.”
Por su parte, Quiroga (docente, investigadora, crítica e historiadora) se refirió al rol de los investigadores teatrales en relación con la memoria. “Vamos juntando aquellos trapitos, huellas que han quedado y que valoramos”, sostuvo. “El teatro no sólo resguarda la memoria desde la dramaturgia y la dirección. Hay una gran cadena de oralidad y escritura”, concluyó, sosteniendo –como para ejemplificar– una fotocopia que contenía textos de la Escuela Internacional de Teatro de América latina y del Caribe, creada por Osvaldo Dragún.
¡Ay, Carmela! se presenta los miércoles a las 20.30 en El Tinglado (Mario Bravo 948). Sanchís Sinisterra permanecerá en Buenos Aires quince días más. Brindará un taller de dramaturgia en el IUNA y una charla que será el jueves a las 10 (en French 3614). Mañana a las 20.30 en Timbre 4 (México 3554) estrena otra obra de su autoría, Flechas del ángel del olvido, con dirección de Ana Alvarado.
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