Sábado, 16 de agosto de 2008 | Hoy
OPINIóN
Por Diego Fischerman
No habían pasado ni diez años. Astor Piazzolla, instrumentista en la fila de bandoneones de la orquesta de Troilo, había firmado su primer arreglo para esa orquesta en 1943, muy poco después de haber comenzado a tomar clases con el joven Alberto Ginastera, que ese mismo año estrenó el ballet Panambí en el Teatro Colón. El tango era “Inspiración”, que después volvió a hacer cuando formó su propia orquesta en 1946, para la que compuso, además, hitos como “Se armó” o “Villeguita”. En 1950, Piazzolla comenzó a componer para las orquestas de Troilo, Francini-Pontier, Basso y Fresedo algunas obras fundamentales como “Para lucirse”, “Triunfal” o “Lo que vendrá”. Y en 1951 fue el encargado de escribir para Troilo la orquestación de “Responso”. Era, en ese momento, uno de los nombres más respetados del tango.
Pero Piazzolla no quería ser un músico de tango. En 1954 viajó a París, donde tomó algunas lecciones con Nadia Boulanger –que terminó diciéndole que se dedicara al tango– pero, además, tomó contacto con Charles Delauney, el dueño del sello Vogue –que publicó entre otras cosas las actuaciones del cuarteto de Gerry Mulligan con Bob Brookmeyer en la Salle Pleyel, a comienzos de ese año, y que, en el pasado, había sido el responsable ni más ni menos que de inventar el grupo que juntó a Stéphane Grappelli y Django Reinhardt–. Delauney, que también pasó a la historia como el inventor de la palabra “discografía”, le sugirió grabar en París y Piazzolla lo hizo con un formato inédito: bandoneón solista, cuerdas –que incluían arpa y que en esa ocasión fueron las de la orquesta de la Opéra de París– y piano. El bandoneonista grabó para ese sello, para Barclay y para Festival. El piano fue tocado en algunas de esas sesiones por Lalo Schifrin y en otras por el notable músico de jazz francés Martial Solal y entre otros temas como “Prepárense” y “Marrón y azul” apareció la primera versión de “Nonino”.
Unos meses después Piazzolla estaba de vuelta en Buenos Aires, donde formó un octeto que incluyó por primera vez guitarra eléctrica y en el que delataba sus escuchas del jazz que Delauney le había hecho conocer. Pero, además de ese grupo que en algún sentido prenunciaba al sintético quinteto que fundó en 1960, el bandoneonista siguió trabajando con el formato parisino y grabó dos discos casi gemelos: Lo que vendrá, registrado en Montevideo junto a las cuerdas de la Orquesta del Sodre y publicado en esa ciudad por Antar-Telefunken y Tango en Hi-Fi, grabado y editado en Buenos Aires. En ambos –aunque en la versión uruguaya con el agregado de xilofón– estaba “Tres minutos con la realidad”. Eran los tres minutos de un tango y era la realidad exasperada de una ciudad moderna, que Piazzolla traducía, en la primera sección de la pieza, con su extracto de Bartók –o de Ginastera, si se quiere–. Se trata de uno de los temas más importantes del bandoneonista y, sin embargo, de los más desconocidos. Tal vez por su intrincado solo de piano, que en esas dos grabaciones tocó Jaime Gosis, el tema nunca fue grabado con el quinteto. Existe una versión de ese grupo registrada en un ensayo –y el pianista era, claro, Gosis– y después Tres minutos desapareció hasta que llegó el sexteto final y, con él, el piano de Gerardo Gandini. Esa música, ni más ni menos que la primera en que Piazzolla se presentó a la vez como compositor y como solista –a la manera de los grandes instrumentistas del jazz– nunca fue tocada en vivo en Buenos Aires, hasta que sea interpretada mañana. Suárez Paz ocupando el lugar que hace cincuenta años fue de Vardaro, la Camerata Bariloche y Gerardo Gandini volverán a hacer sonar la realidad en tres minutos.
* Piazzolla 55/57, su orquesta de cuerdas, con dirección de Fernando Suárez Paz, mañana a las 21 en el teatro Avenida.
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