Miércoles, 23 de julio de 2008 | Hoy
LUIS LONGHI Y CABARETERAS, REGISTROS DE SANTIAGO SOLíS
La novela, escrita en capítulos cortos y dinámicos, es una exploración del universo tanguero que contrapone sus personajes al ideal romántico que se asocia al género. “Eran criminales –asegura el autor–, venían de ambientes pesados.”
Por Andrés Valenzuela
“A todos nos ha dejado una mina; la joda es qué hacer cuando la mina se va sin palabras”, dice Luis Longhi. Así define Cabareteras, registros de Santiago Solís, la novela que acaba de publicar. Lo dice sin el dramatismo tanguero que cabría esperar de alguien que se acercó al tango de mil modos: como actor, como dramaturgo, como músico, como periodista, como compositor y, ahora, como novelista. Desmitificando el tango desde un libro, Cabareteras nació como una serie de relatos inconexos (“pequeñas historias, pequeños diálogos y pequeños personajes”, refiere Longhi) que giraban en torno del tango como denominador común y que luego fueron unificados. En 2001 la presentó a un concurso de novelas que no ganó, y desde entonces durmió olvidada en un cajón. Años después, una mudanza la sacó de su escondite. “Y me mandé como cualquier hijo de vecino, a enviar mails a editoriales”, rememora Longhi, que jamás había publicado nada excepto un puñado de artículos en la revista El Tangauta.
Escrita en capítulos cortos y dinámicos, tres editoriales mostraron interés y enseguida una, Abrazos, optó por la publicación. “No había salido publicada y ya tenía ofertas para filmarla”, comenta Longhi con asombro. “Le pedí comentarios de la novela a Guillermo Fernández y él me dijo que era una película, se la acercó a Juan Bautista Stagnaro y a la semana me dice que Stagnaro se quería juntar conmigo”, recuerda. “Cabareteras es mi próxima película”, cuenta que le dijo el director y ya la están guionando. La historia es simple: a Santiago Solís lo deja Erika, su novia, sin mayores explicaciones, quizás harta de la vida aburrida a su lado.
Solís sale a buscar el motivo y a ella por tugurios, ciudades y cabarets, en compañía de Eugenio Rataplán, un pelandrún verborrágico y desaforado que, según su creador, “ama y odia al tango por partes iguales”. El desplante amoroso que sufre Solís es una mera excusa para el rito iniciático al que se someterá el protagonista y que sirve a Longhi para recorrer algunos lugares comunes del tango y desmenuzarlos. “Obviamente a lo largo del recorrido el tipo se modifica, como pasa en la vida cuando te deja una mina y conocés a otra, porque viste que es una concatenación infinita”, apunta el autor, aunque enseguida ríe y agrega “bah, en realidad espero que sea finita y seguir con mi mujer, porque ya estoy por los cuarentaypico, ¿no?”.
“El tipo que escucha tango, habla tango, baila tango, canta tango y sueña tango, ese tipo caga el tango”, reflexiona Rataplán en un pasaje del relato. “Rataplán padece la obsecuencia del tanguero”, explica Longhi, “y cree que la mejor manera de que el tango avance es desmitificarlo, reestructurarlo”, y compara el sueño rataplaniano con la revolución que Astor Piazzolla causó en el 2x4. “El conocía su estructura, sus mecanismos, el corazón del tango, y rompió todo lo que se le interponía y reconstruyó con los mismos ladrillos que demolía, es el mismo proyecto de Rataplán, que ama el tango y a Gardel, pero quiere desmitificarlo, y por eso se mete en quilombos (y lo mete a Solís) y lo quieren cagar a trompadas”, reflexiona Longhi.
¿Y la imagen romántica que se vende a los turistas?, se le pregunta. “¿Qué mito romántico?”, exclama el entrevistado, “¡no!, eran criminales, venían de ambientes pesados, Arola era un tipo verdadero proxeneta, lo mismo que el Pibe Poncio, pero de ahí extraían sus mejores composiciones”, sentencia. “Si leés las letras de Villoldo a principios del siglo pasado, te ponés colorado, eran de una procacidad descomunal. Después el tango se fue volviendo más intelectual, mejoró técnicamente, pero al comienzo no era así”, señala, aunque igual aclara que Cabareteras es “pura ficción”, aunque tenga inspiración “en ciertas vidas o personajes oscuros del tango”. Longhi encuadra su novela dentro de la renovación que surgió la década pasada y suele definirse como tango joven. Entre tanto dogmatismo, Longhi asegura que la gente joven perdió ese miedo a hacer el tango “como se le cante” e inició un camino propio de futuro incierto. ¿Cabareteras forma parte de esa ruptura? “Espero que sí”, concluye.
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