EFRAIM MEDINA REYES, EL HOMBRE TERRIBLE DE LAS LETRAS COLOMBIANAS
“Me gusta escribir, lo que no me gusta es ser escritor”
Los poemas en prosa y textos breves que componen Pistoleros/Putas y dementes (Greatest Hits) sirven como adecuada presentación del colombiano, un ex boxeador que admite haber perdido todas sus peleas y que, a pesar de haber triunfado en el mercado literario, prefiere barajar, dar de nuevo y seguir publicando en pequeñas editoriales: “En los últimos tiempos, escribir fue un problema, porque los escritores no escriben libros, sólo publican”.
› Por Silvina Friera
Quizá porque llegó a la literatura colombiana con la fuerza de un bárbaro que portaba como antecedentes una infancia conflictiva, el haber pertenecido a una pandilla del barrio Getsemaní y un destino que él mismo pensaba que lo llevaría a convertirse en un asesino, cuando Efraim Medina Reyes habla es brutalmente honesto. Ahora pega, como si estuviera en un ring de boxeo, para defenderse del éxito que le deparó la publicación de sus tres novelas, de la maquinaria del marketing editorial que lo vendió como “el Bukowski colombiano” o el “chico malo” que se atrevió a “matar” al santo padre, Gabriel García Márquez. Antes, cuando fue un púgil amateur, quería canalizar ese instinto de criminalidad o el trauma que le provocó ver morir a su padre atropellado, poniendo el cuerpo para que le pegaran, para hundirse en el dolor. En su último libro, Pistoleros/Putas y dementes (Greatest Hits), editado por Bajo la Luna, el escritor colombiano entrega una colección de poemas en prosa y textos breves que “derriban paredes”, mitos y falsos ídolos, escritos a lo largo de casi veinte años, y en los que rinde homenaje a muchos de los poetas que admira, como Emily Dickinson, Erica Jong y Bukowski.
Medina Reyes, uno de los escritores más celebrados de la nueva narrativa colombiana, repasa su vida, los golpes que dio y los que recibió, anuncia que ya no quiere publicar en grandes editoriales y confiesa que su madre ¡¡“adora” a García Márquez!! “A mí me gusta separar la mecánica del mundo de la literatura. Siempre se escribe en la oscuridad”, señala en la entrevista con Página/12. “El arte es un impulso transitorio porque a mí me mueven el placer, el baile, la diversión, la fiesta. Y la oscuridad es el arte, en la medida en que esa misma oscuridad te va llevando a tener un espacio de luz. Los momentos de oscuridad son transitorios en comparación con estar funcionando, los últimos cuatro años de mi vida, para un mercado editorial prostituido”, se queja el autor de Sexualidad de la Pantera Rosa.
–A propósito de la oscuridad, en su nuevo libro hay un homenaje a su amigo, el artista Ciro Díaz, que murió atropellado. Su padre también murió de la misma manera. ¿Cómo lo marcaron esas muertes tan parecidas?
–La persona que pude haber sido también se murió. La muerte de mi padre fue muy trágica, porque tenía 6 años cuando vi cómo lo atropellaron. Ahí se cagó mi vida, tuve problemas de aprendizaje y estuve casi dos años sin hablar. Al final de mi adolescencia empecé a escribir y descubrí que eso podía ser un alivio. Pero cuando todo parecía ir bien, se murió Ciro. Ya me había liberado de la literatura, porque había encontrado otra cosa que era mejor, que era su amistad, que era divertirnos, hacer música.
–¿Le pesa la escritura?
–Sí. Para mí es fácil escribir, es como manejar un carro, pero me desespera porque no me gusta estar solo. Yo quiero estar siempre con mis amigos y distraerme; estando solo aparecen cosas que no me gustan. La muerte de mi padre me llevó a escribir al final de la adolescencia y la de mi amigo Ciro me hizo volver a escribir cuando había terminado mi relación con la literatura. Esas muertes, en lo literario, marcaron mi vida, y en lo interior también, porque volver a empezar cada vez que me despierto es horrible. Para mí lo más importante son las personas; la literatura es algo de lo que podés prescindir.
–Sin embargo sigue escribiendo y publicando.
–A mí me gusta escribir, pero no me gusta ser escritor, yo no sé ser escritor ni me interesa. La literatura me ha dado dinero para vivir, pero me gustaría reencontrarme con el placer de la escritura. Esto de ser escritor te quita las ganas de escribir; en los últimos tiempos escribir fue un problema, porque los escritores no escriben libros, sólo publican. Y esto es tan ajeno y lejano a la idea de literatura, que este libro de poemas que acabo de publicar representa el tiempo en que escribía sin saber que iba a ser escritor. Es el libro que más quiero y el que más me interesa.
–Usted fundó una multinacional, Fracaso Ltda., fue líder de 7 Torpes Band, le interesan los personajes perdedores, reivindica el fracaso, pero le fue bien en la literatura. ¿Cómo se lleva con el éxito?
–Cuando estaba trabajando de mensajero en una ONG, jugaba los fines de semana al fútbol. En uno de esos partidos conocí a un editor que tenía una pequeña editorial y me preguntó si era cierto que había escrito un libro. Le dije que sí, que era una novela que fue finalista de un premio, y me preguntó qué había pasado con ese libro. Le dije que estaba en casa, que ahora tenía otros planes, y me pidió que se lo mostrara porque estaba haciendo unas pequeñas ediciones. “Yo soy un fracaso limitado, ¿qué problema puede haber?, ¿qué puede pasar entre dos fracasos?”, pensé. Le di el libro, se entusiasmó, lo publicó y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. La cosa había ido muy lejos de la noche a la mañana. Para mí fue importante, porque cuando trabajaba y llevaba una vida como todas las personas normales, mi familia en Cartagena vivía con muchas dificultades y yo les mandaba parte de mi plata a ellos porque soy el padre de mis tres hermanos. Cuando vi la posibilidad de que la literatura me diera dinero, le compré una casa a mamá y un apartamento a cada uno de mis hermanos. Pero eso no ha servido para arreglar esa sensación de sentirme incómodo en el mundo, porque parte de las cosas que más amo está del otro lado. El éxito no ha cambiado nada ese dolor, el éxito es para la gente que se la cree.
–Usted, que criticó tanto a García Márquez, al que le dice “García Marketing”, publicó algunas de sus novelas en una editorial grande. ¿Sintió que formaba parte de una maquinaria que no tenía nada que ver con lo que quería hacer?
–Sí, son las cosas que más he detestado y no quiero convertirme en uno de esos personajes que tanto critiqué. Uno tiene que tener una verdad en su vida, y a mí no me interesa publicar en grandes editoriales. Siento que jugamos el juego hasta donde fue posible, nos prostituimos todo lo que pudimos, pero se me hace terrible seguir. Si continuara, sería sólo por dinero, pero ya no tengo los problemas económicos que tenía antes.
–¿Qué perdió al haberse metido en ese juego del que ahora se corre, publicando en un sello independiente?
–Se pierde la posibilidad de ser auténtico, de sentirse real y libre, en fin... se pierde todo. Para mí fue importante esa plata porque vengo de una familia humilde y pobre, esa plata se necesitaba y si no hubiera publicado esos libros hubiera asaltado un banco, vendido drogas o cualquier otra cosa, porque no iba a dejar que le pasara nada a mi familia; fue una promesa que le hice a mi papá cuando era un niño. Listo... todo pasó de la mejor forma posible, mi mamá está contenta, igual que mis hermanos; ellos están absolutamente de acuerdo con mi decisión de dejar de publicar en grandes editoriales.
–Supongo que, pese al malestar de haber caído en la trampa del marketing, debe preservar ciertas ilusiones...
–Conservé el espíritu. Cuando hablo de fracaso, me refiero a los pequeños sueños que me permiten sentirme más cómodo en el mundo. Hay un poema de Vallejo que dice: “Todos mis huesos son ajenos, yo tal vez los robé. Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; pienso que si no hubiera nacido, otro pobre tomará este café. Yo soy un mal ladrón. A dónde iré”. Y yo me siento un mal ladrón con esto del éxito, lo único que hice fue hacerme el payaso, burlarme de todo lo que eso representa, desnudarme, decir cosas estúpidas y otras en las que he tenido razón sobre personajes que me resultan antipáticos. Pero eso no sirve porque es usado paravender. La única forma de seguir es volver a empezar de cero, porque cuando tú no tienes importancia para ellos, te dejan en paz.
–Muchos poemas de Pistoleros... transmiten la sensación de que fueron concebidos como si estuviera en un ring de boxeo. ¿Hasta qué punto escribir y boxear se parecen?
–He vivido a la defensiva porque no había ninguna otra solución, estoy ahora a la defensiva porque tengo ese sentimiento del boxeador que creo que nunca me dejará. Aunque me dicen “relájate, no te va a pasar nada”, cuando llegué a Buenos Aires me enteré de que es la ciudad que tiene más accidentes de tráfico en el mundo, y desde que me dijeron eso estoy abrumado (risas). Ya he visto tres accidentes en tres días. Pero en un sentido mucho más interior, ¿qué pasa en un ring de boxeo? Hay dos hombres que se encuentran, que aparentemente están en las mismas circunstancias y empiezan a lastimarse. Todo lo que tú haces como boxeador es herir y las reglas están puestas para que tú asesines a una persona. Si a un futbolista le quiebran una pierna, eso se llama falta y lo echan, pero si estás boxeando y matas al otro, eso no se llama crimen. Cuando te subes a un ring, el entrenador no te dice que tengas cuidado, te pide que “le tumbes la cabeza a ese perro”, que es como decir “mátalo”. En la literatura ocurre algo similar. La cosa más terrible es lo que empieza a salir cuando escribes, lo peor que uno tiene en su vida sale en el momento de la escritura. De lo que las personas se ríen en mis libros es con lo que he llorado y he sufrido. Los escritores son personas que boxean, que tratan de pegarle a todo lo que les duele y molesta. Yo sigo siendo un boxeador que trata de golpear y de que no le peguen.
–¿Es cierto que no ganó ninguna pelea como boxeador?
–Sí, no gané ninguna. Harold Grey, que aún vive y fue el que me entrenó a mí y a varios campeones mundiales, me decía que tenía condiciones para pelear, pero que usaba el boxeo para otra cosa. Para él, el boxeo sirve para ganar dinero, conseguir mujeres bonitas y evitar que te peguen. Pero yo iba para que me pegaran, para hundirme más en todo lo que me dolía. A mí me noquearon dos veces, que es mucho, y si lo hubieran hecho veinte hubiera estado feliz. Perdí mis 14 peleas, y en las últimas ya me había lastimado demasiado y me habían fracturado el tabique. Mi mamá sufría mucho y tuve que dejar.
–¿Y cómo reaccionó su mamá cuando vio que su hijo se convertía en escritor?
–Una vez unos periodistas querían hacerme una nota con ella y cuando los vio les dijo: “Ustedes son los que le han metido eso en la cabeza, por eso no quiere seguir estudiando”, y los echó de la casa. Ahora a ella le gusta que su hijo sea escritor, pero no piensa que sea más importante que otros oficios. Y me regaña mucho porque no le gusta que critique a García Márquez. Mi mamá lo adora y me dice: “Tú no eres nadie, tú no has llegado a ninguna parte, ¿cómo se te ocurre meterte con ese señor?”. Por cada cosa que digo contra él, se enoja muchísimo. Así que no he tenido la posibilidad de creérmela porque en mi casa me barren el piso (risas).
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