CONCURSO NACIONAL DE HISTORIETA ROBERTO FONTANARROSA
Sobre un total de 107 trabajos de todo el país, el jurado integrado por Miguel Rep, Juan Sasturain y Esteban Tolj seleccionó 14 obras. Se trató de una iniciativa oficial rosarina. Idas y vueltas de otros emprendimientos que requieren de apoyo estatal.
› Por Andrés Valenzuela
“El circuito profesional de la historieta se puede reactivar si se integra al Estado desde su rol de promotor cultural”, había evaluado un editor ante Página/12 hacia fines de agosto del año pasado. Cinco meses después de esa entrevista se pueden vislumbrar algunos pequeños cambios en el sector, pero aún falta muchísimo para que pueda considerarse que el Estado tomó en cuenta a la historieta como dinamizador cultural. La más destacable de estas iniciativas quizá sea la del Concurso Nacional de Historieta Roberto Fontanarrosa, que la Municipalidad de Rosario organizó el año pasado en conjunto con un shopping y un diario de la región.
Leer el material permite descubrir un puñado de excelentes historietas. Omar Hirsig, riograndense que reside en La Plata, ganó el concurso con una historia de tintes kafkianos llamada La sociedad de los pájaros muertos, hecha con una soberbia contraposición de blancos y negros a partir de tinta china.
La segunda posición se la llevó Industrias Lamonicana con las cuatro páginas de Allá es otra cosa, un cuento gráfico divertido que presenta a un ingeniero de cotillón, Karl Blumberg, que asegura tener “autoridad para hablar de cualquier cosa” y describe al lector la lucha para tomar café con medialunas en sociedades “salvajes”. El público eligió a Tenedor libre, de Juan Pablo Caro y Javier Barrera, como lo mejor del concurso por el relato que cruza varios mundos. Caro, responsable de los lápices de la obra, asegura que su compañero, el guionista, “tiene una escritura muy urbana, observa y cuenta cosas que nos pasan de cerca y lo cuenta con poesía y simpleza, algo que seguramente tomó de Fontanarrosa”. Algo de eso se avizora en los personajes delirantes y deliciosos, que se pueden reconocer aunque no se los conozca. Barrera cuenta que eligieron el trabajo (el primero de siete capítulos que esperan poder publicar profesionalmente) porque “los personajes se sumergen en la locura cotidiana dando como resultado situaciones que merecen ser contadas, como la mayoría de los trabajos del Negro”.
La mejor historieta rosarina, según el jurado, fue CM y K, amor recargable, creación de Jorge Matar, que hasta el momento de recibir las bases del concurso jamás había guionado ni dibujado una historieta, ni mucho menos se consideraba un historietista. “Estoy terminando la carrera de arte y siempre me vi más relacionado con la imagen de artista, ilustrador”, contó a Página/12. El resultado de su inexperiencia es un encuentro de dos jóvenes que empieza bien y termina mal, y al que el lector asiste con la única ayuda de un trazo exquisito para dibujar las expresiones faciales y corporales de los personajes y borrones de colores en lugar de globos de texto. El de Matar es uno de esos casos de exploración de las posibilidades formales de un medio que rinde buenos frutos. Aunque no ganaron ningún premio más que la mención y la publicación, hay otras obras que son más que destacables, como Secuestro avícola, El atajacaminos, Los espantapájaros o Block de pollos.
Pese a las buenas intenciones, desde la Editorial Municipal de Rosario lamentan que una disputa en torno de los derechos de autor –aún no aclarada– impide que se pueda comercializar el libro que dio como resultado el certamen. Así, la tirada se encuentra paralizada en la importante ciudad santafesina, distribuida gratuitamente apenas entre las bibliotecas, colegios secundarios y centros culturales de la zona. “En el local de venta al público de la editorial entregamos un ejemplar con cada compra de otro libro”, cuenta Oscar Taborda, director de la EMR, que señala: “Todavía estamos buscando otras vías para que llegue a la gente del resto del país”.
Un destino desafortunado para las catorce obras seleccionadas por un jurado integrado por Miguel Rep, Juan Sasturain y Esteban Tolj sobre un total de 107 trabajos de todo el país (y dos del extranjero). Sin embargo, Taborda asegura que la experiencia de trabajar con historieta (la primera de la EMR) fue sumamente positiva. “Quedamos muy entusiasmados con cómo se trabajó el material, así que queremos repetirlo de algún modo y ver si hacemos algo con los historietistas locales que nos sorprendieron.”
¿Y el concurso? Como es un certamen bianual, Taborda ve todavía lejos en el horizonte una segunda edición. Sin embargo, para el 2010 también habría que ver el tema de los derechos para utilizar el nombre de Fontanarrosa como gancho. “El uso del nombre nos lo autorizó la viuda por esta única vez, aunque suponemos que no habrá problemas para que vuelva a suceder”, aclara.
Salvo a través de un viajecito a la ciudad del Monumento a la Bandera o un improbable ejemplar perdido, por el momento el único modo de acceder a las historias del concurso es la página web de la municipalidad rosarina: http://www.rosario.gov.ar/mr/multimedia/. Allí están los ganadores y el resto de las obras seleccionadas.
Además del reconocimiento a autores que vienen trabajando desde hace tiempo, como Juan Pablo Caro (coautor de Tenedor libre), el concurso demostró sobradamente su utilidad como puerta a nuevos talentos, como el rosarino Jorge José Matar, que se coronó como el mejor de sus pagos con cinco impresionantes páginas. Aunque ya había coloreado viñetas para un grupo de historietistas amigos, ésta era su primera prueba en solitario.
Pero las dificultades de distribución no son las únicas que aquejan al proyecto rosarino. Los ganadores vienen reclamando el pago de sus premios, dilatado desde noviembre, según contó a este diario Industrias Lamonicana (seudónimo de Cristian Betti, que, además, publicó una historieta en el suplemento Picado Fino de la última revista Fierro).
Más allá de la experiencia rosarina, no hay muchas más muestras oficiales de apoyo a la historieta argentina. La Secretaría de Cultura de la Nación organizó, en el marco amplísimo de los concursos “Hacia el Bicentenario” uno de historieta y humor gráfico con premios en efectivo (y la publicación de los trabajos) que no parece haber tenido el eco mediático de su par rosarino. El arrastre del apellido Fontanarrosa explica parte de la situación, lo mismo que la marea de anuncios oficiales en torno del Bicentenario, que inevitablemente deja en segundo plano algunas iniciativas. Las aspiraciones de continuidad de la experiencia municipal también servirían para explicar la diferencia. Un último concurso reciente, de mucho menor calibre, fue organizado en conjunto por la revista Caudillos, de Salta, y la gobernación de esa provincia, que también presta pauta publicitaria a la publicación.
Pero el concurso de historietas no es el único modo de apoyar al género. Dos revistas patagónicas dan cuenta de las posibilidades (y dificultades infaltables) de buscar apoyo oficial. Alejandro Aguado, de la tradicional revista La Duendes, cuenta que el único apoyo oficial que recibieron fue por publicidad. “Pero fueron casos puntuales, por uno o dos números y cifras para cubrir parte de los costos de impresión –explica–. Uno de los problemas a enfrentar es el de la burocracia, los tiempos del Estado no se corresponden con los de la realidad.”
El poco respeto al medio es otro motivo de disgustos para quienes toman la iniciativa de publicar historieta. “Aún perdura la idea de que la historieta es un simple pasatiempo y que es fácil de hacer”, se indigna. ¿Qué debería hacer el Estado, entonces? Para Aguado es una cuestión de cómo tienen que destinarse los recursos. “En los organismos gubernamentales existe una gran confusión, aún consideran que las instituciones culturales del Estado deben generar ‘cultura’, cuando en realidad deben apoyar e incentivar los emprendimientos de los creadores –analiza–, sobre todo si se tiene en cuenta que en la Patagonia el mercado de libros y revistas es exiguo comparado con otros lugares del país.”
Otra revista patagónica, muchísimo más joven que La Duendes, es Fuego!, de Ushuaia. Nació por iniciativa de Fernando Soto, un dibujante que en busca de trabajo se encontró con una sorpresiva ayuda del subsecretario de Cultura de Tierra del Fuego, Silvio Bochichio, que se comprometió a apoyar el proyecto durante seis números. Sin embargo, y pese a que Soto cuenta con un decreto firmado por la gobernadora Fabiana Ríos, hasta el momento ni un centavo llegó a las cuentas de la revista desde las arcas estatales. El subsidio, explica el artista fueguino, “viene recorriendo un sendero kafkiano”. Un camino aparentemente más largo que el que le tomó a la revista aparecer por los kioscos metropolitanos, cuando una distribuidora acercó varios ejemplares a puntos de venta en Capital y el conurbano bonaerense.
Hasta el momento el único logro concreto del apoyo prometido por Bochichio es una oficina en la que “con una vieja computadora, un escritorio de fórmica y sillas plásticas constituimos la redacción –relata Soto–. No sé en qué proporción están repartidas la mala leche y la inoperancia, pero me consta que algunas personas de la subsecretaría, como Alejando Patiño y Sergio Araque, y otra del gobierno, como el señor Luna, se están ocupando personalmente de desanudar este desatino administrativo que hizo que en nueve meses no hayamos recibido ni un centavo de lo comprometido”, se queja y agradece al mismo tiempo. “Parece ser que estamos a un paso de recomponer nuestra imagen pública manchada por las deudas con todos los imprenteros de la provincia y podremos retomar el camino desde febrero.”
Con todos los vientos patagónicos en contra, Soto persiste en su optimismo. “Creo que la voluntad del subsecretario de Cultura es real –confía–, y ahora tenemos la promesa desde Educación que nos van a dar pauta publicitaria. Aún no se dio, pero les creemos.”
Estas formas de apoyo oficial a la historieta palidecen cuando se las compara con una experiencia en Uruguay que funciona desde 2006. Allí, el gobierno nacional instauró los “fondos concursables”, destinados a una variedad de áreas de la cultura. Entre ellas, la historieta. Según las bases de la categoría “Relato Gráfico” (abarca historietas y humor gráfico en sus distintas variantes), este año se financiarán proyectos con fondos que ascienden a 800.000 pesos uruguayos, es decir, unos 135.000 pesos argentinos. Como cada proyecto sólo puede recibir hasta 150.000 pesos uruguayos (25.000 argentinos), estos fondos concursables serán repartidos entre al menos seis iniciativas.
Siguiendo las bases, el Ministerio de Educación y Cultura del país vecino asegura que “se priorizarán los proyectos con potencial continuidad de edición y distribución, a fin de que el género pueda recuperar públicos históricos perdidos y generar nuevos públicos”. Más adelante se puede ver que un buen plan de distribución del material creado con el subsidio es fundamental para obtenerlo.
Rodolfo Santullo, editor de Grupo Belerofonte y autor de Los últimos días del Graf Spee, es uno de los ganadores de estos fondos con su novela gráfica histórica sobre el acorazado alemán que se hundió en las costas montevideanas durante la Segunda Guerra Mundial. Más allá de la calidad (indiscutible, como podrán apreciar los amantes del noveno arte cuando el libro llegue en marzo a la Argentina), Santullo asegura que ganar el subsidio “es simple. Cumplís con una serie de exigencias formales y a cambio te dan el presupuesto que pidas. En nuestro caso fue su realización y algunos gastos extras como su presentación y el contador que llevó las cuentas”. El historietista uruguayo cuenta que así se financiaron ya unos 20 emprendimientos. “Este apoyo sólo tiene paralelismo con Chile, donde se hace uno de similares características. Honestamente creo que es uno de los mayores logros del gobierno actual.”
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