LOS DEBATES DEL SEGUNDO CONGRESO ARGENTINO DE CULTURA
La descentralización de fondos y la confrontación entre la Capital y las provincias fueron temas obligados en la primera jornada de discusiones, en la que se retomó a través de diferentes charlas la cuestión del financiamiento.
› Por Silvina Friera
Desde San Miguel de Tucumán
En el Día de la Lealtad, tan cálido para el corazón de los peronistas, la mañana estaba lánguida, gris y un tanto gélida en el Jardín de la República. Pero en el teatro Alberdi, en la mesa sobre el financiamiento de la cultura y el papel de los organismos culturales municipales, provinciales y nacionales, ardió Troya. Se podría afirmar, sin exagerar, que salió el sol y la temperatura pasó la barrera de los treinta grados. “¡Compañera, Buenos Aires no es el país!”, le gritó un compañero peronista, desde uno de los palcos, a Inés Urdapilleta. La legisladora porteña del Frente para la Victoria estaba explicando por qué había que aprobar la Ley de la Música en la ciudad. “Después de Cromañón, los locales de música en vivo están cerrando todos los días”, dijo, pero no pudo seguir porque el grito la hizo callar.
Amelia Mesa, la coordinadora de la charla en la que participaron Urdapilleta, Héctor Valle, presidente del Fondo Nacional de la Artes; el chileno Fernando Gaspar, en representación de la ministra de Cultura Paulina Urrutia; el abogado Edwin Harvey, especialista en legislación cultural, y León Repetur, quiso ser condescendiente con el fervor de los locales, pero terminó agitando más las aguas. “La zanja de Alsina sigue existiendo”, señaló.
Un hombre joven, sentado en las primeras filas, tomó el micrófono y se despachó con un discurso federalista de impecable factura, muy aplaudido y vitoreado por la concurrencia. “Hace falta regionalizar las políticas culturales, descentralizar los fondos. Necesitamos que se apruebe una Ley Federal de Cultura que propicie la regionalización de las políticas culturales. Las provincias del NOA vivimos una realidad totalmente diferente; hace falta un fondo de reparación histórica”, aclaró el joven. “Tantas mesas y foros conspiran contra una síntesis”, se quejó. Harvey admitió que el interior del país requiere de una “inyección importante de recursos para poder desarrollarse”, pero el enojo, por momentos desmesurado, impedía que se escucharan los argumentos del otro. “Yo no necesito a Buenos Aires como vidriera para mostrar mi arte”, advirtió un artista mendocino. “Todos estamos padeciendo el tema de Cromañón.”
Antes, cuando los ánimos estaban aún adormecidos, vaya a saber si como consecuencia del día nublado o de la borrosa lealtad peronista, se planteó la cuestión de los recursos en las áreas culturales: si el problema es el financiamiento, la escasez de fondos, o el asunto, por cierto más complejo, es la falta de proyectos para ser financiados. Harvey observó que desde los años ’50 en América latina y algunos países de Europa se crearon nuevos programas e instituciones que financian la cultura, como el Fondo para la Cultura y las Artes en Gran Bretaña, en 1945, y el Fondo Nacional de las Artes (FNA), en 1958, en Argentina, que disponen de recursos propios y específicos que se mantienen al margen de los presupuestos nacionales y provinciales. “Estamos asistiendo –dijo Héctor Valle– al hundimiento del modelo económico neoliberal cuyo paradigma económico se basó en la inacción gubernamental, la desregulación de la sociedad y la convicción de que la cultura debe ser financiada por los privados.”
“Debemos tomar valores de lo mejor que tenemos y construir un proyecto de liberación con trabajadores, empresarios, intelectuales, periodistas y otros actores”, propuso Víctor Santa María. “Creo que este Congreso sirve para discutir nuestro pasado y la Argentina que viene, en base a la democracia.” Mempo Giardinelli trazó pinceladas agudas sobre el mapa actual del país. “Estamos viviendo un proceso de desculturalización con pérdidas de valores culturales y sentido de pertenencia, producto de épocas de oscurantismo y del neoliberalismo devastador que tuvo como consecuencia un patrimonio colectivo nacional saqueado. Es necesario darle un concepto al Bicentenario y dotarlo de contenido; para eso hay que reconocer primero el inadmisible presente y exigir políticas de Estado reparadoras. Es una oportunidad para reafirmarnos culturalmente, retomar valores, restablecer el control público y prohibir la enajenación de nuestro patrimonio.”
“Al que madruga, Dios lo ayuda”, decía un hombre cuarentón de indisimulables ojeras, en el museo Timoteo Navarro, acaso para darse ánimo entre los que asistieron a la charla sobre la cultura como generadora directa e indirecta de recursos económicos y puestos de trabajo. “Hay una clase trabajadora profesional de la cultura”, aseguró Stella Puente. En 2007 las industrias culturales han dado 10 mil puestos de trabajo, en relación el año anterior; pero en los países iberoamericanos sólo el 5 por ciento de la facturación global pertenece a las industrias culturales”, comparó. Rodolfo Hamawi, secretario de la Cámara Argentina del Libro (CAL), subrayó que “si la Argentina dejara de producir libros, películas, discos, obras, no sería Argentina. Estas no son mercancías comunes, sino que adquieren valores estratégicos, desde la herencia cultural y la formación identitaria”. Hamawi afirmó que “este congreso debe ser un aporte para el desarrollo efectivo de las industrias culturales”.
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