Miércoles, 23 de julio de 2008 | Hoy
DISCOS › EL MEJOR PAISAJE AMERICANO
Preocupado, como siempre, más por el timbre y las densidades que por la velocidad de los solos, el gran guitarrista entrega una suerte de suite, tocada por un grupo excepcional, que se entronca naturalmente con las fuentes más altas y las más bajas.
Por Diego Fischerman
En algunas de sus primeras grabaciones, junto al contrabajista Eberhard Weber o el saxofonista Jan Garbarek, ya era notorio aquello que separaría a Bill Frisell del resto de los guitarristas de su generación. No había solos veloces. En su manera de tocar no había patterns y el espesor descansaba, más bien, en el timbre, en la densidad y oscuridad de las combinaciones instrumentales y en una cierta idea de construcción que remitía, más que al jazz, a la música de películas. Esa época dejó discos notables, como Rambler, publicado por ECM, donde también tocaba el trompetista Kenny Wheeler. Pero fue después de su paso al sello Nonesuch y, en particular, de Have a Little Faith, de 1992. donde definió un campo de interinfluencias en el que cabían Aaron Copland, Muddy Waters, Bob Dylan, John Hiatt, Sonny Rollins, Stephen Foster, Charles Ives, Victor Young, Madonna y John Philip Sousa.
La música para films de Buster Keaton, sus tríos junto a músicos llegados del country y el rock, sus homenaje a Nashville y, desde ya, su fantástica reunión con el contrabajista Ron Carter y el baterista Paul Motian señalan, en todo caso, un territorio en el que el reciente History Mystery brilla con luz propia. Compuesto de dos CD, el nuevo álbum, también publicado por Nonesuch, presenta una especie de suite o de obra de largo aliento basada en el engarce de pequeñas piezas unidas por algunos temas musicales recurrentes y escritas para un octeto donde aparecen varios colaboradores cercanos de Frisell: Jenny Scheinman (violín), Hank Roberts (cello), Ron Miles (corneta), Greg Tardy (clarinete y saxo tenor), Tony Scherr (contrabajo) y Kenny Wollesen (batería). La obra comenzó como parte de un trabajo multimediático junto al artista plástico Jim Woodring, responsable de las pinturas que ilustraron las tapas de varios discos de Frisell, y culminó como un ensamble preciso de grabaciones de distintas procedencias, incluyendo registros en vivo, en una cuidadosa arquitectura formal. Además de los temas propios del guitarrista, el álbum incluye versiones exquisitas de “Sub-Conscious Lee”, de Lee Konitz, y “Jackie-ing”, de Thelonious Monk. “Soy una persona tranquila, no me gusta bailar ni entrar en peleas”, dice Frisell. “Pero eso está en mí cuando toco. Supongo que en el escenario uno trata de ser ese que no será jamás fuera de él.” Por supuesto, como casi todo lo que los músicos dicen de sí, esto no es cierto. La música de Frisell, con su gusto por el paisaje norteamericano incluyendo lo más alto –Ives, Monk– y lo más bajo –esa especie de banda de road movie en la que entran las peores bandas pueblerinas y los cantantes de blues olvidados hasta por ellos mismos– llega en History Mystery a uno de sus puntos más altos.
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