Viernes, 23 de julio de 2010 | Hoy
HISTORIETA
La epifanía de un ángel encargado de trasladar las almas de los muertos al más allá es la excusa que Carrera encontró para hacer de la capital del país la auténtica protagonista de este relato. Tras un paso digno por el Iphone, la historia llegó al papel. Aquí el relato no se vende por capítulos sino entero (cual novela gráfica), pero retiene su principal marca de origen: las viñetas grandes. Así se puede apreciar el retrato detallado que el autor hace de la ciudad. Los habitués de las calles porteñas podrán reconocer fachadas, plazas y esquinas. La narración es de correcta para arriba y el relato en tres actos, clásico. La tensión escala progresivamente hasta estallar en las últimas páginas.
Heredero de El Roto (el equivalente español de nuestro Quino, para comparar rápidamente), Malagón es un joven artista ibérico que transita a la vez distintos caminos: el activismo político, el diseño, la ilustración y el humor gráfico. El código Malagón es una combinación de todo ello, concebido en la tendencia predominante del humor gráfico sin chiste o sin remate. Las imágenes que propone, siempre lúcidas, están pensadas para provocar la reflexión antes que la risa. No en vano da en llamar a su trabajo “activismo gráfico”. El español elige como temas la guerra, el hambre, el dinero y las corporaciones. Sólo una imagen permite suponer que el autor conserva esperanzas sobre el futuro: la de un caracol portando el casco de la paz.
Recopilación de las páginas publicadas por Lautaro Deffosé en el blog colectivo Historietas Patagónicas. Oriundo de las llanuras del sur, pertenece a la generación de historietistas jóvenes que retratan su propia vida. Sin embargo, apela al recurso de corporizar sus manías y broncas. Por ejemplo, una mancha de tinta lo acompaña a todos lados, como seña de su identidad como dibujante. Esto llega al extremo de que el editor ni siquiera editó las marcas de producción del original, y alguna página hasta exhibe la huella de una taza de café. Con estas marcas de espontaneidad, el libro alcanza sus punto más alto cuando el autor apunta a los avatares de la vida patagónica.
El manga que dio origen a la popular serie animada parte de un tópico trillado en el género: el niño que sueña con el reconocimiento de su aldea y espera conseguirlo convirtiéndose en un gran guerrero (ninja, para el caso). Lo notable, sin embargo, es que Naruto está muy bien narrada. Tiene menos humor que otros títulos, pero destaca por lo concreto. No tiene combates que se extiendan eternamente ni múltiples y engorrosas explicaciones de poderes (hay, pero pocas). La acción siempre avanza a buen ritmo y el desarrollo de los personajes engancha. El protagonista no comienza siendo el mejor, sino un estudiante segundón que no tiene la técnica ni la inteligencia de sus compañeros.
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