“Pablo es un ángel, desdentado y flaco, que va por los pasillos del Borda sembrando semillas de gorrión para que al mundo no le falten alas.” La secuencia es realmente emotiva, en sí y por atípica. No bien José “Pepe” Ogivieki, pianista, y Daniel Cortés, cantante, concluyen el recital, se arrojan literalmente del escenario y se trenzan en un abrazo interminable con dos de la primera fila. Dos internos del Borda que seguramente están atravesando las noches más felices de sus vidas. Se percibe en los ojos, en los gestos, en la tersura de los brazos. Uno es Pablo, ese muchacho desdentado y flaco al que Alejandro Szwarcman, poeta, honró con su “Milonga para Pablo”. El otro, alguno de los creadores que esta noche de sábado, en Harrods, vieron cómo más de 300 “externos” aplaudían sus poesías hechas canción: puede ser Víctor, o Guillermo, o Gabriel, o Gustavo... o cualquiera de quienes, durante tres meses, estuvieron aportando frases, palabras, ideas, sentimientos para determinar una de las puestas más ricas del 10º Festival de Tango: Quereme así piantao.

“Estas canciones son el resultado de un trabajo hecho durante tres meses en conjunto con el Frente de Artistas del Borda; salieron de un taller literario ‘colectivo’ y yo agradezco la oportunidad de que se haya concretado lo mínimo a que aspira un artista: ser escuchado y atendido”, dirá el mismo Szwarcman, con el recital casi consumado. “Fue una experiencia fantástica y quisiera que tenga su continuidad. En el espacio limitado de una canción pudimos construir un lugar de creación colectiva donde todos aportaron sus versos, sus ideas, su imaginería y sus deseos”, sigue. Es el plafón textual de esas letras concebidas entre los pasillos del Borda que Ogivieki y Gustavo Mozzi musicalizaron, y Cortés cantó de manera impecable. Inspiración en concreto.

“Gorrión sin frenos”, por caso, la historia de un inquieto personaje que recorre los barrios, “gambeteando los tumbos del corazón”; o “Milonga del Ombú”, cuya pluma envidiaría cualquier payador campero que se precie: “Mi guitarra es una pena que me canta con seis cuerdas, estará desafinada, pero el alma bien abierta”; o “El nudo de la espera”, un tanguito inspirado en aquellos que siguen esperando algo de la vida; o la sombría “Canción del solitario pescador”, tal vez la más autobiográfica, en la que la soledad del mar se asemeja a la de los pabellones... “amo del viento y la sangre (...) ya te alejas mar adentro con las manos de tristeza y sin aliento”.

Cortés y Ogivieki consumaron las cuatro obras creadas por los artistas del Borda luego de presentar algunas canciones de su disco Tangamente, junto a Franco Luciani y Horacio Avilano como invitados. La primera parte, entonces, estuvo plagada de tangos nuevos y originales que pueblan el disco: “¿Adónde vas?”, por caso, paradójicamente emparentado con el espíritu de la movida... la historia de un loco pero de los de afuera, de esos a los que les gusta la plata: “Me estoy dando cuenta que estás del tomate / Chiflado del mate, un loco de atar / No sé qué querés, que los nervios te maten / Calmate un momento, apagá el celular / Pedile al mosaico galaico un cortado / Sentate a mi lado, quedate a charlar / Bajá la pelota, ponela en el piso / No seas marmota, te vas a infartar”. Un loco que no es Pablo, claro; si la milonga que le hicieron es su perfil exacto, entonces es como Juan en el Jordán: un profeta. Pero un profeta que, aunque un pájaro de fuego lo deje ciego, puede ver mucho mejor que otro mortal la oscuridad. Un profeta que del dolor hará una flor con pétalos de pan... que, al reír, es casi la metáfora de Dios.