Miércoles, 27 de julio de 2016 | Hoy
CULTURA › FERNANDA NICOLINI Y ALICIA BELTRAMI PUBLICARON EL LIBRO LOS OESTERHELD
A través de los testimonios de quienes los conocieron profundamente o durante unos pocos días de militancia, las autoras reconstruyen los últimos siete años de la vida íntima y política de la familia, dos dimensiones por momentos imposibles de separar.
Por Emilia Erbetta
“Yo escribí sobre esa familia de clase media que a la noche se juntaba a jugar a las cartas y que de repente encuentra una causa mayor por la cual salir a luchar. Y a mí y a mis hijas nos pasó eso mismo... Entonces a veces me pregunto quién fue primero, si ellas con su militancia o yo con algunas ideas que ya estaban ahí”, le dijo un madrugada de 1975 Hector Oesterheld a Graciela Iturraspe. Estaban charlando sobre El Eternauta, su obra maestra, en la casa de Devoto que compartían como militantes de Montoneros en la clandestinidad, mientras la hija de Graciela, a quien Héctor conocía como Inés, dormía. En alguna otra casa de la Argentina estaban sus cuatro hijas, también parte de Montoneros: Estela, Diana, Beatriz y Marina. Y en la que había sido la casa familiar, en Beccar, dormiría su mujer, Elsa Sánchez de Oesterheld, que murió el año pasado. De escenas como ésta, íntimas, mínimas, reveladoras y llenas de detalles, está hecha Los Oesterheld (Sudamericana), la biografía sobre esta familia destruida por el terrorismo de Estado, que entre 1976 y 1978 secuestró y asesinó a las cuatro hijas, a Héctor y a sus tres yernos. En el momento del secuestro, Diana y Marina estaban embarazadas.
“Entramos a la historia con cierto nivel de inconsciencia”, dice Fernanda Nicolini, autora del libro junto a Alicia Beltrami. Conocían la historia trágica, el momento final, pero de la historia anterior no sabían nada, porque no había nada, la historia de la familia nunca había sido realmente contada. Investigaron durante cinco años. “Desde el principio nos atraía muchísimo que fueran cuatro mujeres, había una empatía inicial. Queríamos pensar por qué estas cuatro mujeres hicieron lo que hicieron, tuvieron sus hijos, militaron. Sacarlas del lugar de las cuatro chicas lindas, etéreas, angelicales y preguntarnos quiénes eran”.
Estela, Diana, Beatriz, Marina, Héctor y Elsa se mueven en el relato como si fueran los protagonistas de una novela: mientras las chicas crecen, empiezan a militar, se enamoran, Elsa y Héctor se alejan. A través de los testimonios de quienes los conocieron durante años o durante unos pocos días de militancia, Nicolini y Beltrami reconstruyen los últimos siete años de la vida íntima y política de la familia, dos dimensiones por momentos imposibles de separar. “Siempre se termina contando la historia del centro clandestino, la tortura, y se borra la historia de su militancia. Nuestra intención –dice Nicolini– fue darle sentido a esa tragedia”.
–¿Cómo?
Alicia Beltrami: –Quisimos darle cuerpo a la militancia. Montoneros siempre está descripto desde un lugar muy histórico: hicieron esto, hicieron aquello, como determinaciones y decisiones. Entonces, nos preguntamos qué sucedió humanamente con los protagonistas de nuestra historia ante esas decisiones, cómo lo vivieron, si criticaban, aceptaban, estaban convencidos o tenían dudas. Por eso en el libro la historia política es importante pero siempre a través de los personajes.
–El libro se estructura en siete capítulos, uno por año, y trabaja con mucho detalle la vida cotidiana de la familia en los años previos a la entrada definitiva de la militancia. ¿Por qué eligieron ese recorrido?
A. B.: –Si bien nosotros hacemos un recorte del 71 al 77, que es cuando las chicas definen su personalidad, volvemos al pasado y vamos al futuro, porque lo importante era ver cuál era la línea, cómo desembocan todos en la militancia. En el libro hay unas cartas de Héctor bajando línea desde Londres, en 1961, para que las chicas se enfocaran en que había gente que no podía hacer lo que hacían ellas. Desde el principio tuvimos una hipótesis: que en la casa de Beccar se generaba un caldo de cultivo para lo que fue después, con un tipo de educación enfocada en la empatía con la justicia social. Por las cartas que leímos, por lo que nos contaba Elsa, nos dimos cuenta de que ahí había algo, una explicación de por qué después desembocaron en ese tipo de militancia.
–Para el libro hicieron más de 200 entrevistas a personas que conocieron a los Oesterheld: compañeros de militancia, vecinos, amigos. ¿El relato coral era fundamental para contar la historia de la familia?
F. N.: –Aprendimos desde el principio que teníamos que trabajar en redes: entrevistábamos a un compañero de militancia que seguramente sabía muy poquito pero nos nombraba a dos o tres más que sabían otro poquito y nos hacía el contacto. Muchas de estas personas estuvieron durante 30 años desconectadas y sin embargo seguían guardando estos nombres en la cabeza. Lo que hicimos fue reconstruir esa red de vínculos que la dictadura había hecho mierda. Y esa red se transformó en todos estos detalles, que son subjetivos de las personas que íbamos entrevistando. La memoria trabaja caóticamente: alguien se acordaba de las botas que tenía puestas Estela en las clases de Bellas Artes, porque a esa persona le llamaba la atención eso. A medida que hablábamos con ellos, en el momento empezaban a recuperar imágenes, datos, historias, diálogos. Fue muy importante estar atentas a cómo trabajaba la memoria de cada uno de los entrevistados.
A. B.: –Al principio, en muchas de las entrevistas habia cierto temor. Cuando empezamos, en 2011, algunos hablaban más y otros no tanto. Eso es parte de un clima de época, este libro no podría haberse hecho en otro momento, las políticas de Memoria, Verdad y Justicia y las redes que se construyeron a partir de estos contactos entre ellos, les daban cierta tranquilidad para contar. Lo que nos dimos cuenta es que la familia Oesterheld había dejado una marca profunda en cada uno de los entrevistados, adoraban a las chicas y a Héctor y desde ese lugar se acordaban y necesitaban aportar a la reconstrucción de la historia familiar.
–Se ha escrito mucho sobre Héctor Oesterheld, ¿qué aporta el libro sobre él?
F. N.: –De Héctor nunca se habló mucho de su militancia porque se lo abordó desde su obra y siempre con la mirada puesta sobre la historieta. Era algo de lo que no se hablaba porque su obra de la época militante dentro del contexto de la historieta no se valoraba demasiado. Hay cosas publicadas sobre Héctor que no están chequeadas y nosotras no incluímos. Por ejemplo, se dijo que cuando estuvo secuestrado Héctor escribió una historieta sobre San Martín para uno de los jefes del centro clandestino de detención El Vesubio, Pedro Durán Saenz, y nosotras nunca lo pudimos chequear. Teníamos la impresión de que al ser Héctor una figura pública, muchos se montaban a ciertas ideas o rumores y quisimos ser muy rigurosas con eso.
A. B.: –En cambio sí le dimos entidad a cosas que en otros libros no estaban. Por ejemplo, la primera historieta que Héctor hace con tono político explícito es Vida del Che y se había generado como un mito de que lo había hecho en la editorial de Jorge Álvarez. Nosotros hablamos con Álvarez y no era así, pero nadie le había preguntado.
F. N.: –Otra cosa muy fuerte es que siempre se narró la caída de Beatriz, en junio de 1976, desde el punto de vista de Elsa, que creía que la habían seguido a ella y así habían llegado a su hija. A través de testimonios que surgieron mientras estábamos investigando nos dimos cuenta de que había sido de otro modo. Elsa no llegó a saber eso y vivió toda la vida con esa culpa y murió antes de que nosotras tuviéramos ese dato. Pero eso ya cambia la pequeña historia oficial sobre Los Oesterheld.
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