Vie 12.08.2005
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PAGINA/12 FESTEJA EL DIA DEL NIÑO PRESENTANDO EL CD CON LAS CANCIONES DE “HUESITO CARACU”

Un gaucho que parece destinado al clásico

Según Hugo Midón, autor de la obra musicalizada por Carlos Gianni, “los argentinos nos parecemos a Huesito, duros por fuera y blandos por dentro”. Las canciones y la historia del gauchito justiciero tienen un contexto de campo, pero sus reflexiones sobre el poder son fácilmente reconocibles en la ciudad.

Ese gaucho joven, soñador y rebelde, al que le dicen “el remolino de las pampas”, transita, sin prisa y sin apuro, esa vertiginosa senda que lo transformará en un personaje clásico del teatro infantil. “El tiempo lo dirá, pero me parece que tiene todas las características y virtudes para convertirse en un héroe que permanezca ligado a los chicos de una manera perdurable”, dice Hugo Midón, el padre de esta criatura que pone el cuerpo para luchar contra el hijo del empresario del pueblo, el dueño de Tragaluz, que usa y abusa de la administración de la energía eléctrica para satisfacer sus ambiciones políticas: la candidatura a intendente. Suena demasiado actual, ¿no?
Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. No en el caso del director y dramaturgo que, coherente y fiel consigo mismo, siempre se ha comprometido con la coyuntura social del país en el que vive y crea –desde hace más de 35 años– sus emblemáticos espectáculos para toda la familia. Hay mucha vitalidad circulando en las arterias de las obras de Midón, y una apuesta riesgosa: la convicción de que es posible modificar el presente. Y, para festejar el Día del Niño, Página/12 ofrece mañana a sus lectores el CD con las canciones de Huesito Caracú.
La excelencia musical de Carlos Gianni, el compositor de todas las obras de Midón, les confiere unidad a las doce canciones de la obra estrenada en 2001. Gianni rompe las convenciones y juega con los estilos. En esta historia rural, sobre un fondo folklórico, se recortan pedacitos de melodías –jazz, blues, rap– que resultan guiños a la tradición musical del campo argentino. Huesito es un joven de 20 años que vive en un rancho muy pobre. Los dueños de la empresa eléctrica Tragaluz, Cocorito y su padre, son argentinos hasta la médula o por donde se los mire: cobran lo que se les antoja y privan a los pobladores de la luz. La aridez de esa vida en la oscuridad, del aislamiento que implica estar iluminados por las velas, la luna o las estrellas, no logra menguar la fibra del gaucho que, como le dice su mamá, “está hecho para andar por los caminos que le dicta el corazón”. Guitarreando por el pueblo, Huesito sabe que lo único que no se negocia es la injusticia, que para romper con las ataduras impuestas por el empresario corrupto –asociado con un clan de impunes y matones, milicos y policías, para conservar el orden–, hay que ser “duro por fuera y tierno por dentro”.
“Tomé mucho de la estructura del teatro gauchesco; la obra tiene los personajes típicos, un gaucho que se rebela contra las injusticias, en este caso la carencia de luz eléctrica”, señala Midón. “Acá el malandra de la historia es simpático –aclara el autor–; los chicos siempre adhieren cuando aparece alguien que hace un maleficio o maldades porque es parte de lo lúdico. Además, los malos son los personajes más ricos, los más interesantes, porque son los que necesariamente generan un conflicto, porque con su prepotencia y su rigidez permiten el desarrollo de las acciones. Si fuera por los buenos, las obras serían muy aburridas. Los malos vienen a poner esta pizca que naturalmente está en todos nosotros y en los chicos también, de querer todo para uno, o de manejarse con mucha arbitrariedad.” El malandra en cuestión, Cocorito, también llamado “hijo de la luz”, tiene una noviecita, Flor Silvestre, que le parte el corazón a Huesito. Menudo problema el del gaucho que debe torcer la prepotencia de los inescrupulosos de siempre y, al mismo tiempo, necesita conquistar el amor de la mocita en disputa.
La “mama” del héroe de “los humillados y ofendidos” es una mujer de su rancho que se queja, con un batallón de refranes y modismos del lugar, de lo desconsiderado que es su hijo. Pero ella, antes que el papa, será la primera en abrir los ojos y terminará encabezando la rebelión de los que quieren la luz, a puro cacerolazo. ¡Y guarda con que alguien se atreva a tocar a Huesito!
–La arbitrariedad que ejerce el poder es lo que hace que la obra, más allá de que transcurra en el campo, sea reconocible para un chico que vive en la ciudad.
–Sí, totalmente. Además, es un ambiente rural que también está lleno de cuestiones un poco arbitrarias, porque la gente de campo es arbitraria. El hombre que está en contacto con la naturaleza adquiere un poco esa arbitrariedad, en el sentido de que cuando hay que sembrar, se siembra, y cuando hay que cosechar, se cosecha, y no hay otra historia que pueda modificar eso. Pero hay una visión cercana al realismo mágico sobre los fenómenos naturales y meteorológicos que tiene el hombre de campo, una fe ciega en su capacidad para luchar contra todo lo que lo rodea, incluyendo la naturaleza con sus lluvias arbitrarias, sus tormentas y sequías.
–¿El atractivo de Huesito es que es un perdedor que tuerce su destino?
–Exactamente, va de menos a más como los héroes de los cuentos clásicos que tienen que salir a enfrentar todas las peripecias del mundo para finalmente lograr algo, que pasa por situaciones difíciles y a veces tiene que retroceder para seguir avanzando. Pero a Huesito no le resulta fácil la conquista y eso lo hace más interesante ante los chicos, porque va de la inocencia inicial al enfrentamiento con las dificultades, porque no duda a la hora de salir a pelear, porque logra lo que se propone, vence al prepotente de Cocorito, lleva la luz al pueblo y, para completar su hazaña, le roba la novia. ¡Huesito es un ganador! (Risas.)
–¿La definición del héroe, “duro por fuera y tierno por dentro”, es la que mejor describe a los chicos de este siglo?
–Sí, sobre todo a los chicos que tienen más carencias, se endurecen por fuera, tienen que adoptar una máscara, un barniz de dureza para enfrentar las situaciones adversas, para pelearla, pero sin perder cierta ingenuidad. Todos los argentinos nos parecemos a Huesito: somos duros por fuera y blandos por dentro.
–La madre es uno de los personajes que más evoluciona, al punto de pasar de la queja a la acción. ¿Eso refleja un lugar de la mujer en la sociedad?
–La mujer en el mundo, pero particularmente en la Argentina, ha tomado la iniciativa de defender sus derechos y los de sus hijos, de una manera más resuelta que los hombres. Es una madraza que tiene su carácter, pero también es tan protectora que a veces parece un poco hincha. De alguna manera la canción a la madre está pensada en función de las madres de Plaza de Mayo. La madre de Huesito, si estuviera en la ciudad, podría ser una madre más de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco; tiene esa fuerza, esa decisión, ese coraje que se necesita para encarar los cambios.

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