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Viernes, 21 de mayo de 2010

HISTORIETA  › BE A NOSE, CUADERNOS DE BOCETOS DE ART SPIEGELMAN

El lado oculto de un maestro

La caja que acaba de ser importada de España contiene tres volúmenes de diferentes momentos del autor de Maus, que permiten inmiscuirse en la intimidad de su trabajo. Es un material notable y bellamente editado, pero pensado para coleccionistas.

 Por Andrés Valenzuela

El emblemático Art Spiegelman ganó, entre otros premios, el Pulitzer.

Entre los dibujantes y los lectores suele haber un vacío similar al que separa a los escritores de quienes se acercan a sus textos. El espectador de la obra rarísima vez puede ver al artista trabajando. Con suerte, en algún evento como la Feria del Libro, el hombre de plumín podrá garabatear un dibujito para dedicar el libro a su seguidor. Fuera de la vista quedan los ensayos, los errores, los bocetos, la investigación. ¿Qué caminos desechó el artista? ¿Qué probó primero? Es cierto que Internet vino a salvar distancias y son muchos los dibujantes que anticipan sus próximas publicaciones mostrando bocetos y páginas apenas planteados en sus blogs, pero la mayoría de los grandes nombres de la historieta sigue trabajando en silencio, lejos de la mirada pública. Por eso resulta tan fascinante Be a Nose, una caja con tres cuadernos de bocetos de Art Spiegelman, conocido mundialmente por su novela gráfica Maus, con la que ganó, entre otros, un premio Pulitzer.

El paquete fue editado en España por Random House Mondadori y llegó al país barco mediante (con lo cual cotiza en euros, por más devaluados que estén). Además de las libretas de apuntes de Spiegelman, incluye un cuadernillo que oficia de guía: allí se comenta el contexto de cada cuaderno, se traducen los textos del inglés, se muestran bocetos de páginas y se agregan fotos de archivo del autor con algunas luminarias de la historieta mundial. El título de la colección está inspirado en un film de Roger Corman en que un escultor frustrado ataca el mármol implorándole/exigiéndole/rezándole para que éste tome la forma de una nariz (“Be a nose!”, le reclama). La escena, asegura Spiegelman, es la mejor descripción de su neurótico proceso creativo.

Uno de los cuadernillos data de 1979, algo antes de la publicación de Maus, y es paralelo a la investigación que el sueco nacionalizado estadounidense llevó adelante para su obra más aclamada. Spiegelman lo acarreó durante un viaje por Alemania y aunque jura que los apuntes para Maus terminaron en hojas sueltas, es evidente que en el cuaderno se filtraron cosas que flotaban en su mente por la época. Abundan los paisajes urbanos repletos de edificios geométricos, figuras humanas bien estudiadas y distintos animales. Aparece titulado como Be y, en un juego de palabras, lleva una abeja (en inglés, bee) en la portada.

El siguiente cuadernillo es Nose. Ocupó varios meses de 1983 y es el más intenso de los tres. Alterna contrastes firmes de blancos y negros con páginas que explotan de color. En una hoja hay ejercicios de sombras y en la siguiente, pequeñas pinturas en témpera. Spiegelman reconoce a éste, hecho sobre hojas cuadriculadas y en un tamaño mayor al resto, como su borrador favorito. El último cuaderno, A, es también el más reciente: está fechado en 2007. Para quien quiera asomarse a la trastienda de un dibujante es quizás el menos interesante. Es cierto que es el que presenta a un artista más consolidado, más maduro en su dibujo, pero también es el menos espontáneo. El mismo autor reconoce que se obligó a llevarlo (pues dice tener muy poca disciplina) y se nota en su rigor que fue encarado con su publicación posterior en mente. En conjunto, es un material notable y bellamente editado, pero más pensado para coleccionistas e historietistas que para un público amplio.

Y hay una yapa Spiegelman, que no forma parte de la caja Be a Nose, pero arribó a estas costas en el mismo barco. Se trata de una edición de La fiesta salvaje, el “clásico perdido” de Joseph Moncure March, un poema ilustrado con maestría por el dibujante, que trata sobre las desenfrenadas noches de 1920. Fue censurado en Boston cuando salió originalmente y William Burroughs se refería a él como el libro que lo había convertido en escritor.

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