Viernes, 26 de noviembre de 2010 | Hoy
HISTORIETA › LA ADAPTACION DE LOS DUEÑOS DE LA TIERRA, DE DAVID VIÑAS
En 1958, Viñas contó una masacre de 1921. Juan Carlos Kreimer y Dante Ginevra muestran lo poco que han cambiado algunas cosas.
Por Andrés Valenzuela
En 1921 y a instancias de los patrones, el Ejército fusiló a los peones en huelga en los campos patagónicos. David Viñas narró el caso en 1958, en la novela Los dueños de la tierra, que hace rato es difícil de conseguir en las librerías. El año pasado, algún dirigente de las cámaras agropecuarias aseguró que, si era necesario, había que subir a los peones a los camiones para llevarlos a votar. Como si se tratara de vacas. En 2010, Juan Carlos Kreimer y Dante Ginevra adaptaron el texto de Viñas a la historieta, y basta releer esta versión para constatar que el relato no perdió ni un ápice de actualidad. La historia original de esos obreros del campo que pedían algunas velas para iluminar sus ranchos y alguna comida caliente para el estómago, además del pago en tiempo y forma, es tan contemporánea ahora como entonces, como si Viñas la hubiese escrito pensando en la 125.
Junto a la historia de la huelga y los fusilamientos, el relato está condimentado por una tensa historia de amor en la que Yuda, una mujer desencantada por las promesas del radicalismo, expone su ácida crítica al enviado de Yrigoyen para solucionar el conflicto. Aun en eso los diálogos parecen escritos ayer, y el libro resulta una ominosa acusación a cuán poco algunos sectores han cambiado en el último siglo. Por caso, ningún dirigente agroganadero pudo (o quiso) explicar hasta el momento por qué sus empleados –muchos de ellos en negro– ganan sueldos de rigurosa miseria. Tampoco se excusaron por las fortunas que adeudan al fisco (es decir, al resto de sus compatriotas), o las toneladas de cosecha no declaradas. Si la historia documentada que Viñas noveló sirve de algo, en la lectura del libro se encuentran algunas claves. Poca cosa cambió desde esos estancieros horrorizados por un puñado de obreros pidiendo por sus derechos y reclamando al Ejército “que defienda lo que naturalmente hay que defender”, las 4x4 en la ruta y los proyectos de la oposición en torno del “servicio cívico”. Hasta sigue vigente la figura del “doctorcito radical”, que llega de Buenos Aires sin entender ni poder mucho, ostentando equidistancia, y olvidando que en ella ganan siempre los más poderosos.
Pero esta adaptación no es virtuosa sólo por la vigencia de su mirada política. También viene acompañada por méritos artísticos y editoriales. Las adaptaciones suelen enfrentar un problema que les resulta insoluble: al buscar una fidelidad férrea al original, pierden de vista el lenguaje en que se están transformando. No es el caso. La versión de Kreimer y Ginevra de Los dueños de la tierra es en sí misma una buena historieta. Kreimer tiene sobrada experiencia adaptando textos con la colección “Para principiantes”. Ginevra es uno de los grandes dibujantes del momento (los lectores de Fierro lo están disfrutando en los últimos meses junto al uruguayo Rodolfo Santullo). El resultado es un trabajo muy sólido que soporta bien la intensa carga textual (casi no hay página sin diálogos extensos o reflexiones de los distintos personajes).
Los dueños de la tierra, además, es una buena noticia desde lo industrial para la edición nacional de historieta, porque supone un caso fuerte de trabajo por encargo. Hasta el momento, casi todos los libros locales oscilaban entre la reedición de material clásico, la recopilación de relatos publicados en la revista Fierro o en Internet, la recuperación de trabajos nacionales sólo conocidos en el exterior y un puñado de obras inéditas autoeditadas o que se las ingeniaban para captar la atención del editor de turno. En esta ocasión fue Ediciones de la Flor la que encargó a guionista y dibujante el trabajo, para avanzar con su nueva línea de novela gráfica (lanzada con Fahrenheit 451, de Tim Hamilton sobre la novela homónima de Ray Bradbury).
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