Jueves, 29 de enero de 2009 | Hoy
JUAN PABLO VARSKY, AHORA EN LA PRIMERA MAÑANA DE ROCK&POP
Tras la experiencia de No somos nadie en Aspen, el periodista se adapta a su nuevo espacio y tiene claro que la fórmula “ritmo y joda” habitual en la FM sólo funciona con determinados conductores, y en un contexto sociopolítico determinado.
Por Emanuel Respighi
Juan Pablo Varsky logró en apenas un puñado de años lo que a simple vista parecía –sea por prejuicio sobre el periodismo deportivo, por los mediocres exponentes de esa especialidad que se ven por TV o los tiempos propios de la estructura mediática– una tarea imposible: dejar de analizar únicamente el planeta fútbol para abrirse camino al universo que lo contiene como conductor de actualidad en la primera mañana radiofónica. El hombre que dejó Ciencias Políticas y Ciencias Económicas a dos años de haber empezado ambas carreras para dedicarse al periodismo deportivo, donde logró destacarse del resto de sus colegas por su comentarios cuasi poéticos sobre la pelota, es hoy uno de los pocos representantes sub-40 del éter que conduce en el prime time radiofónico. Y, fiel a su sólida trayectoria, este año dio un nuevo paso al rebranding de su imagen, al aterrizar en Rock&Pop (FM 95.9) con el ciclo No somos nadie (lunes a viernes de 6 a 9), luego de sortear con éxito el bautismo de fuego que para él significaron las dos temporadas en Aspen Classics.
Prolijo y generoso para encabezar una mesa de radio, abierto al debate de ideas, hombre de opinión fundamentada, amigo de la reflexión pausada y portador de un estilo cordial e imperturbable pero no por eso acrítico de sus oyentes y entrevistados, Varsky comienza a ganarse un lugar en el espacio radial de las grandes ligas. Manteniendo como laderos a José del Río (economía) y Ana Guerschenson (política), y sumando a Santiago Salori en espectáculos, la versión 2009 de No somos nadie sigue siendo un oasis de serenidad en medio del frenético ritmo que a esa hora tanto la FM como las AM les imprimen a sus programas de actualidad e información general. Sin prisa, pero sin dejar de verter información destacada y opinión conceptual, el programa aterrizó en la nueva emisora manteniendo las credenciales con las que se había destacado desde que inició sus trasmisiones en el verano 2007 en Aspen. En el caso de No somos nadie, parece, el cambio de radio no conllevó ninguna pérdida: apenas algunos retoques que le sentaron bien al programa.
“Lo único que hicimos fue un reajuste entre el programa y la radio, que fundamentalmente pasa por la música. Tanto en cantidad de canciones, que ahora pasamos más, como por los géneros: mientras Aspen es una radio angloparlante, acá la música es más variada e interesante, desde Ray Charles y AC/DC hasta The Doors. En Aspen, además, hacíamos bloques más largos, con siete canciones en tres horas. Y acá pasamos trece”, resalta Varsky, que al desafío de cambiar de dial se le suma el hecho de que en el horario reemplaza nada más y nada menos que a Radio Portátil, el ciclo que durante tres año condujo Elizabeth Vernaci. “Los que más van a tener que hacer la adaptación son los oyentes: No somos nadie no tiene nada que ver con el programa de la Negra, ni con su estilo”, reconoce el periodista.
–Sin embargo, mirando hacia atrás, Rock&Pop tuvo primeras mañanas periodísticas, a cargo de Román Lejtman o Marcelo Zlotogwiazda.
–Lo que pasa es que con el éxito de la Negra y la repercusión que tuvo Radio portátil muchos creen, y con razón, que antes de la Negra no hubo nada. Al haber una cuestión visceral, puede haber huidas masivas de oyentes, las cuales son muy difíciles de manejar y yo no puedo hacer nada. No me voy a disfrazar de algo que no soy ni hacer aquello que no sé. No somos nadie mostró de entrada que era un ciclo totalmente distinto al de la Negra. No es una copia a Radio portátil, ni una aproximación. Haremos mejores y peores programas, con mayor o menor química, pero siempre será un programa periodístico.
–Lo que pasa es que el cambio es brusco. No sólo lidian con eso sino también deben posicionar a la radio como una emisora con contenidos periodísticos de actualidad.
–El de la Negra era un ciclo con un perfil muy definido. No era un programa cualquiera conducido por una mina cualquiera. Radio Portátil fue un programa al que le fue muy bien, conducido por uno de los personajes más importantes de la radiofonía argentina de los últimos 25 años. Vernaci es, al igual que Mario Pergolini, parte importante de la radiofonía argentina. Frente a eso, había dos opciones: o copiarnos, o hacer un ciclo que demostramos que en Aspen ya habíamos hecho bien.
–¿Para un conductor de la primera mañana radiofónica es más difícil el cambio de dial entre FM que entre AM? Las AM suenan monocorde y casi en cadena nacional a esa hora. En cambio, cada FM tiene su propio perfil, muchas veces dado desde lo musical.
–Es cierto. De hecho, tuve una propuesta de La Red (ver recuadro), y una de las razones por las que no decidí dar el salto fue porque en AM no se pasa una canción, no tenés respiro, estás obligado a hablar todo el tiempo de todo... Y no siempre cuando uno habla dice cosas. Antes de hablar por hablar, sin decir nada, prefiero poner música. Las FM tienen la marca, el sello, que las distingue. No es lo mismo Rock&Pop que Aspen.
–No somos nadie es un programa raro para la FM, ya que se permite el espacio para la reflexión y el debate, con bloques largos, y no está contaminado del vértigo frenético que en el último tiempo pareciera ser requisito sine qua non de la FM.
–La FM está plagada de distintas versiones de una misma fórmula: ritmo y joda. Yo creo que ese formato ya tuvo todas sus variantes. Y la Negra Vernaci, Roberto Pettinato y Beto Casella convirtieron esa fórmula en éxito. Por algo son los tres programas más escuchados y los más copiados. Creo que no hay lugar para otro. Y aunque lo hubiera, no haría un programa así porque no lo siento. Además, tampoco es casualidad que la fórmula ritmo y joda surgiera masivamente en un contexto muy particular: prosperidad económica, primavera kirchnerista, recuperación del ingreso, record de consumo... La gente quería que les alegraran la mañana. Hoy el contexto es distinto, con incertidumbre laboral y menor poder adquisitivo. Entonces, el interés del oyente ya no es el de la diversión sino saber qué está pasando y cómo viene la mano. Ojalá que el país se recupere y tengamos que cambiar nosotros. Pero son ciclos: Después de hora fue un boom cuando De la Rúa se subió al helicóptero; cuando el país se recuperó, el programa desapareció. Por eso no fue casualidad que a partir de 2004, fueron Pettinato, Vernaci y Casella, cada uno a su manera, los que se destacaron con otro tipo de programas. Hoy, con el modelo radiofónico agotado y este contexto de país, a mi juicio seguir detrás del formato ritmo y joda es un error.
–¿Pero cree que las modas televisivas y radiofónicas dependen o están condicionadas por el contexto socioeconómico y político del país?
–No sé si me animaría a tanto, en este caso se dio de esa manera. Pero no tengo dudas de que todos los que trabajamos en los medios debemos palpar el ánimo de la gente, si lo que se quiere es llegar a la mayor cantidad de público. El slogan de Pettinato fue “se puede ser feliz a las 6 de la mañana”. Claro, se puede ser feliz a esa hora si durante el día uno sabe que no te va a pasar nada vinculado con tu estabilidad económico-laboral. Nadie quería pálidas y ellos tres manejan muy bien el humor. Aquello fue muy exitoso y aún lo sigue siendo por los conductores que tiene. Pero así como en 2007 creía que había un espacio para un programa en FM que no tuviera ese ritmo y tenga lugar para la reflexión, y que tampoco fuera El exprimidor, donde Ari Paluch hace un unipersonal, hoy creo que se debe darles lugar a la reflexión y a la información.
–¿Aún con una audiencia como la de Rock&Pop, compuesta por un público más joven y con intereses diferentes a la de Aspen?
–Probablemente, Aspen sea el Peugeot 307 y Rock&Pop, el colectivo, el tren o el subte lleno de pasajeros. Por eso hicimos algunos ajustes en la información económica, donde hablamos más sobre la economía real. Después, no mucho más. Tampoco creo que el programa de Aspen fuera solemne. No somos nadie en la Rock&Pop tal vez tenga un punto más de irreverencia. Pero no sobreactuada, porque en definitiva yo soy el mismo que cuando hacía Basta de todo con Matu (Matías Martin) en Metro. Hicimos una corrección más temática que discursiva.
–¿Y en el lenguaje?
–No ventilo ninguna cuestión al aire, pero hubo oyentes de la Rock&Pop que me escribieron mensajes de que vuelva a Aspen. Y con respeto les contesté. Y si tenía que chicanear, lo hacía. Me decían que no conocía la estética de Rock&Pop. ¿Cuál es esa estética? ¿Memorizar canciones del Indio Solari? ¿Hablar de cualquier manera? Hay mucho preconcepto. Y esto se pega también al rol protagónico que la radio les dio a los oyentes. Es muy cómodo hacer radio con oyentes. A mí sólo me interesan los mensajes que le sirven al programa. No leo elogios al aire porque no sirven para nada, aunque a Radio 10 le funcione ese recurso. No entiendo a quienes les dan tanta voz a los oyentes. Mi filtro es otro: ¿le sirve el mensaje al programa, sea para generar una risa o una reflexión?
–Priorizar la calidad por sobre la cantidad.
–Prefiero valorar a quienes escriben algo que les generó el programa y les disparó alguna reflexión. Por otros formatos exitosos, hoy se le da al oyente un lugar más importante que el que realmente tiene. En AM se sacrifica contenido para poner la tira de oyentes. Yo prefiero pasar mensajes escritos porque hay cierta elaboración; en los telefónicos casi siempre prima la reacción. Se le ha dado un lugar al oyente militante que va en contra del oyente silencioso. Es errónea la lectura que se hace de que a cuantos más mensajes, más audiencia. A mí me encantaría ser parte del programa más escuchado, porque laburo para que me escuchen. De la misma manera que el hincha de fútbol se hace hincha de la hinchada, está pasando un fenómeno parecido en la radio: el oyente que se hace hincha de la audiencia. El conductor de radio, por pereza, ha resignado esos lugares.
–Por lo general, aquellos que hacen periodísticos en FM desean llegar a la AM. ¿Es un objetivo suyo dar ese salto?
–No lo sé. La propuesta de La Red era muy buena, pero sentí que no era el momento para que yo diera ese salto. En la FM cuando no tengo más nada para decir pongo un tema. En la AM no podría. Además, en la AM también prima esa idea de que un ciclo es bueno si tiene diez entrevistas y malo si tiene un par. ¿Por qué? Yo siento muchas veces que mi equipo de trabajo tiene cosas más interesantes que decir que un diputado, que además está en cadena nacional por las radios desde las 7. En AM hay menos posibilidades para probar diferenciarse y hacer un periodístico distinto en la primera mañana. Los productores se asustan si no sacan al tipo del día. Como si la primicia fuera todo. No tengo dudas de que la gente no prende la radio para escuchar primicias, sino para escuchar programas. Hay un contenido que los propios conductores y columnistas hemos resignado hacia el productor, que no para de meterte notas, y hacia los oyentes. No somos... tiene las herramientas y el conocimiento para diferenciarse. No necesita poner diez al aire para que salga bien. Si el parámetro de éxito radiofónico es meter mensajes y notas, ¿qué valor tiene el equipo? Que lo hagan los de afuera...
–Pero hay excepciones...
–Hay tipos que no se dejaron claudicar por la moda. Eduardo Aliverti no lo resigna, Héctor Larrea no lo resigna, Pergolini mucho menos, Vernaci tampoco. Todos los programas de AM son iguales.
–Hace unos años decidió abrirse camino a otros ámbitos porque el mundo del fútbol lo aburría, ¿cree que pasar a la AM puede ocasionarle la misma sensación?
–Es aburrido lo que pasa entre partidos. El partido sigue siendo lo más grande que hay. La competencia deportiva sigue siendo fascinante. Yo nunca hice un programa político en AM, pero por lo que escucho es todo lo mismo. ¿Qué programa de AM se destaca del resto, hoy? El de Aliverti, pero es semanal; Víctor Hugo trata de hacer algo distinto, pero es segunda mañana. En la primera mañana es todo lo mismo: lo único que buscan es que los portales de Internet levanten las entrevistas a los 20 minutos. Se sigue la agenda de los diarios. No hay lugar para la reflexión. Hoy, la reflexión que más se escucha es “¡qué barbaridad!”. Hay conductores como Nelson Castro y Magdalena Ruiz Guiñazú cuyas reflexiones son idénticas a las de los oyentes. ¡Denme otra cosa! Esté o no de acuerdo, dame herramientas de pensamientos. No es verdad que el buen periodista es el que dice lo que uno piensa y, si no, se vendió o desilusionó. El oyente está acostumbrado a tener razón. Se transformó en un cliente. Si no está de acuerdo en lo que uno dice, te descalifica. La de la reflexión es una batalla que estoy dispuesto a dar.
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